Todos
podemos recibir la voz apacible y delicada de la revelación,
la cual se manifiesta de un modo tan vívido y poderoso
como si fuese un sonido intenso. |
Relato |
Representé
a José Por
Ricardo R e y e s V i l l a lta |
Desde
niño se me había enseñado la historia
de José Smith, y la creía porque confiaba en
los que me la enseñaban. Si alguien hablaba mal del
profeta José, lo defendía, pero no porque tuviera
testimonio de él sino por principio, por saber que
eso era lo que debía hacer.
Sin embargo, todo cambió cuando se le asignó
a mi barrio un número especial para una presentación
cultural en la Estaca Ilopango San Salvador, El Salvador.
Mis amigos y yo pensábamos que lo mejor sería
una representación cómica, pero nuestro presidente
de los Hombres Jóvenes no estuvo de acuerdo y nos sugirió
que dramatizáramos algunas de las experiencias del
profeta José Smith.
No nos gustó la idea; mis amigos y yo sabíamos
que todos los demás iban a presentar algún baile
o sketch gracioso y sentíamos vergüenza de hacer
algo diferente. Sabíamos que la gente se iba a reír
de nosotros cuando nos viera vestidos con ropa antigua, presentando
un drama.
Había observado eso en otras oportunidades y debo reconocer
que incluso estuve entre los que se reían.
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Pero
el presidente de los Hombres Jóvenes nos prometió
que si trabajábamos diligentemente para preparar la historia
de José Smith, nadie se reiría.
Durante los dos meses siguientes, vivimos la historia de José
Smith; incontables veces vimos la película de la Primera
Visión, y memorizamos cada palabra y cada detalle; pintamos
en un inmenso escenario la Arboleda Sagrada y el cielo abierto;
hicimos un montón de planchas doradas y encontramos una
enorme Biblia y una mecedora para utilizar como accesorios.
Uno de mis amigos que sabía tocar el piano grabó
el himno “La oración del Profeta” (Himnos,
Nº 14), y grabamos incluso el canto de unos pájaros
y el sonido de los pasos de José sobre las hojas de la
arboleda. Cuando sorteamos los papeles, la parte de José
Smith me tocó a mí.
El día de la presentación, tal como habíamos
supuesto, nos dimos cuenta de que sólo nosotros íbamos
a representar algo serio. Así que antes de que nos llegara
el turno, nos unimos para orar juntos y pedir que todo saliera
bien. Después sucedió algo que cambió mi
vida. |
Llegó el momento en que tenía que salir a escena.
El escenario de la arboleda estaba frente a mí; al
dirigirme allí, oí en la distancia el himno
que se había grabado y, al escucharlo, sentí
que algo ardía en mi pecho. Por alguna razón,
supe entonces que el acontecimiento que representaba ciertamente
había sucedido, que un muchacho un poco más
joven que yo en realidad había tenido esa experiencia.
Cuando me arrodillé para la escena de la oración,
mis labios quedaron sellados, no por una influencia maligna
sino porque sabía que no podía hablar sin llorar.
¡Una fuerza extraordinaria testificó a mi corazón
que el relato de José era verdad! Sentí enorme
gratitud hacia el Señor por José Smith y surgió
en mí un gran amor por él.
Al abrir los ojos, me di cuenta de que había algunos
entre el público que también tenían lágrimas
en los suyos. No tuve duda alguna de que el Espíritu
les testificaba de la sagrada veracidad de lo que estábamos
representando.
Más adelante, cuando presté servicio en una
misión, seguía defendiendo a la Iglesia y al
profeta José Smith, pero no sólo por principio;
daba testimonio de él porque, como lo dijo él
mismo: “…yo lo sabía, y sabía que
Dios lo sabía; y no podía negarlo” ( José
Smith—Historia 1:25) |
Tomado de Liahona febrero 2009 |
Conceptos
para aplicar |
- Todos
podemos recibir un testimonio personal del evangelio
- La
revelación puede llegarnos de maneras inesperadas
- Es
importante ser fieles de la compañía del Espíritu
en todo momento
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Escrituras |
- 1 Reyes
19:12
- 2 Nefi
32:5
- José
Smith - Historia 1:25
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Cita |
“El
Señor da a muchos de nosotros la voz apacible y delicada
de la revelación, la cual se manifiesta de un modo
tan vívido y poderoso como si fuese un sonido intenso.
Llega a toda persona, según sus necesidades y su fidelidad,
para guiarla con respecto a los asuntos que atañen
a su propia vida. El conocimiento cierto que tenemos de que
la influencia del Señor puede sentirse en todos los
caminos de la vida, según nuestras necesidades y nuestra
fidelidad, se encuentra entre las mayores bendiciones que
Dios otorga a los hombres.”
(Pte. Heber J. Grant, Enseñanzas de los Presidentes
de la Iglesia, pág. 196)
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