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Angosto
es el CAMINO
Por el élder Sterling W. Sill
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Uno
de los secretos más importantes de la feliz habilidad para
dirigir, bien sea en la Iglesia o cualquier otro lugar, se ha expresado
adecuadamente en la bien conocida afirmación de Jesús:
“Entrad por la puerta estrecha… porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los
que la hallan”. (Mateo 7:13-14)
Se reconoce
que todos desean ser felices y lograr el éxito; y sin embargo,
cuántas son las personas de nobles ideales y ambiciones finas
que llegan a un destino indeseable e imprevisto. Se debe a que el
camino por el cual llegamos al éxito y la felicidad es tan
angosto, que la mayor parte de las personas no pueden permanecer
dentro de sus confines por mucho tiempo.
Las tendencias naturales de la gente demandan un camino más
amplio del que permite el éxito verdadero. Es más
fácil andar por un camino ancho; hay más lugar en
él para desvíos y rodeos. El camino ancho no limita
a uno a pensar rectamente ni a disciplinarse.
Existe en nosotros la tendencia de querer más laxitud de
la que podemos hallar en un camino angosto. ¿Hemos oído
alguna vez de alguien que se haya desviado del camino angosto en
ángulo recto? El fracaso empieza simplemente por
querer hacer más ancho el camino. Nuestras inclinaciones
nos incitan con tanta frecuencia a que exploremos los caminos laterales
que nunca nos conducen a donde deseamos ir.
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El
viajero común desperdicia mucho tiempo del que debe, en desviaciones
y callejones sin salida. Hay miles de caminos que conducen a todo
destino concebible. Algunos son fáciles y agradables porque
no tienen muchas restricciones. Son de amplitud suficiente para
permitir muchas clases de actividades incompatibles con el éxito.
En nuestro viaje
hacia el éxito, deben considerarse muchas cosas. Un objetivo
noble es importante; una ambición digna es loable; el gran
entusiasmo es útil. No obstante, también debemos considerar
con cuidado el camino por el cual vamos a transitar. Se llega a
toda gran realización, sea intelectual, social, física,
espiritual o económica, por el camino angosto precisamente
de acuerdo con el significado que Jesús aplicó a este
término.
Por ejemplo,
sabemos que la concentración es importante para lograr el
éxito. Cuando se le preguntó a William Gladstone,
el destacado político inglés, el secreto de su feliz
carrera, su respuesta fue una sola palabra: “Concentración”.
Emerson dijo la misma cosa. A eso se estaba refiriendo Jesús
cuando manifestó: “…si tu ojo fuere bueno…”
(Mateo 6:22) “El hombre de doble ánimo es inconstante
en todos sus caminos”. (Santiago 1; también 4:8)
La concentración no es una ancha carretera y se adquiere
limitando el capo de acción, ampliando la visión,
descartando las distracciones y enfocando la mente.
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El viajero común
desperdicia mucho tiempo del que debe, en desviaciones y
callejones sin salida. |
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La
decisión es otro de los componentes importantes del éxito,
pero también es angosta. La decisión constituye la
puerta y la actuación es la vía. Debemos resolvernos,
en lo que respecta a determinada cosa, entonces enfocar nuestra
atención y guiarnos por la brújula, no por nuestros
caprichos. Si uno desea ser preciso y exacto, debe abandonar la
indeterminación y la generalidad.
El éxito requiere que lleguemos a una determinación;
que establezcamos nuestras normas. Debe restringirse la laxitud
y eliminarse las cosas que no concuerdan.
La autodisciplina
es también estrecha. Consideremos, por ejemplo, las personas
que padecen de obesidad o gordura. El principio que está
causando su problema es el camino ancho. Si se va a rebajar de peso,
sencillamente quiere decir ceñirse a un camino más
angosto. Será menester proscribir ciertas cosas, imponer
restricciones, limitar la cantidad de alimentos, refrenar con más
severidad el apetito. Cuanto mayor sea la reducción deseada,
tanto más angosto debe ser el camino.
En la Palabra
de Sabiduría el Señor no hizo más que estrechar
el camino que conduce a la salud, prohibiendo el uso de ciertas
cosas. Los millones de alcohólicos que hay en todo el mundo
eran gente sin ese vicio en otro tiempo. Ninguno de ellos intencionalmente
se encaminó hacia el terrible lugar donde fue a parar. Probablemente
tenían nobles ideales y buenas intenciones. Ciertamente querían
llevar vidas felices, útiles y respetables. Cayeron en error
sólo porque quisieron hacer demasiado extenso su camino.
