Cierta
vez Miguelito, personaje de historieta amigo de Mafalda, hizo un reconocimiento
explícito de los problemas a los que se enfrentaba cuando expresó
que “soy tan débil que hasta mis debilidades son más
fuertes que yo”.
Era el reconocimiento de estar inmerso en un terreno fangoso del que
difícilmente se podría salir sin manchas.
Aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo, una debilidad es la
ausencia o falta de fortaleza, cualquiera sea el terreno en el que
se manifieste. La buena noticia, sin embargo, es que las debilidades
pueden ser superadas, y esto implica algunas acciones
muy específicas que comienzan tomando la decisión
de hacer algo al respecto.
A pesar de que esto parezca también una obviedad, no lo es
tanto porque supone el reconocimiento inicial –percepción-
de la existencia de un problema y sólo en esa instancia es
posible hacerle frente.
La toma de decisiones implica estar frente a una encrucijada y optar
por algún camino, muchas veces irreversible, que indefectiblemente
nos conducirá a nuevas circunstancias que pueden aliviar o
complicar aún más las cosas. Si tomamos en cuenta que
la sucesión de decisiones construye el curso de nuestra vida
y el destino final que le demos, el tema no es una cuestión
menor.
Aunque no es el objetivo dar un tratamiento exhaustivo a la teoría
de la decisión, cabe resumir que a partir de la percepción
del problema, se impone su análisis y definición del
objetivo a lograr y la búsqueda de las alternativas para el
fin propuesto. Entonces al evaluar las diversas opciones, si las hay,
y seleccionar la más adecuada, sólo queda su implementación,
a partir de la cual se reinicia el ciclo. Pero para llegar a este
punto, la toma de decisiones exige tener un cierto conocimiento previo
del medio y las circunstancias en el que se desarrollan nuestras actividades,
lo que involucra la búsqueda de información fidedigna
sin la cual estaríamos obrando a ciegas, con un alto grado
de incertidumbre.
El fracaso de muchas organizaciones sociales -corporaciones, empresas,
clubes, familia, etc.- involucra habitualmente, entre otras cosas,
un análisis erróneo de la situación particular
que las lleva al desastre, motivado por información escasa
o fragmentada. |
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Cuánto
más estratégica sea la decisión -entendiendo
por esto decisiones tomadas hoy con vista al futuro-, más trascendente
se vuelve la necesidad de un análisis profundo basado en información
veraz obteniendo, entonces, un relativo grado de certeza.
Por ejemplo, la aplicación de conceptos tales como “les
enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí
mismos”, expresado por José Smith, implican decisiones
de tipo estratégico porque son las que determinarán
el curso de la vida y su aplicación involucra vencer ciertas
debilidades que impiden poner en práctica dichos principios,
o que al menos son una traba para ello.
En las escrituras hay un reconocimiento de los problemas que enfrentamos
al respecto. Marcos registra estas palabras del Señor: “velad
y orad para que no entréis en tentación; el espíritu
a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”-Marcos
14:38-.
Tan cierto es esto, que momentos antes el Salvador rogaba a Su padre,
“Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de
mí esta copa”; pero inmediatamente aflora la decisión
tan preciada: “pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres
tú.”
La fortaleza de espíritu venció la debilidad de la carne
al permitir tomar la decisión adecuada. |
Este
ejemplo supremo es el modelo exacto a seguir porque nos da la clave
para lograr que nuestras debilidades no sean más fuertes que
nosotros mismos. Y ese logro es consecuencia de la fortaleza de espíritu
que se alcanza al gobernar la vida por principios correctos.
Vencer las debilidades de la carne o el intelecto es someter ambos
aspectos de la naturaleza humana al gobierno del espíritu.
Entonces, lo físico de la intimidad conyugal o lo intelectual
del estudio o el trabajo no pierden vigencia, pero sí quedan
circunscriptos a espacios determinados tomando prioridad sólo
en ellos. Por el contrario, cuando aquellos se desbordan, entonces
el sometido es el espíritu, quien se debilita. |
Tal
debilidad de espíritu semeja a dejar de caminar asidos a la
barra de hierro y comenzar a hacerlo asidos a una barra de hielo.
Todo podría ir bien hasta que comienza a derretirse, diluyéndose
paulatinamente las palabras y los consejos del Padre, hasta ser olvidados
por quienes terminan andando errantes y perdidos en el vapor de tinieblas.
Habiendo perdido el rumbo buscan inútilmente obtener los mismos
resultados a través del mundo y sus filosofías.
Por eso, conviene recordar el consejo registrado en Marcos: “velad
y orad para que no entréis en tentación”. Dicho
de otro modo, estar atentos a las palabras de vida eterna, manteniéndonos
cerca del Padre para recibir la fortaleza de vencer nuestras propias
flaquezas, porque son la puerta de entrada de la influencia del mundo
a nuestra vida. |
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