Ser
misionero no debe ser una simple tradición, sino una
oportunidad especial de servir para la que hay que prepararse. |
Relato |
Tres
centavos
por Joel B. Macariola
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“No, obispo, no creo que vaya a la misión”,
decía cada vez que mi obispo me invitaba a considerar
la idea de servir en una misión.
Cuando mi familia se unió a la Iglesia, hubo muchas
cosas que tuvimos que aprender y otras tantas que olvidar.
Al ser la primera generación de miembros, nunca habíamos
considerado ni hablado de servir en misiones, un sacrificio
que parecía demasiado grande.
Aún así, yo era miembro activo de la Iglesia.
Asistía a todas mis reuniones y aceptaba responsabilidades
a medida que se me extendían. Me hallaba en mi segundo
año de estudios de contaduría cuando mi obispo
me llamó a servir como secretario financiero.
Un miércoles enfrenté la tarea de encontrar
un error en los registros; me sentía frustrado mientras
trabajaba para encontrar la diferencia de tres centavos que
había entre los registros de la Iglesia y los del banco.
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Había
que presentar el informe al día siguiente y la fecha
de entrega no hacía sino contribuir a mi desesperación.
Me di cuenta de que la única cosa sensata que restaba
por hacer era pedir ayuda. Le expliqué al obispo el
apuro en el que me encontraba y me sorprendió el que,
en vez de estudiar el informe de inmediato, me invitara a
arrodillarme con él para explicarle nuestro problema
al Señor. Cuando nos pusimos de pie, el obispo pidió
ver el informe, y casi al instante, sin emplear la calculadora,
señaló una columna y dijo: “Aquí
está tu problema”.
Sumé las cantidades y vi que tenía razón.
Me sentí como si hubiera presenciado un milagro. Mi
reciente y débil testimonio de la Iglesia y de sus
líderes se vio fortalecido.
Mientras aún me hallaba profundamente conmovido por
esa experiencia, el obispo me preguntó: “¿Ahora
vas a servir en una misión?”. Esa vez respondí:
“Sí”.
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Cuando
esa noche abandoné el centro de reuniones, llevaba
conmigo los papeles de la misión que tenía que
llenar y poco después fui llamado a servir en la Misión
Filipinas Baguio.
Han pasado muchos años desde aquella noche y aquella
oración que fue contestada. Luego de cumplir una misión
de dos años, regresé a mis estudios y obtuve
mi título universitario, cuatro años después
que la gente de mi edad; pero aún si tuviera que hacerlo
otra vez, escogería servir.
Estoy agradecido por un obispo que me dio un buen ejemplo
y obedeció las indicaciones del Espíritu de
hacerme la pregunta correcta en el momento propicio.
También me siento agradecido por mi Padre Celestial,
pues no sólo me ayudó a encontrar los tres centavos
a fin de reconciliar mi informe, sino que me bendijo con una
riqueza incalculable de experiencias misionales.
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Tomado de Liahona junio 2002 |
Conceptos
para aplicar |
- Ser
llamado a servir una misión regular es un privilegio
- Hay
que prepararse para cumplir con los requisitos necesarios
para salir a una misión
- Debemos
confiar en el Señor y en nuestros líderes
cuando nos llaman a servir
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Escrituras |
- Jacob
1:19
- DyC
18:15
- Isaías
52:7
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Cita |
“La
obra misional no es un ritual para avanzar en la Iglesia,
sino un llamado extendido por el Presidente de la misma a
todos los que sean dignos y capaces de hacerlo... Exige que
quienes sirvan como misioneros sean dignos en todos los aspectos...
Estoy convencido de que el elevar el nivel de los requisitos
hará que nuestros jóvenes, en especial los hombres
jóvenes, practiquen la autodisciplina para vivir por
encima de los bajos valores del mundo a fin de evitar la transgresión
y seguir un sendero más elevado en todas sus actividades”.”
(Pte. Gordon B. Hinckley, “El servicio misional”,
Primera Reunión Mundial de Capacitación de Líderes,
11 de enero de 2003, pág. 19.)
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90 - Yo quiero ser un misionero ya |
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91
- Espero ser llamado a una misión |
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175 - A dónde me mandes iré |
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7 - Id vosotros mensajeros |
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