Nuestra
fidelidad a los principios del Evangelio será sin duda
el principal legado y la mayor muestra de amor a las generaciones
futuras |
Relato |
Aferrada
a las raíces fuertes
Por Melsida
Hakobyan, Armenia |
Cuando era niña de edad escolar en Rusia, leí
un cuento aterrador acerca de dos niños que se toparon
con un oso en el bosque. Años más tarde, después
de que llegué a ser maestra, algunos amigos me invitaron
a acompañarlos a una excursión para juntar hongos.
Aunque el bosque todavía me asustaba, les dije que
iría con ellos.
Al entrar en el bosque, agarré un palo para poder defenderme
en caso de que me topara con un oso.
Mis amigos no tardaron en encontrar los hongos marrones que
estaban buscando; yo, por el contrario, estaba buscando hongos
de color rojo brillante, así que me encaminé
en una dirección diferente.
Cuando quise darme cuenta, me encontraba sola. Mientras buscaba,
resbalé y me caí; la canasta para hongos voló
por los aires, pero me agarré fuerte del palo; cuando
intenté levantarme, me di cuenta de que el suelo estaba
cubierto de lodo y pegajoso.
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Llena
de espanto, ¡me di cuenta de que me encontraba en un
pantano! Las botas de goma se me llenaron rápidamente
de agua y empecé a hundirme; traté de mover
las piernas, pero, en vez de liberarme, me hundí más.
Cuando el lodo me llegó a la cintura, me sobrevino
un profundo temor.
Llamé a gritos a mis amigos,pero la única respuesta
que oí provenía del zumbido de las libélulas
y del croar de las ranas. Al comenzar a sollozar, de repente
recordé a mi madre, que cada vez que se encontraba
en una mala situación, oraba. A menudo me invitaba
a orar, pero yo siempre me negaba y respondía: “Dios
no existe”.
Sin embargo, al encontrarme en aquello que pronto habría
de convertirse en mi húmeda tumba, no me quedaba otra
cosa qué hacer más que orar y suplicarle a Dios
que me ayudara.
“Si existes, ¡por favor, ayúdame!”,
exclamé. Casi de inmediato oí una bondadosa
voz que me decía: “Cree y no temas. Aférrate
de la raíz fuerte del árbol”.
Al mirar a mi alrededor, vi detrás de mí la
enorme raíz de un árbol. Con la ayuda del palo,
pude agarrarme de ella y algo me dio después la fuerza
para salir del pantano. Cubierta de lodo, caí a tierra
y le di gracias a Dios por contestar mi oración.
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Ya creía que Él vivía; había sentido
Su presencia y oído Su voz, y Él me había
dado la fuerza para salir del pantano.
Poco después, cuando los misioneros de tiempo completo
me enseñaron que el profeta José Smith había
recibido una respuesta a su oración en la Arboleda
Sagrada, les creí.
Después de todo, Dios había contestado mi oración
en un bosque. Me aferré a las fuertes raíces
del Evangelio, me bauticé poco después y en
la actualidad presto servicio en la Rama Gyumri, en Armenia.
Sé que nuestro Padre Celestial ama a todos Sus hijos
y estoy agradecida por ser miembro de La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días. También
agradezco todas las otras bendiciones que he recibido de mi
Padre Celestial, sobre todo Su respuesta a la oración
de una persona atea que se encontraba en el bosque hace muchos
años. |
Tomado de Liahona octubre 2009 |
Conceptos
para aplicar |
- El
Evangelio de Jesucristo nos brinda cimientos seguros
- Aferrarnos
a los principios no da seguridad en momentos difíciles
- Nuestro
principal legado a nuestra descendencia es nuestro ejemplo
de fidelidad y perseverancia a los convenios del Evangelio
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Escrituras |
- 1 Nefi
22:31
- 1 Nefi
17:3
- DyC
63:20,47
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Cita |
“Los
conflictos y la efímera paz del mundo actual son resultados
de los errores del pasado y de la desobediencia a los principios
divinos. La fortaleza espiritual de cada generación
nueva tiene sus raíces en el amor a Dios y la obediencia
al evangelio que sus padres y abuelos hayan puesto en práctica.
Debemos preguntarnos cuál es nuestra contribución
a nuestros semejantes, tanto individualmente como en la Iglesia”.
(Élder Hans B. Ringger, Liahona julio 1994, pág.
100)
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