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En
mi profesión: Me gradué en la Universidad Nacional
de La Plata como licenciado en física. Me desempeñé
como profesor en las universidades: Universidad Nacional de La Plata,
Universidad Tecnológica, Universidad del Litoral, Universidad
Católica de La Plata y en la Escuela Naval Militar de Río
Santiago, donde ocupé por seis años el cargo de decano
de profesores. Fui Director General del Centro de Estudios Superiores
para el Procesamiento de la Información (CESPI) en la Universidad
Nacional de La Plata. He sido asesor en informática en el Registro
de la Propiedad de la Capital Federal y en el de la provincia de Buenos
Aires.
En la Iglesia: Fui bautizado el 27 de enero de 1951
en Tandil, juntamente con mi hermano Robert, por el élder Juan
Carlos Avila, con quien llegamos a ser consuegros. Fui obispo del
Barrio La Plata 2, presidente de las Estacas Quilmes y La Plata. Actualmente
soy patriarca en la Estaca de La Plata y sellador en el Templo de
Buenos Aires, este último llamamiento desde 1988, habiendo
recibido el poder sellador del presidente Gordon B. Hinckley.
En Familia: Estoy casado con Sophia Adriana Domröse
desde 1959, fuimos sellados en el Templo de Los Ángeles en
1973. Tenemos cinco hijos: Ruth, Déborah, Alejandro, Andrea
y Natanael; y tenemos 17 nietos -hasta ahora. Mi esposa vino al país
con sus padres y hermanos desde Holanda en 1947, familia que fue pionera
en la iglesia en la zona del oeste del Gran Buenos Aires.
Sobre mis gustos
Siempre fui muy bailarín, era un especialista en bailar el
vals. Me resultaba imposible escuchar un vals y no sacar a alguna
chica a bailar.
Sobre mi
conversión
Cuando Robert, mi hermano, decidió bautizarse y se lo comunicó
al misionero que terminó con nuestra conversión y finalmente
nos bautizó, el élder Juan Carlos Ávila me preguntó
si yo no deseaba bautizarme también. Le dije que no, que yo
era ateo. Entonces me dijo que antes de tomar esa decisión
en forma definitiva leyera el Libro de Mormón. Como a Juan
Carlos lo quería mucho, no pude negarme y lo hice.
Dado que estábamos en vacaciones, en tres días, sólo
en tres días, leí el Libro de Mormón; desde la
mañana muy temprano hasta la noche muy tarde. Cada vez que
me ponía a leer decía, por primera vez de rodillas,
esta misma oración: “Dios, si es que existes, quiero
que me respondas si este libro es verdadero”.
Me doy cuenta que con esa manera de dirigirme al Señor lo puse
en la alternativa de darme una soberana bofetada –y aquí
bien cabe el calificativo de soberana-- por mi insolencia, o de darme
un testimonio por mi sinceridad. Siempre agradezco a Dios que optó
por darme un testimonio, tanto que ya no me importa si alguna vez
también me da la merecida bofetada. |
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