 |
|
De
todos los recuerdos que atesoro en mi mente, son especiales aquellos
en los que aparecen mis maestras en el Evangelio, especialmente las
que tuve en la Primaria y Mujeres Jóvenes.
Todavía guardo la imagen del salón de “Estrellitas”
en donde mi maestra Nini desplegaba todos los recursos que ofrecía
el manual, todo su buen humor y todo su cariño. No puedo recordar
ninguna clase en particular, pero no olvido el ‘televisor de
caja de zapatos’ que ella preparaba para contarnos historias.
¡Era fantástico! Ella dibujaba la historia sobre un papel
que luego enrollaba y que todos ayudábamos a mover según
nuestra reverencia en la clase.
La maestra de HLJ, Noemí, fue quien mejor nos enseñó
sobre el servicio. Durante el tiempo que estuvo con nosotros nos contaba
de su preparación para salir a la misión. Y desde allí
se ocupó de seguir cuidando a sus alumnos al enviarnos cartas
contándonos de otros niños a los que les enseñaba
el evangelio. |
Pero
sin dudas la maestra que marcó un hito en la vida de muchos
niños de Barrio 2 (ahora Ramos Mejía, de la estaca Buenos
Aires Oeste) fue la hermana María Luisa Bustos, de la clase
de “Punteros” (ahora Valientes). Con su rodete bien estirado,
prototipo de maestra de grado como era, no dejó material por
ofrecer. Preparaba cada semana cosas sorprendentes para comprender
la vida de los pioneros y querer a los profetas. Nos hizo caminar
descalzos por el pasto para saber qué sentían los niños
pioneros al cruzar el desierto, claro que nosotros lo hacíamos
en pleno verano y era todo una fiesta.
Armó unas letras gigantes, dos W W enormes, para decirnos que
esa era la clave del secreto de un profeta, Wilford Woodruf. Entonces
las dio vuelta convirtiéndolas en M M y nos dijo: “¡Maravilloso
Misionero!” |
Una
vez llevo una taza de loza muy brillante y nos la hizo pasar de mano
en mano con su platito correspondiente, teniendo cuidado de no romperla.
Mientras tanto nos contaba de cómo las mujeres pioneras cuidaban
su vajilla en los viajes en barco y carreta porque eran cosas muy
frágiles. De pronto puso la taza con su plato en una bolsa
y con una maza las rompió. Todos quedamos petrificados, con
los ojos bien abiertos. Del susto yo tenía ganas de llorar.
Entonces la hermana Bustos nos dijo que así como nos sentíamos
nosotros debían haberse sentido las hermanas en Kirtland cuando
rompieron su loza para formar el estuco de las paredes del Templo.
Pero ellas estaban contentas porque sus tazas iban a estar en las
paredes de la Casa del Señor y nosotros teníamos que
estar dispuestos a hacer sacrificios parecidos “porque algún
día vamos a tener un templo en Argentina”, decía
(Ella vivió para verlo).
Siempre recordé esa historia durante la construcción
de los templos de San Pablo, Brasil y Buenos Aires, Argentina. Por
supuesto hice mis sacrificios para no defraudar a mi maestra.
|
|
Dominga fue la maestra de los últimos años en la Primaria,
quien nos invitó a formar hábitos de higiene, a ser
serviciales en el hogar enseñándonos a hacer scons y
mousse de chocolate. Quien nos regaló un espejo en donde veríamos
siempre reflejada a una Hija de Dios. Y a quien le tocó la
parte más difícil, la de que aprendiéramos los
13 Artículos de Fe de memoria. Y lo hicimos!! Nos llenó
de premios por estudiarlos. Pero los premios eran tan sencillos que
aun siendo una nena me sentía conmovida al pensar que ella
los había hecho con sus propias manos.
De mi paso por Mujeres Jóvenes, todas las maestras dejaron
su marca. Tal vez pueda reunir en una de ellas a todas, porque fue
el mejor ejemplo de amor que vi en el servicio al Señor. Paradójicamente
no recuerdo su nombre, fue mi primera maestra de “Abejitas”.
