A
través de las ofrendas de ayuno ayudamos a otros y
nos fortalecemos espiritualmente |
Relato |
La
monedita del muchacho
por Natalie Ross |
Mi
compañera de misión y yo estábamos tratando
de decidir dónde debíamos repartir folletos
cuando vimos a una mujer que entraba en una casa. Pensamos
que seguramente habría llegado para preparar el almuerzo,
pues la gente de los suburbios de Buenos Aires, Argentina,
ya se preparaba para la hora de la siesta. Antes de darme
cuenta, mi compañera ya le estaba enseñando
un principio del Evangelio y yo estaba testificando de su
veracidad.
A Narda le gustó nuestro mensaje y nos invitó
a regresar la semana siguiente. Cuando llegamos a su casa,
sus cinco hijos estaban sentados alrededor de la mesa, esperándonos.
Ninguno de los padres tenía un trabajo de tiempo completo,
y nos sentimos muy afligidas al darnos cuenta de que apenas
tenían lo suficiente para vivir de día en día.
En la humilde vivienda el piso era de tierra; no había
agua potable y las paredes consistían en tablones unidos
apenas por clavos. Su única fuente de calor era una
pequeña cocina con una sola rejilla. |
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Aun
cuando la familia se hallaba en situación de pobreza,
eran ricos en el deseo que tenían de aprender más
sobre Dios. A Narda le encantaba la Biblia y la estudiaba,
y quería que sus hijos tuvieran una base espiritual
similar. Cristian, que tenía doce años, disfrutaba
especialmente de las charlas misionales.
Después que les dejamos un ejemplar del Libro de Mormón,
leyó ávidamente los primeros libros; el esposo
de Narda también estaba interesado, pero era tímido
y escuchaba desde el dormitorio contiguo.
Debido a su situación económica, vacilábamos
en enseñarles sobre las ofrendas de ayuno y el diezmo. |
Queríamos que tuvieran primero un testimonio sólido
de Jesucristo y de la Restauración, antes de presentarles
principios que exigieran una fe más grande. Pero como
los niños mayores habían empezado a leer el
Libro de Mormón y a asistir a la Iglesia, hacían
preguntas que teníamos que contestar.
“Hermana”, dijo Cristian un día, “en
la Iglesia y en el Libro de Mormón todos hablan del
ayuno. ¿Qué es el ayuno?” Les enseñamos
el principio y testificamos de la importancia de ayunar; luego
oramos en silencio para que la familia pudiera aceptar ese
mandamiento.
Poco después, Cristian nos expresó este testimonio:
“El otro día mamá me dio dinero para comprar
caramelos. Mientras iba para la tienda, me acordé de
su lección sobre el ayuno y sentí ganas de hacerlo;
pero no tenía nada más que veinte centavos;
igual decidí ayunar y dar esos
veinte centavos como mi ofrenda”.
Narda pensaba que no debía contribuir con una suma
tan insignificante y se lo dijo, pero Cristian estaba resuelto
a hacerlo; quería obedecer todos los mandamientos de
Dios y dar lo que pudiera.
A las pocas semanas, él y dos de sus hermanos se bautizaron.
Sus padres se unieron a la Iglesia al año siguiente.
Ahora, cada vez que pienso que no podré pagar las ofrendas
de ayuno, me acuerdo de Cristian y su fidelidad, y me doy
cuenta de que tengo más que suficiente para dar. Su
ofrenda me recuerda la blanca de la viuda (véase Marcos
12:42–44); tal vez haya sido una pequeña cantidad,
pero Cristian la dio porque amaba de verdad a Dios y quería
obedecer. |
Tomado de Liahona julio 2008 |
Conceptos
para aplicar |
- El
ayuno nos permite ayudar a otras personas a través
de las ofrendas
- No
importa el tamaño de nuestra ofrenda, sino la grandeza
de nuestro corazón
- Nos
fortalecemos espiritualmente al ayunar
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Escrituras |
- Marcos
12:42-44
- Alma
17:2-3
- DyC
59:13-14
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Cita |
“Si
los Santos de los Ultimos Días desde hoy y para siempre
ayunan como pueblo sincera y concienzudamente todos los meses,
y entregan al obispo la cantidad de dinero que habrían
gastado en los alimentos de las dos comidas que se abstengan,
tendríamos todo el dinero necesario para cuidar de
todos los desocupados y de todos los pobres. Todo Santo de
los Ultimos Días que se abstenga de dos comidas un
día al mes, recibirá grandes beneficios espirituales
y progresará en la fe del Señor Jesucristo beneficiándose
espirtitualmente de una forma maravillosa."
(Pte. Heber J. Grant, Gospel Standards, pág.123)
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