Barra de hielo

Por Alfredo Cascallares

Cierta vez Miguelito, personaje de historieta amigo de Mafalda, hizo un reconocimiento explícito de los problemas a los que se enfrentaba cuando expresó que “soy tan débil que hasta mis debilidades son más fuertes que yo”.
Era el reconocimiento de estar inmerso en un terreno fangoso del que difícilmente se podría salir sin manchas.
Aunque pueda parecer una verdad de Perogrullo, una debilidad es la ausencia o falta de fortaleza, cualquiera sea el terreno en el que se manifieste. La buena noticia, sin embargo, es que las debilidades pueden ser superadas, y esto implica algunas acciones muy específicas que comienzan tomando la decisión de hacer algo al respecto.
A pesar de que esto parezca también una obviedad, no lo es tanto porque supone el reconocimiento inicial –percepción- de la existencia de un problema y sólo en esa instancia es posible hacerle frente.
La toma de decisiones implica estar frente a una encrucijada y optar por algún camino, muchas veces irreversible, que indefectiblemente nos conducirá a nuevas circunstancias que pueden aliviar o complicar aún más las cosas. Si tomamos en cuenta que la sucesión de decisiones construye el curso de nuestra vida y el destino final que le demos, el tema no es una cuestión menor.
Aunque no es el objetivo dar un tratamiento exhaustivo a la teoría de la decisión, cabe resumir que a partir de la percepción del problema, se impone su análisis y definición del objetivo a lograr y la búsqueda de las alternativas para el fin propuesto. Entonces al evaluar las diversas opciones, si las hay, y seleccionar la más adecuada, sólo queda su implementación, a partir de la cual se reinicia el ciclo. Pero para llegar a este punto, la toma de decisiones exige tener un cierto conocimiento previo del medio y las circunstancias en el que se desarrollan nuestras actividades, lo que involucra la búsqueda de información fidedigna sin la cual estaríamos obrando a ciegas, con un alto grado de incertidumbre.
El fracaso de muchas organizaciones sociales -corporaciones, empresas, clubes, familia, etc.- involucra habitualmente, entre otras cosas, un análisis erróneo de la situación particular que las lleva al desastre, motivado por información escasa o fragmentada.
Cuánto más estratégica sea la decisión -entendiendo por esto decisiones tomadas hoy con vista al futuro-, más trascendente se vuelve la necesidad de un análisis profundo basado en información veraz obteniendo, entonces, un relativo grado de certeza.
Por ejemplo, la aplicación de conceptos tales como “les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”, expresado por José Smith, implican decisiones de tipo estratégico porque son las que determinarán el curso de la vida y su aplicación involucra vencer ciertas debilidades que impiden poner en práctica dichos principios, o que al menos son una traba para ello.
En las escrituras hay un reconocimiento de los problemas que enfrentamos al respecto. Marcos registra estas palabras del Señor: “velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”-Marcos 14:38-.
Tan cierto es esto, que momentos antes el Salvador rogaba a Su padre, “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa”; pero inmediatamente aflora la decisión tan preciada: “pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.”
La fortaleza de espíritu venció la debilidad de la carne al permitir tomar la decisión adecuada.
Este ejemplo supremo es el modelo exacto a seguir porque nos da la clave para lograr que nuestras debilidades no sean más fuertes que nosotros mismos. Y ese logro es consecuencia de la fortaleza de espíritu que se alcanza al gobernar la vida por principios correctos.
Vencer las debilidades de la carne o el intelecto es someter ambos aspectos de la naturaleza humana al gobierno del espíritu. Entonces, lo físico de la intimidad conyugal o lo intelectual del estudio o el trabajo no pierden vigencia, pero sí quedan circunscriptos a espacios determinados tomando prioridad sólo en ellos. Por el contrario, cuando aquellos se desbordan, entonces el sometido es el espíritu, quien se debilita.
Tal debilidad de espíritu semeja a dejar de caminar asidos a la barra de hierro y comenzar a hacerlo asidos a una barra de hielo. Todo podría ir bien hasta que comienza a derretirse, diluyéndose paulatinamente las palabras y los consejos del Padre, hasta ser olvidados por quienes terminan andando errantes y perdidos en el vapor de tinieblas. Habiendo perdido el rumbo buscan inútilmente obtener los mismos resultados a través del mundo y sus filosofías.
Por eso, conviene recordar el consejo registrado en Marcos: “velad y orad para que no entréis en tentación”. Dicho de otro modo, estar atentos a las palabras de vida eterna, manteniéndonos cerca del Padre para recibir la fortaleza de vencer nuestras propias flaquezas, porque son la puerta de entrada de la influencia del mundo a nuestra vida.

 

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Estilo SUD, 31 de octubre de 2009
 
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