Normas
Seguirlas nos ayuda a progresar

Contamos con normas certeras, comprobadas y eficaces. Al grado en que las observemos, así avanzaremos.

Relato
Sigamos un curso firme
Por Pte. Gordon B. Hinckley

Vivimos en una época en la que los valores y las normas cambian, una época de programas engañosos que florecen por la mañana pero que mueren al anochecer.
Esto se aprecia en los gobiernos, lo vemos en la moral pública y privada, en los hogares de la gente, en las iglesias y hasta entre algunos de nuestros propios miembros, que son desviados por la sofistería de los hombres.
En todas partes, parecería que los hombres están buscando algo pero están cegados por la
oscuridad que les rodea, que dejan de lado las tradiciones que constituyeron la fortaleza de
nuestra sociedad mas no son capaces de hallar una nueva tradición que les guíe.
Recuerdo la fortaleza moral que demostró un funcionario del gobierno japonés que habló durante la dedicación del pabellón de la Iglesia en la Expo ‘70, o sea, la feria mundial celebrada en Japón. Congratuló calurosamente a la Iglesia por participar en la exposición y deploró la débil influencia de la religión en la vida de sus propios conciudadanos, con el consiguiente deterioro de las normas y
los ideales.
Aparentemente es así en todas partes. Tiempo atrás, leí un estimulante artículo escrito por Barbara W. Tuchman, historiadora que ganó el premio Pulitzer. Ella dijo: “Cuando de líderes se trata, contamos con un número excesivo de ellos —centenares de flautistas de Hamelín—
... listos y ansiosos por guiar al pueblo, que van apresuradamente de un lado a otro recabando seguidores y tratando de ganarse el mayor respaldo posible. Pero lo que no hacen, extrañamente, es detenerse y decir: ‘Esto es en lo que yo creo. Esto es lo que haré y esto es lo que no haré. Éste es mi código de conducta y esto otro no se incluye en él.

Esto es excelente y esto otro es basura’. Vivimos en una época de abdicación de liderazgo moral en el sentido de que nadie está dispuesto a definir las normas por las que se guía”. Y prosiguió: “De todas las enfermedades que nuestra pobre... sociedad ha heredado, a mi modo de ver la principal y la que más incomodidad y confusión produce es la carencia de normas. Somos demasiado inseguros para reivindicarlas, para ceñirnos a ellas, o en el caso de personas con cargos de autoridad, de aplicarlas. Padecemos una indiferencia generalizada y corrosiva a adoptar cualquier decisión respecto a cualquier norma, sea moral, de comportamiento o estética”1.

Si bien las normas en general parecen inestables, nosotros, los miembros de la Iglesia, no tenemos excusa alguna si nos comportamos de idéntica manera. Contamos con normas certeras, comprobadas y eficaces. Al grado en que las observemos, así avanzaremos.
Al grado en que las descuidemos, se detendrá nuestro progreso y restaremos mérito a la obra del Señor. Estas normas proceden de Él. Tal vez en el mundo de hoy algunas parezcan un tanto anticuadas, pero ello no resta ni un ápice a su validez ni a la virtud de su aplicación. El sutil razonamiento de los hombres, a pesar de lo inteligente que parezca, ni lo convincente que pueda resultar, no puede disminuir la patente sabiduría de Dios.
Una vez oí decir a Hans Kindt, el sabio patriarca de la Estaca Milwaukee Norte, Wisconsin: “Dios no es un político celestial que busca nuestro voto. Más bien, a Dios hay que buscarlo y obedecerlo”. Lo mejor de todo esto es que la obediencia trae felicidad, da paz y hace progresar a la persona, a través de cuyo buen ejemplo aporta respeto a la institución a la que pertenece.

1.- “The Missing Element—Moral Courage”, McCall’s, junio de 1967, pág. 28.
Tomado de Liahona enero de 2005
Conceptos para aplicar
  • Nos regimos por normas y valores eternos
  • Debemos cumplir con las normas y no sólo hablar de ellas
  • La obediencia a ellas nos trae felicidad, paz y progreso.
Escrituras
  • 1 Nefi 17:3
  • DyC 82:10
  • DyC 130:21
Cita

“No importa cuanta fe en Dios tengamos ahora, será preciso fortalecerla continuamente y mantenerla fresca. Eso se hace al decidir en este momento ser más prestos para obedecer y tener mayor determinación para perseverar. Aprender a comenzar con tiempo y perseverar son las claves de la preparación espiritual, mientras que la postergación y la inconstancia son sus más mortíferos enemigos…. El decidir ahora ejercer la fe y perseverar en la obediencia, con el tiempo, será una fuente de gran fe y certeza. Ésa es la preparación espiritual que todos necesitaremos; y con ella estaremos preparados para recibir, en los momentos de crisis, la promesa del Señor: ‘Si estáis preparados, no temeréis’ (DyC 38:30)” (Pte. Henry B. Eyring, Liahona noviembre 2005, pág.38,40)

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