La primera clase me explicó que ella nunca había enseñado,
que no sabía leer muy bien y que lo que le pidió el
obispo era lo más difícil de su vida y por lo que yo
veía en su rostro debía haber vivido mucho tiempo ya. |
Como
única alumna pensé que tal vez lo mejor era pedir que
me mandaran de vuelta a la Primaria. Muy enojada iba a mis clases
a escuchar cómo leía mi maestra algunas partes de un
tema que le costaba entender. Pero pasaron las semanas y algo cambió
entre nosotras. Ella me contó que se había propuesto
relatar lo que se acordase de la clase y que yo debía leer
las escrituras. |
 |
No
puedo olvidarla, esa tarde en el mismo salón de mi clase de
“Estrellitas”, mi maestra me enseñaba que siempre
estamos a tiempo de aprender a servir al Señor, sin importar
la edad. Pude sentir que ella me amaba a mí, su única
alumna. Pude imaginarla en su casa leyendo todos los días la
clase para recordar lo que me debía enseñar. Pude verla
escribir en un papel las preguntas y marcar con cintitas de colores
las escrituras.
Pasó el tiempo y juntas lloramos cuando le conté que
tenía que asistir a otra capilla por una asignación
de mi papá. Me abrazó y me dijo cuánto me quería
porque conmigo había cumplido un sueño de su infancia,
siempre había querido ser maestra.
Si mi maestra no hubiera aceptado su llamamiento, yo no hubiera tenido
la oportunidad de aprender del esfuerzo de seguir a Cristo, no hubiera
sabido el significado del amor puro, no hubiera entendido que el Salvador
ama a todos sus hijos y a todos les da la oportunidad de progresar. |
Cuando
me veo dando una clase, veo a mis maestras y su dedicación.
Sigo sus ejemplos. Sus enseñanzas todavía las comparto
con mis hijos o mis alumnos. Ellas son las grandes mujeres que el
Señor preservó para instruir a sus hijos en los últimos
días.
Los maestros
de la iglesia son llamados para enseñar Su evangelio y no cualquier
cosa. Se valen de la buena disposición a seguir Su guía
y de perseverancia en la labor. Son quienes forman al joven misionero,
al futuro obispo, a quien será maestro de seminarios y al secretario
del quórum, a la maestra visitante que copiará sus tarjetitas
y a la directora de música que enseñará con sus
mismas técnicas. Cada uno aporta lo suyo y la influencia que
ejercen no se puede medir. |
Todos
debemos ser buenos maestros, “salvadores de generaciones”
como nos invitó a serlo el presidente Hinckley.1
Seguir al Salvador, al Maestro, es una gran responsabilidad. Pero
no es imposible. Por eso, Él nos lo pide a todos. |
1. Reunion Mundial de Capacitación de líderes,
enero, 2004, pág. 21 |
|
Comentarios
Si querés enviar tu comentario
sobre este artículo, envíalo por mail a comentarios@estilosud.com,
haciendo referencia en el Asunto al artículo |
07 sep 2009
Saludos a todos los que hacen posible el boletín Estilo Sud
y felicidades por su hermosa labor de enviarnos hermosos y motivantes
mensajes para seguir adelante, en especial quiero agradecer por el
mensaje de "Salvadores de generaciones" en el que la escritora
o columnista relata y describe hermosamente el cuidado y enseñanza
que recibió de sus maestras de la primaria y de mujeres jóvenes;
realmente este mensaje me ha llegado en un momento en el que necesitaba
algo así con ejemplos vívidos y tan descritptibles de
lo que es y debe ser un(a) buen(a) maestro (a).
Gracias me han dado la herramienta necesaria para dar mi próxima
capacitación a las presidencias y maestras de primaria en mi
estaca... Afortunadamente ha llegado a mis manos este hermoso artículo
del cual tomaré todo su contenido para compartirlo en la mencionada
capacitación y ojalá logre transmitir ese espíritu
tan bonito que logré tener al estar leyendo el contenido, que
les seré franca, conmovieron mi corazón y movió
fibras que me impulsaron a compartir esto con mis hermanas para que
entre todas trabajemos por magnificar el llamamiento que hemos recibido
para trabajar con los hermosos niños de la primaria.
Realmente todos los artículos que envían son hermosos
y fortalecedores, gracias por compartirlos y ayudarnos a crecer y
tener más material que nos ayuda en esta superación
continua."
Con afecto
Gladys Angles Dávalos |
|