La educación en la Iglesia

La educación secular y espiritual siempre fue un requisito en la iglesia del Señor, ya que Él necesita no sólo un pueblo digno, sino también educado.

En el mes de junio de 2010, me invitaron a asistir y participar de la dedicación del Instituto de Religión de La Plata. Tres décadas atrás había colaborado en la compra del edificio y durante varios años tuve mi oficina en ese lugar. Ahora el edificio estaba terminado y en condiciones para que el presidente de la estaca lo dedique.

Fue una ocasión memorable. Cuando me invitaron a hablar, recordé que la educación siempre fue una prioridad en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, porque está apoyada por lo que yo llamo, ‘los postulados del Señor’, entre ellos la escritura del encabezamiento (DyC 93:36):

  • “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección” (DyC 131:18).
  • “Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os conviene comprender; de cosas tanto en el cielo como en la tierra…” (DyC 88:78-79).
  • “…buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (DyC 88:118).
  • “…estudiad y aprended, y familiarizaos con todos los libros buenos y con los idiomas, lenguas y pueblos” (DyC 90:15).

No es de extrañar, entonces, que el Señor revelara que se estableciera la Escuela de los Profetas, “…para su instrucción en todas las cosas que les convienen…” (DyC 88:127). Por lo tanto, “los oficiales de la Iglesia”, en el invierno de 1832-33, no sólo estudiaban teología, sino filosofía, gramática inglesa, geografía y hebreo.

Asimismo, la planificación de la ciudad de Nauvoo, la hermosa, estuvo apoyada en dos grandes pilares: el Templo y la Universidad, y cuando fueron expulsados hacia el oeste, aún en las cuevas de los peñascos, se dictaban clases. Cuando finalmente llegaron al Valle de Lago Salado y en los asentamientos, que el presidente Brigham Young asignaba a los contingentes, la capilla y la escuela se levantaban junto con sus cabañas de troncos. La educación secular y espiritual siempre fue un requisito en la iglesia del Señor, ya que Él necesita no sólo un pueblo digno, sino también educado. La primera nos da conocimiento para ganarnos la vida y la espiritual –la del corazón—nos indica cómo vivir dignamente.

A menudo me preguntaban, cuando estaba en actividad, ¿Cuál de las dos educaciones era más importante? Entonces recordaba lo que escribió Samuel Johnson, poeta inglés (1709-1784): “La educación espiritual y moral, sin la académica, es débil; pero la secular, sin principios morales, se torna sumamente peligrosa.” Las dos deben ir paralelas y complementarse.

La preocupación de la Iglesia por los jóvenes, se ve reflejada en la creación de los Institutos de Religión y los cursos de Seminario, para que “no sean llevados por doquiera de todo viento de doctrina…” (Efesios 4:14), ya que hay falsos maestros y profetas que “engañarán, si fuera posible, aún a los escogidos” (Mateo 24:24; ver también DyC. 20:34)

En la actualidad, más que nunca, los padres y maestros debemos prepararnos espiritualmente y ser dignos, ya “que el Evangelio puro de Jesucristo debe penetrar el corazón de nuestros hijos (jóvenes) por el poder del Espíritu Santo. Para ello no será suficiente con haber tenido un testimonio espiritual de la verdad… nuestro objetivo debe ser que en verdad se conviertan…entonces habrán obtenido su fortaleza por lo que son, no solamente por lo que saben, para que lleguen a ser discípulos de Cristo.” (Presidente Henry B. Eyring, “Inspiring Students to Stand Strong amid Torrent of Temptation”, agosto de 2001)

Como maestro del Evangelio durante muchos años, aprecio mucho que el élder Neil L. Andersen, del Quórum de los Doce, haya dicho que “sostenemos en nuestros brazos a los integrantes de la nueva generación; vienen a esta tierra con responsabilidades importantes y con grandes capacidades intelectuales. No podemos tomar una actitud despreocupada en la forma de prepararlos. Nuestro reto, como padres y maestros, no es crear un núcleo espiritual en el alma de ellos, sino avivar la llama del núcleo espiritual que ya arde con el fuego de su fe premortal.” (Conferencia General, Liahona de mayo de 2010, pág. 108)

¡Hasta la próxima!

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