Nuestros caminos pueden ser los del Señor

A lo largo de nuestra vida el Señor nos marcó el camino y Él influyó en nuestros pensamientos. Así sucedió con la idea de que al jubilarnos, no tener hijos a cargo y tener buena salud, sintiéramos el deseo y necesidad de ir a una misión como matrimonio. Nunca fue una opción, pues se había convertido en un llamamiento profético, varias veces escuchado en las conferencias generales de la Iglesia.

Este llamamiento resonaba con mayor fuerza e intensidad en nuestra mente y nuestro corazón a lo largo del tiempo. Era el Señor que nos estaba marcando el camino y al escucharlo con los sentimientos, otra vez el Señor estaba influyendo en nuestros pensamientos. Ambas fuentes eran claras, precisas e indubitables. Como dice el Libro de Mormón “nosotros entendimos la voz” (3 Nefi 11:6). Era la voz del profeta que nos llamaba a servir en una misión de tiempo completo como matrimonio.

El proceso de “salir a una misión” es semejante a iniciar una maravillosa aventura que tiene varias y variadas etapas. Cada una con matices y colores diferentes que tienen un sabor espiritual que llenan el alma hasta saciarla. En agosto de 2012 mi esposa obtuvo su jubilación. ¡Ahora sí podíamos salir a la misión! ¡Teníamos a nuestro favor TODOS los requisitos que se necesitaban!

Durante los últimos meses 2012 concretamos cada uno de los trámites que faltaban. Cuando la documentación estuvo totalmente integrada, vía online la enviamos al obispo de nuestro barrio; él verificó que todo estuviera en orden, emitió un comentario relacionado con los postulantes y la derivó al presidente de la estaca quien también emitió su comentario y todo el paquete fue enviado a la Presidencia del Área para que se realizara la revisión final que luego se derivó al Departamento Misional de la Iglesia en la ciudad de Salt Lake City Utah.

¡Cuán generosa fue colaboración de los hermanos del departamento misional del Área que nos asesoraron, corrigieron errores, aclararon dudas e inquietudes para que se evitara cualquier situación difícil.

El proceso tuvo desafíos y pruebas de todo tipo, calidad e intensidad sin embargo la guía Divina nos mostró cuál era el camino correcto por medio de la inefable influencia del Espíritu Santo. Todos trabajando para que tuviéramos éxito y ¡vaya si lo tuvimos!

Luego de una serena expectativa, justo el día de nuestro aniversario 42 de bodas, nos llegó el llamamiento a la misión. Tuvimos un obsequio de aniversario que nunca jamás olvidaremos. En la apertura del sobre se producen una serie de sentimientos convergentes: alegría, incertidumbre, sorpresa, decisión, deseo de hacer y ansiedad. En nuestro caso, la asignación resultó peculiar: debíamos presentarnos a la Misión Argentina Córdoba y se nos indicaba que deberíamos presentarnos ante el presidente de la misión con una fecha y horario real.

La felicidad que sentimos es el máximo bien terrenal que logramos…

Fuimos muy bien recibidos por el presidente de misión en su oficina. La charla fue amena, cordial y con un amplio sentido de fraternidad y afecto sincero se delinearon cursos de acción, pautas de trabajo, y se nos asignó a la rama Cruz del Eje, al noroeste de la provincia de Córdoba. Estuvimos muy confortables, sirviendo con todas nuestras capacidades para establecer la Iglesia y engrandecer el Reino de Dios sobre la tierra.

La felicidad que sentimos es el máximo bien terrenal que logramos, como así también fuimos beneficiados con la aceptación total de nuestras personas por los miembros de la rama, quienes nos abrieron las puertas de sus casas y de sus corazones. Por otro lado, fue valiosa la fraternal relación que se establece con los misioneros mas jóvenes, pues en muchos casos nos asemejamos a sus padres o abuelos que tienen lejos, es hermosa y una bendición más.

Los hijos propios y nietos reconocen, aplauden y vitorean “la hazaña ” de los misioneros mayores, pero la misión no es ninguna hazaña, es una correcta decisión en el camino recto para llegar a Dios.

Como matrimonio misionero siempre compartimos nuestra certeza de saber que solo éste es el camino que nos llevará a una vida plena junto a Dios, nuestro Padre amoroso, y a su Hijo, nuestro Salvador. Es nuestra convicción que privarse de una misión como matrimonio, estando en buenas condiciones, es privarse de las bendiciones que el Padre nos quiere entregar a nosotros y a nuestras familias.

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