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Es el torrente
de cauce angosto y profundo el que tiene fuerza para abrirse
paso entre la montaña. |
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¡Con
cuánta frecuencia tenemos en nuestras mentes grandes propósitos
y nobles ideales precisamente en el momento que nuestras manos buscan
las cosas prohibidas y nuestros pies nos llevan por el ancho camino
que nos conduce a la destrucción!
Algunas personas se hacen llamar “liberales”. Pero con
frecuencia amplían sus pensamientos a tal grado que se introducen
en su programa muchas cosas indeseables. Nos valemos de un rasgo interesante
llamado tolerancia, que con frecuencia significa ceder terreno. Modificamos
y transigimos.
La sociedad se ha vuelto tolerante en extremo en lo que respecto al
uso del alcohol, la delincuencia, el pecado, el menosprecio de los
mandamientos religiosos. |
Nosotros
nos hemos tornado tolerantes hacia las cosas que causan el fracaso,
y aun hemos aprendido a ser tolerantes con el propio camino ancho
y espacioso. Tenemos la tendencia de creer demasiado en el “desenlace
feliz”, sea cual fuere el camino que tomemos.
La liberalidad puede compararse a un río sumamente ancho pero
de poca profundidad. Es el torrente de cauce angosto y profundo el
que tiene fuerza para abrirse paso entre la montaña.
Hay algunas organizaciones religiosas que atribuyen poca importancia
a la iglesia a la cual uno pertenece o a lo que rehace en ella. Afirman
que toda la gente tiene algo de bueno en sí, y que al fin y
al cabo todos llegarán al mismo lugar.
Oímos decir que no es de mucha importancia lo que creamos o
lo que hagamos; y agrada a muchos adoptar un camino muy ancho y espacioso,
en el cual puede haber cabida para cualquier cosa. |

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A
pesar del concepto que tengamos del Dios de salvación ¿no
es interesante observar que el Dios de la naturaleza es muy estrecho?
A nivel del mar, el agua hierve a 100 grados, según el termómetro
Centígrado, o 212, según el Fahrenheit; pero nunca
a 98 o 210 respectivamente. El agua se congela a 0 y 32 grados respectivamente;
pero nunca a 2 o 34. El Dios de la ciencia es estricto. Los objetos
más pesados que el aire no pueden resistir la atracón
de la tierra. No hay excepciones; nos parecerá intransigente
en extremo, pero así es.
Se puede
predecir al minuto la vuelta de un planeta en una órbita
de 500 millones de millas. A estos astros no les es dada ninguna
laxitud para desviarse.
La electricidad es estrecha. La brújula siempre indicará
hacia el norte, nunca hacia el oriente o poniente; de modo que la
brújula no es muy “liberal”. Las matemáticas
son muy rígidas. Dos y dos son cuatro, nunca tres y medio.
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El que ha pasado por la experiencia de hallarse en medio de una
fuerte tormenta, en un avión que tuvo que aterrizar por medio
de los instrumentos, ¡cómo ha orado que el corazón
del piloto no se desvíe ni un ápice! Un momento de
“liberalidad” por parte de él puede resultar
en muerte instantánea para todos.
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La brújula
siempre
indicará hacia el norte |
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Así
como la ciencia y la naturaleza son estrechas y angostas, en igual
manera lo es el evangelio. Por ejemplo, dice: “El que creyere
y fuere bautizad, será salvo; más el que no creyere,
será condenado.” (Marcos 16:16) “Un Señor,
una fe, un bautismo.” (Efesios 4:5)
Quizá esto parezca muy estrecho, pero también parece
razonable, correcto y seguro. La verdadera habilidad para dirigir
es también intransigente. Si hacemos estas cosas, logramos
el éxito; si hacemos aquellas, fracasamos. No hay más
alternativa y empezamos a fracasar precisamente en el momento en
que nos convertimos en demasiado liberales.
El
elemento principal del éxito en cualquier campo consiste
en seguir el camino estrecho. Es la vía de la salvación,
la vía del éxito, de la felicidad, de la habilidad
para dirigir con éxito, de contener nuestro peso, de dominar
nuestra actitud. Es lo contrario del camino que tiene amplitud suficiente
para decisiones vagas, pensamientos desenfrenados y actos licenciosos.
El camino espacioso y placentero lleva a donde acechan la destrucción
y el fracaso.
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Pensemos
en lo angosta que es la vía de la lealtad. Nos ciñe
a una devoción definitiva. El éxito y la felicidad
en el matrimonio también son un camino recto. Dos personas,
de su propia voluntad, se entregan el uno al otro y a nadie más.
