Los himnos pueden beneficiarnos en forma individual porque
nos dan ánimo, valor y el empuje para que actuemos
correctamente |
Relato |
Algo
inesperado
por Aubrey Williams |
Durante
mis estudios de secundaria comencé a salir con un joven
al que mi familia no veía con buenos ojos. Con el tiempo,
y a causa de su oposición, me torné hostil con
mis hermanos y odiosa con mis padres. Lamentablemente, estaba
convencida de que ellos no sabían qué era lo
mejor para mí; sólo yo lo sabía.
¿Cómo eran capaces de oponerse tanto a mi novio?
Es cierto que a veces me decía cosas terribles, pero
yo creía que su daño era precisamente fruto
de su amor por mí. Pensaba que no le importaba a nadie,
excepto a él.
El estar en una relación de abuso alteró mis
emociones y percepciones. En un momento dado estaba enojada
con todos y al momento siguiente me sentía decepcionada
conmigo misma. Me alejé de la Iglesia, eludía
a cualquiera que me amara y evitaba cualquier cosa que fuera
espiritual, particularmente la buena música. Me estaba
haciendo daño a mí misma, pero no quería
admitirlo.
Mientras luchaba con mi vida y con quienes me rodeaban, mi
maestra de violín acudió a mí en busca
de ayuda. Ella era la líder de música de la
Primaria de su barrio y estaban organizando una reunión
sacramental en la que los niños interpretarían
algunas canciones. Me preguntó si estaría dispuesta
a acompañarles al violín. No quería hacerlo,
pero le dije que sí. Me entregó las partituras
y repasé los títulos. La última pieza
era “Soy un hijo de Dios” (Himnos, Nº 196).
No estaba muy contenta pues conocía el poder de la
música. Comencé a practicar las canciones a
la vez que hacía todo lo posible por ahuyentar al Espíritu:
desde pensar en lo mucho que odiaba a mi familia a tratar
de no pensar en las canciones cuando no las estaba ensayando.
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Al
llegar el domingo de la presentación, deseaba que todo
hubiera terminado ya. Durante el programa traté de
no hacer caso al Espíritu, pero cuando llegó
el momento de la última canción, mi maestra
de violín hizo algo inesperado: se volvió a
la congregación e invitó a los presentes a unirse
al canto del himno.
Coloqué el arco en las cuerdas y toqué la primera
nota. El Espíritu descendió con tal fuerza,
que las lágrimas corrían por mis mejillas antes
del final de la segunda estrofa. |
El Espíritu me dijo que prestara atención a
la letra y que recordara que era una hija de Dios, que siempre
sería especial para Él y que no necesitaba tener
un novio que me maltratara; a quien necesitaba era a Él.
El sonido de todas aquellas voces —jóvenes y
adultas— mientras cantaban la sencilla letra del himno,
me ayudó a oír y entender Sus palabras, las
palabras de mi familia y las de los líderes de la Iglesia.
La música era mi debilidad y mi Padre Celestial sabía
que ése era el modo de llegar hasta
mi corazón. Era yo la que necesitaba cambiar, y no
mi familia.
El Señor conoce y comprende el poder de la música
(véase D. y C. 25:12).
La música puede elevarnos y abrir nuestra mente y nuestro
corazón al Espíritu.
Siempre estaré agradecida por la música y por
el sentimiento que aún trae a mi vida. |
Tomado de Liahona enero de 2008 |
Conceptos
para aplicar |
- La
buena música y los himnos nos inspiran
- Aprender
algunos himnos de memoria nos ayudará a vencer tentaciones
- Los
himnos nos llenan el alma de pensamientos celestiales
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Escrituras |
- DyC
25:12
- Alma
5:26
- Colosenses
3:16
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Cita |
"Además
de beneficiarnos como miembros de la Iglesia y como integrantes
de nuestra familia, los himnos pueden beneficiarnos en forma
individual porque nos dan ánimo, valor y el empuje
para que actuemos correctamente; nos llenan el alma de pensamientos
celestiales y nos dan paz espiritual. Los himnos también
nos ayudan a resistir las tentaciones de Satanás. Les
sugerimos que memoricen los himnos que más les gusten
y que estudien las referencias de las Escrituras que los acompañan.
Si alguna vez tienen pensamientos impuros, canten mentalmente
uno de esos himnos para desplazar lo malo y reemplazarlo con
lo bueno."
(La Primera Presidencia, Himnos, Prólogo)
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Himnos |
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