El
arrepentimiento, aunque pueda significar esfuerzo, nos ayuda
a limpiarnos de toda impureza |
Relato |
Limpieza
de primavera
Por el Pte. Gordon B. Hinckley |
Cuando
yo era jovencito y vivía en Salt Lake City, la mayoría
de las casas se calentaban con estufas de carbón, y
de las chimeneas se veía salir un humo negro y denso.
Al terminar el invierno, el hollín se veía por
todos lados, tanto dentro como fuera de las casas.
Todos los años observábamos un ritual que no
considerábamos muy agradable; era algo que requería
la participación de todos los miembros de la familia,
y se conocía como “la limpieza
de primavera”. Una vez que el clima mejoraba después
del largo invierno, dedicábamos más o menos
una semana a la limpieza; por lo general, se hacia coincidir
con un día feriado e
incluía dos sábados. Mi madre era la directora
del programa.
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Se
quitaban todas las cortinas y se lavaban, para entonces plancharlas
con gran cuidado. Las ventanas se limpiaban por dentro y por
fuera. ¡Cuánto trabajo requería aquel
enorme caserón de dos pisos!
Todas las paredes interiores eran empapeladas y para limpiarlas
mi padre compraba varias latas de un producto especial; parecía
como masa de pan, pero tenía un lindo color de rosa
y un aroma agradable, limpio y fresco. Todos
trabajábamos en equipo. Amasábamos aquella pasta
con las manos, nos subíamos en una escalera y comenzábamos
por el alto cielo raso, limpiando después las paredes
hacia abajo. La pasta iba quedando negra al recoger la suciedad
del papel. Era una tarea terrible y agotadora, pero sus resultados
eran cosa de magia. Nos deteníamos a contemplar y comparar
las partes sucias con las limpias. Era asombroso ver cuanto
más hermosas lucían las paredes limpias.
Todas las alfombras se llevaban al patio posterior, donde
las colgábamos de los tendederos para secar la ropa.
Cada uno de nosotros, los muchachos, tenía una paleta
especial de acero liviano con un mango de madera para sacudir
las alfombras. Al golpearlas, veíamos salir nubes de
polvo y teníamos que continuar haciéndolo hasta
que ya no saliera más.
Detestábamos esa tarea, pero cuando terminábamos
de limpiar y todo volvía a su lugar, el resultado era
maravilloso.
La casa quedaba limpia y sentíamos el espíritu
renovado. El mundo entero tenía mejor aspecto.
Esto es lo que algunos de nosotros debemos hacer con nuestra
vida. Isaías dijo: “Lavaos y limpiaos; quitad
la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos”
(Isaías 1:16).
Nuestro cuerpo es sagrado, creado a imagen de Dios; es maravilloso,
la más grande de las creaciones de la Deidad.
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Sean de mente limpia y tendrán un mejor control de
su cuerpo. Los pensamientos inmundos engendran actos inmundos.
El Señor ha dicho: “...deja que la virtud engalane
tus pensamientos incesantemente”, y con ello nos promete:
“...entonces tu confianza se fortalecerá en la
presencia de Dios” (D. y C. 121:45).
Ustedes no pueden —no deben— dejarse atrapar en
la trampa de una conducta inmoral.
Utilicen un lenguaje limpio; hoy en día abunda el lenguaje
indecente e impuro.
Sean limpios en el modo de vestir y en su comportamiento.
Les insto a ser corteses, respetuosos, honrados e íntegros.
Que Dios nos bendiga para que vivamos con las manos limpias
y el corazón puro, a fin de que seamos dignos de Su
sonrisa de aprobación. |
Tomado de Liahona marzo de 2004 |
Conceptos
para aplicar |
- Es
importante que nos arrepintamos de nuestros pecados
- El
arrepentimiento nos limpia de nuestros errores
- Tenemos
que mantener limpia nuestra mente.
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Escrituras |
- DyC
58:42-43
- Alma
34:33
- Mosíah
5:2
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Cita |
“El
tener fe en Jesucristo y en Su expiación significa
confiar completamente en Él, fiarnos de Su poder, inteligencia
y amor infinitos. Si ejercemos con rectitud el albedrío,
recibimos los atributos propios de Cristo. La fe en Él
conduce a la acción. Cuando tenemos fe en Cristo, confiamos
en Él lo bastante para seguir Sus mandamientos, aunque
no entendemos completamente lo que los motiva. Al procurar
parecernos más al Salvador, tenemos que revaluar nuestra
vida regularmente y, por la senda del verdadero arrepentimiento,
confiar en los méritos de Jesucristo y en las bendiciones
de Su expiación."
(Pte. Dieter F. Uchtdorf, Liahona noviembre 2005, págs.102-103)
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