No están por más tiempo irresponsablemente libres
para andar aquí y allá donde el capricho pasajero
pueda atraerlos. El matrimonio no es una ancha avenida de tránsito
en dos direcciones; tampoco lo es la habilidad para dirigir con
éxito, ni la vida. La gloria mayor de una persona consiste
en la rectitud de su puerta y la estrechez de su camino.
Los infieles y desleales andan por el camino ancho. Podrán
tener una gran variedad de intereses o ninguno; podrán sentir
devoción hacia muchos o nade; podrán vivir sin restricción,
de acuerdo con la filosofía del “liberalismo”.
No obstante, sabemos que esa vía particular ha sido designada
el “camino ancho”, y todos deben saber de antemano a
dónde conduce.
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Los
Diez Mandamientos son estrechos. Las leyes que tiene que ver con el
reino celestial también lo son, y son pocos los que se conservan
en el camino.
Nos alejamos del camino principalmente porque nosotros mismos quitamos
el cerco que lo rodea y derribamos las indicaciones y letreros que
prohíben el paso, y así, ningún malestar sentimos
al apartarnos del camino recto.
En cuanto empezamos a conceptuar la vida como una carretera que permite
el tránsito en dos sentidos, empiezan a desarrollarse la hipocresía
y la confusión, y nos hallamos envueltos en dificultades. A
esta norma doble se debe la discordia que existe que existe entre
el hecho y el credo, lo cual es la causa de los innumerables males
de nuestra civilización. No basta con fijar una meta elevada;
es también necesario que no nos apartemos del camino que conduce
allí. |
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A
pesar de la razón y del conocimiento científico de
que nos preciamos, aun creemos más o menos subconscientemente,
en una especia de magia negra, que pese al camino que tomemos, de
una manera u otra nos irá bien. A un pecador empedernido
le parece imposible que al fin se vaya a perder.
Tratamos de
sostener nuestros nobles ideales con una mano en el momento preciso
que cruzan por nuestra mente pensamientos impíos o leemos
literatura indebida o hacemos cosas malas. Cuando fijamos nuestros
pensamientos en fines o propósitos correctos, mas permitimos
que nuestros pies vayan por el camino incorrecto, no sólo
nos calificamos de pecadores, sino también de necios; porque
ninguna cosa que viaja por el camino errado podrá llegar
al destino correcto.
En el sermón
más importante que jamás se ha predicado, el Hombre
más noble que jamás ha vivido dijo: “Ven, sígueme.”
(Lucas 18:22) También: “Yo soy el camino, y la verdad
y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan
14:6) Esto señala un camino angosto en extremo; no tiene
desvíos, no hace excepciones, no admite transigencias. Sin
embargo, al andar por él tendremos la seguridad de que llegaremos
a donde deseamos ir.
Consideremos
algunos de los elementos que son parte de la habilidad para dirigir
dentro de nuestra propia Iglesia, y midámoslas para ver si
están de conformidad con lo que especificó Jesús.
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Conducta
personal. El hábil director se gloría en conservar
su conducta en línea recta con la estrella polar de su fe.
Debe ser fiel a lo mejor que hay en él.
Otros andarán errantes aquí y allá por todo el
territorio, pero él será fiel, no porque alguien podrá
verlo, ni porque sea “lo más conveniente”, sino
porque es lo recto. |
Actitud
mental. Si los pensamientos de una persona se desvían
por el camino ancho, no hay mucha probabilidad de que sus pies se
conserven por el camino angosto. El psicólogo William James
dijo: “Aquello que conserva la atención, determina el
hecho”. Por donde conduce la mente, allí andan los pies. |
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La
sensación de responsabilidad es un camino estrecho
en extremo y, como todas las demás cosas, nuestra limitación
es nuestra gloria mayor. El presidente norteamericano Lincoln dijo
que la nación no podía existir siendo la mitad esclavos
y la otra mitad libres. Tampoco puede existir la habilidad para
dirigir si el director es medio responsable y medio irresponsable.
El concepto
de Jesús respecto del camino estrecho se aplica a todo elemento
que forma parte de nuestra habilidad para dirigir. La integridad
personal es estrecha; lo es el deber y también la preparación.
El propio Maestro
nos ha dado la fórmula: “entrad por la puerta estrecha;
porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición,
y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta,
y angosto son los que la hallan.” (Mateo 7:13-14) |
Artículo publicado
en la Liahona de octubre de 1960 |
Estilo SUD, 8 noviembre
2008 |
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