Hay
una luz que ilumina nuestros ojos cuando prestamos servicio
en esta Iglesia. |
Relato |
Una
luz sagrada
por el Pte. James E. Faust |
Hace
algunos años, a Constance, una estudiante de enfermería,
se le asignó la tarea de ayudar a una mujer que se
había lesionado una pierna en un accidente.
La mujer rehusaba recibir atención médica porque
tenía miedo. La primera vez que Constance fue a verla,
la mujer le mandó que se fuera; la segunda vez, permitió
que entrara en su casa. Para entonces, tenía la pierna
cubierta de úlceras y una parte se estaba pudriendo;
aún así, no deseaba
que la trataran.
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Constance oró al respecto y un par de días después
le llegó la respuesta. En su visita siguiente, llevó
consigo un poco de agua oxigenada y, como era indolora, la
ancianita permitió que se la aplicara a la pierna.
Después hablaron acerca de llevar a cabo un tratamiento
más a fondo en el hospital. Constance le aseguró
que el personal del hospital haría que su estadía
en él fuera lo más placentera posible. En un
día o dos la mujer adquirió la suficiente valentía
para ingresar en el hospital.
Cuando Constance fue a verla, ella le sonrió y le dijo:
“Me ha convencido”, y después, inesperadamente,
le preguntó: “¿A qué Iglesia pertenece?”.
Constance le dijo que era miembro de La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días. La mujer
entonces dijo: “Lo sabía. Desde el primer día
supe que había sido enviada a mí. Había
una luz en su rostro que había notado anteriormente
en otras personas de su misma religión. Tenía
que confiar en usted”. A los tres meses, la pierna infectada
sanó completamente. |
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Los miembros
del barrio que vivían en la vecindad de la anciana
remodelaron su casa y le arreglaron el jardín.
Los misioneros fueron a verla y ella se bautizó poco
después. Todo eso porque ella advirtió la luz
en el rostro de la joven estudiante de enfermería.
Hay una luz que ilumina nuestros ojos cuando prestamos servicio
en esta Iglesia.
Alma preguntó si habíamos recibido la imagen
del Salvador en nuestros rostros (véase Alma 5:14).
Recibimos una luz sagrada en los ojos y en el rostro cuando
tenemos un vínculo personal con nuestro amoroso Padre
Celestial y con Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor. |
Tomado de Liahona febrero 2007 |
Conceptos
para aplicar |
- El
servicio desinteresado abre el corazón de las personas
- Al
servir al prójimo nos acercamos a Jesucristo y a
nuestro Padre Celestial
- Una
luz ilumina nuestro ojos cuando prestamos servicio en la
Iglesia
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Escrituras |
- Alma
5:14
- Mosíah
4:15
- DyC
58:27
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Cita |
“En
la acción de dar se expresa mayor espiritualidad que
en la de recibir. La mayor bendición espiritual se
recibe al ayudar a otra persona. Si quieren ser desdichados,
guarden un sentimiento de odio hacia un hermano, y si les
complace odiar, háganle algún daño. Pero
si desean ser felices, presten un servicio bondadosamente,
hagan feliz a otra persona…
La felicidad es, en realidad, el objetivo de nuestra existencia.
Y esa felicidad se recibe en mayor grado a través del
servicio a nuestros semejantes.”
(Pte. David O. McKay, Enseñanzas de los Presidentes
de la Iglesia, págs 200-201)
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