Debemos
seguir el ejemplo de Jesucristo y tratar de ver más
allá de las apariencias |
Relato |
Miremos
el corazón
Por Gayle M. Clegg |
Hace
varios años, nuestra familia se dirigía l campo
luego de pasar una semana confinados
en casa por causa de las fuertes lluvias. Al parar a un lado
de la carretera para contemplar
los cerezos en flor, nos dimos cuenta de que los neumáticos
del auto se hundían en el
húmedo y blando barro. Todos nuestros esfuerzos por
empujar el auto de nuevo a la carretera sólo sirvieron
para hundirnos un poco más, hasta que aquel barro,
semejante a las
arenas movedizas, llegaba ya a la mitad de las ruedas. Estábamos
atascados, sin esperanza
de salir, y había pasado mucho tiempo sin que viéramos
otro automóvil.
De repente vimos un camión destartalado con seis adolescentes
bulliciosos que se detenía detrás de nuestro
auto.
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Al
descender del vehículo, notamos sus tatuajes, que mascaban
tabaco y sus peinados exagerados.
Mi esposo se inquietó por la seguridad de nuestra familia
y nos dijo que nos subiéramos al auto y que pusiéramos
el seguro a las puertas. Los jóvenes preguntaron a
mi marido si necesitábamos ayuda, a lo que él
respondió que no, que podíamos hacernos cargo
de la situación sin problema alguno.
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La apariencia de los muchachos nos daba más mal agüero
que el estado del auto atascado
en el barro hasta los ejes. Los jóvenes se fijaron
que en el interior estaban cinco niños
pequeños y yo, y sugirieron a mi esposo que se subiera
al auto y condujera mientras ellos nos empujaban. Las ruedas
empezaron a lanzar olas de barro en todas direcciones, cubriendo
a los muchachos de pies a cabeza mientras empujaban el auto
hacia la carretera.
Mi marido sacó dinero de la billetera para pagarle
a los jóvenes, pero ellos se negaron a aceptarlo y
se subieron al camión diciendo que se sentían
felices de haber ayudado a un hermano. Se fueron antes de
que siquiera pudiéramos darles las gracias como se
merecían. A mi esposo, que había esperado lo
peor al principio, lo embargaba la gratitud.
Las apariencias pueden impedirnos mirar en el corazón.
Cada vez que olvidamos por un instante la bondad básica
de la gente y la juzgamos inmerecidamente, nuestra familia
suele acudir al relato de cuando nos quedamos atascados en
el barro y fuimos rescatados. Jesús veía más
allá de la apariencia externa para llegar al corazón
mientras tendía una mano a los recaudadores de impuestos,
perdonaba a los deudores y sanaba a los pecadores. |
Tomado de Liahona junio de 2004 |
Conceptos
para aplicar |
- Jesucristo
conoce nuestra mente y nuestro corazón
- Debemos
buscar inspiración para lograr llegar al corazón
de las personas
- Las
apariencias pueden impedirnos ver el corazón
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Escrituras |
- Moroni
7:3-5
- Isaías
55:8-9
- DyC
11:12
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Cita |
“A
menudo, equiparamos el concepto de la caridad con visitar
a un enfermo, llevarle comida a algún necesitado, o
compartir lo que nos sobra con aquellos que son menos afortunados.
Sin embargo, la verdadera caridad es mucho, mucho más...
y cuando se graba en nuestro corazón, nunca más
volvemos a ser los mismos. Quizás adquiramos la mayor
caridad al ser amables los unos con los otros, al no juzgar
ni adjudicar categorías a los demás, al limitar
nuestras malas opiniones de otras personas o permanecer en
silencio. La caridad es aceptar las diferencias, debilidades
y faltas de los demás; es tener paciencia con alguien
que nos haya fallado; es resistir el impulso de sentirnos
ofendidos cuando alguien no hace las cosas de la manera que
nos hubiera gustado. La caridad es rehusar aprovecharnos de
las debilidades de otros y estar dispuestos a perdonar a alguien
que nos haya herido. La caridad es esperar lo mejor de los
demás.”
(Élder Marvin J. Ashton, Liahona julio 1992, pág.
21)
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