Nuestro
lenguaje debe ser limpio y edificante en toda situación
de nuestra vida. |
Relato |
Una
palabra vergonzosa
Por el élder L. Tom Perry |
Hoy
en día, y probablemente más que en cualquier otro
periodo histórico, hay un mayor
uso del lenguaje soez y malsonante. Yo tuve una experiencia
que me mostró cómo el uso de una mala palabra
puede impactar a las personas que no esperan que semejante expresión
salga de nuestros labios. Me hallaba en el campo de entrenamiento
del Cuerpo de infantes de marina de los Estados Unidos durante
la Segunda Guerra Mundial.
Claro está que el lenguaje de mis compañeros no
tenía la calidad que uno quisiera adoptar para sí.
Había regresado recientemente del campo misional y estaba
decidido a mantener mi vocabulario por encima del nivel que
estaban empleando los demás.
Me esforcé constantemente por no decir ni siquiera la
más sencilla y habitual de las palabras malsonantes.
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Cierto día estábamos en el campo de tiro realizando
las últimas pruebas de disparo a distancia.
Me habían
salido bien las prácticas desde los 90, 180 y 275 metros,
y ahora estábamos en la distancia de 450 metros. Sólo
necesitaba una puntuación razonable, es decir, me bastaba
con dar en el blanco sin necesidad de dar en el centro exacto
para conseguir el título de Tirador Experto.
Se nos había infundido el deseo de realizar una labor
excelente y obtener las mejores calificaciones de tiro de
todo el pelotón. |
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Me puse nervioso en la posición de los 450 metros y
en el primer disparo moví el rifle con el hombro. Claro
está, la bandera se mecía; había fallado,
y con el fallo se esfumó la oportunidad de conseguir
el título de Tirador Experto.
De mi boca salió una palabrota que me había
prometido no decir jamás. Para mi consternación
y disgusto, de repente los demás compañeros
dejaron de disparar y se volvieron hacia mí boquiabiertos.
Cualquier otro infante de marina que estuviera disparando
desde aquella posición habría podido utilizar
esa misma palabra sin que nadie le hubiera prestado atención,
pero como yo había optado por vivir las normas del
campo misional en el Cuerpo de
infantes de marina, todos quedaron asombrados cuando me olvidé
de mis valores.
El Salvador mismo nos enseña sobre el uso de nuestro
lenguaje. Él dice: “No lo que entra en la boca
contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina
al hombre” (Mateo 15:11).
Muchas veces, en nuestro intento por refrenarnos de un habla
impropio, acudimos a palabras sustitutas, aunque en ocasiones
son tan parecidas a las expresiones vulgares que es muy probable
que todo el mundo entienda que no estamos sino sustituyendo
palabras y no hemos mejorado nuestro vocabulario.
¿Se me permite ofrecer las sugerencias que figuran
a continuación a todo aquel que haya incurrido en la
práctica de utilizar un lenguaje soez y vulgar y que
desee corregir ese hábito?
1. Comprométanse a erradicar tales palabras de su vocabulario.
2. Si alguna vez se les escapa esa palabra o su palabra sustituta,
reconstruyan la frase mentalmente sin ninguna de las dos.
3. Digan la nueva frase en voz alta.
Con el tiempo, llegarán a cultivar un vocabulario exento
de vulgaridades. |
Tomado de Liahona julio de 2007 |
Conceptos
para aplicar |
- Debemos
ser un ejemplo utilizando un lenguaje correcto
- No
debemos usar palabras que sean similares a expresiones groseras
y den la misma idea
- Un
lenguaje correcto nos asemeja a Cristo
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Escrituras |
- Mateo
15:11
- Efesios
4:29-30
- Artículo
de Fe Nº 13
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Cita |
“Las
personas que te oyen hablar a ti te clasifican y te sitúan
en una determinada categoría. El habla refleja el tipo
de persona que somos y deja al descubierto nuestro pasado
y nuestro modo de
vida; describe nuestros pensamientos y nuestros sentimientos
más recónditos."
(Elder L. Tom Perry, Liahona julio 2007,
pág.32)
“Nuestras
palabras, así como nuestras acciones, deben estar llenas
de fe y esperanza y caridad, los tres grandes principios cristianos
que el mundo necesita tan desesperadamente hoy día.
Con palabras como esas, pronunciadas bajo la influencia del
Espíritu, se pueden secar lágrimas, sanar corazones;
se pueden edificar vidas, restituir la esperanza y hacer prevalecer
la confianza.”
(Élder Jeffrey R. Holland, Liahona mayo 2007, pág.18)
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