Tenemos varios medios para obtener guía e inspiración en todas las etapas de nuestra vida

Hace algunos años, tuve una singular experiencia mientras volaba en un pequeño avión de cuatro asientos. Nos dirigíamos a Salt Lake City, y era uno de esos días en que, de pronto, la niebla envuelve el valle.
Volábamos a unos mil metros de altura y sobre la niebla, cuando el piloto habló por radio a la torre de control de la ciudad pidiendo instrucciones para aterrizar. Aunque él era experto, el aparato carecía de radar o cualquier otro de los equipos más completos que llevan los aviones grandes.
El empleado de la torre de control le respondió que, a pesar de que estaban a punto de cerrar la pista a causa de la poca visibilidad, estaba dispuesto a dirigirlo para que aterrizara sin problemas en medio de la densa niebla. El piloto se volvió hacia nosotros y nos dijo:
--Podemos tratar de aterrizar bajo la dirección de la torre de control, o podemos regresar a Nevada y esperar allí hasta que la niebla se despeje. ¿Qué desean hacer?

Todos estuvimos de acuerdo en que debíamos tratar de aterrizar en Salt Lake City, siempre que no corriéramos peligro.
Fue muy interesante escuchar las instrucciones que el piloto recibía de la torre de control. por medio del radar, el empleado de la torre sabía donde estábamos, le indicó al piloto cuando tenía que disminuir la altura y en qué dirección debía ir. La niebla se había vuelto tan espesa que era imposible ver nada, y dependíamos totalmente de la torre de control. Recuerdo que en aquel momento pensé cuán importante era para nosotros el empleado de la torre, qué podía controlarnos mediante el radar.

El avión continuaba descendiendo, pero no podíamos distinguir la tierra. Cuando estábamos a unos 150 metros de altitud, el piloto se volvió hacia uno de mis compañeros de viaje que estaba sentado a su derecha y le dijo:
--Trate de ver la pista, y cuando la vea, avíseme.
Después se concentró en sus instrumentos y en las instrucciones que recibía de la torre. Yo no podía sacar los ojos del altímetro. Pronto descendimos a 120 metros, luego a 100... y a 90... y todavía no veíamos la pista. De pronto, mi amigo que iba sentado junto al piloto, exclamó:
--¡Ahí está la pista!
Todos nos sentimos aliviados al mirar adelante; allí directamente enfrente de nosotros, la pista nos daba la bienvenida, y más aún, el avión estaba perfectamente colocado en la dirección debida.
¡Cuán agradecido me sentí en aquel momento porque en la torre había habido alguien que tenía el conocimiento y la experiencia necesaria para dirigirnos a fin de que aterrizáramos sanos y salvos!
Desde aquel día, a menudo he pensado en que nuestra vida se puede comparar en muchos aspectos a la experiencia aquella. Nosotros tampoco podemos ver y entender todo; por lo tanto, nuestro Padre Celestial ha puesto en la tierra un gran Profeta, cuya función es similar al empleado de la torre de control. Si escuchamos cuidadosamente a todo lo que él nos dice, y si seguimos fielmente sus instrucciones, podremos encontrar el camino de regreso a nuestro Hogar Celestial. Otros de los instrumentos que utiliza Dios para guiarnos cuando la espesa niebla se cierne sobre nosotros, son: el Espíritu Santo, nuestros líderes y nuestros padres. Si los escuchamos, y aprendemos a seguir sus consejos, siempre "aterrizaremos" sanos y salvos, durante toda nuestra vida. Y, lo que es más importante, cuando lleguemos al fin de ella aquí sobre la tierra, podremos llegar "sanos y salvos" a la presencia de nuestro Padre celestial.

• El Profeta nos advierte de las cosas que nosotros no vemos o entendemos
• Nuestros padres, líderes y la inspiración personal también son ayudas importantes
• Es importante seguir las instrucciones que recibamos de estas fuentes.

• Juan 14:26
• DyC 21:4-6
• Efesios 6:1-3

“El orar y escudriñar las Escrituras sin cesar y el seguir el consejo del profeta viviente nos mantiene en armonía con el Señor y podemos interpretar la inspiración que viene por medio de Su Espíritu con mucha más facilidad. Porque Él ha dicho: “Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz.” (DyC 19:23)
(Élder Rex D. Pinegar, Liahona julio 1993, pág. 76)