Cotizando el valor de las almas

Teniendo en claro el valor que tiene nuestra alma para nuestro Padre Celestial, nuestra vida transcurrirá según nuestra identidad principal

Caminando por las calles de mi ciudad, me detuve ante la famosa catedral de la ciudad de La Plata. Dejando de lado la parte artística y cultural de tamaño edificio, se me ocurrió pensar a cuánto ascendería el valor material de esta magnífica estructura. Por supuesto, más allá del valor real de las cosas, está el valor que los hombres de negocio le imprimen a cada una de las cosas que nos rodean.

Esto me recordó que no hace mucho tiempo, un artista expuso una banana con una cinta adhesiva pegada a la pared, reflejando que el valor es un acto interpretativo de cada individuo. Esto se puede aplicar a todas las áreas de la vida.

Reflexiones sobre el valor

El capitalista nunca te dirá la verdad sobre aquello que intenta imponerte. Pintará un panorama más favorable para hacerte sentir mejor, y con astucia ocultará el hecho de que estás siendo influenciado por la mano invisible del consumismo.

En relación con lo anterior, y buscando posibles lugares para alquilar, reflexioné sobre cómo han cambiado algunas pautas. En lugar de alquilar una propiedad en su totalidad, en algunos casos ahora se alquilan de forma parcial, por habitaciones con un valor asignado para cada persona que las ocupa. Esto puede resultar en un aumento del valor del lugar, pero a la vez puede disminuir el valor de las personas que lo habitan.

Cambios en el valor de los bienes materiales

El valor atemporal de “todo”

Cuando el Salvador le dijo al joven que deseaba ser perfecto “vende lo que tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” (Mateo 19:21), el joven “se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (Mateo 19:22). La escritura no especifica cuánto se necesitaba tener para ser considerado rico. Significaba vender todo y darlo a los pobres. Ningún bien material importaba a menos que se utilizara para ayudar a otros.

Es probable que las muchas posesiones de ese joven fueran mínimas en comparación con las necesarias para ser considerado “rico” o “millonario” en estos tiempos. Lo que en realidad vale es la medida “todo” y eso da validez al ejemplo en cualquier época. 

Los bienes materiales no tienen valor eterno
Los bienes terrenales no tienen valor para “ser perfectos”

El valor intrínseco del individuo

El mercado puede variar el valor de los bienes materiales que tenemos, pero aunque lo intenta, no puede hacer lo mismo con nuestro valor como individuos. Nuestro valor eterno se determina por lo que somos y no por los bienes que tenemos.

Un cierto día conversando con un amigo, surgió la siguiente pregunta: Cuando hablamos con otra persona, ¿lo hacemos por lo que ella es o lo hacemos por lo que ella ha logrado? Esa duda me llevó a un mensaje que dio el presidente Thomas S. Monson, en el cual habla de poder ver a las personas como pueden llegar a ser y no tan solo por lo que son, él declaró: 

“Debemos cultivar la capacidad de ver a los hombres no como lo que son ahora, sino como lo que pueden llegar a ser” (Thomas S. Monson, Conferencia general octubre 2012, “Ver a los demás como lo que pueden llegar a ser”).

No es nada fácil, no; es difícil poder ver un poco más allá de lo que nuestros ojos y mente puede ver y entender. Buscamos y esperamos cambios rápidos en las personas, pero cuando los vemos, suelen ser del exterior, superficiales. Lo importante es saber que todo está al alcance del Señor y Él puede hacer grandes cambios, a Su manera. El Evangelio hace cambios profundos, de adentro hacia afuera, pero implica un proceso que lleva su tiempo.

“No podemos calcular el valor de otra alma así como no podemos medir la extensión del universo. Toda persona que conocemos es de suma importancia para nuestro Padre Celestial. Una vez que lo entendamos, podremos comenzar a comprender cómo debemos tratar a nuestros semejantes” (Dieter F. Uchtdorf, “Ustedes son mis manos”, Liahona, mayo de 2010, pág. 69).

El valor intrinseco del individuo
No podemos calcular el valor de otra alma así como no podemos medir la extensión del universo.

Reconociendo nuestro valor eterno

Muchas veces nos resulta difícil vernos a nosotros mismos más allá de lo que somos ahora. Nos etiquetamos con falsas clasificaciones, otorgándonos un valor que en realidad no es correcto.

El presidente Dallin H. Oaks nos recomienda: 
“Ten cuidado de cómo te defines a ti mismo; no te describas ni te definas a ti mismo valiéndote de alguna cualidad temporal. La única cualidad que debe caracterizarte es que eres hijo o hija de Dios. Ese hecho trasciende todas las demás características, incluidas la raza, la ocupación, las características físicas, los honores o aun las afiliaciones religiosas” (Dallin H. Oaks, “How to Define Yourself”, New Era, junio de 2013, pág. 48).

Solemos tener una memoria de corto plazo, olvidando nuestro valor y nuestros logros, que en general han sido por mérito propio, obviamente con la ayuda del Señor. Nos olvidamos de esa capacidad para alcanzar lo que deseamos y materializarlo cuando le ponemos esfuerzo, ganas y fe.

Reconocer nuestro valor eterno
Debemos reconocer nuestro valor eterno

El Señor conoce nuestro valor

Días atrás, sucedieron diferentes episodios en mi vida que me llevaron a pensar diversas cosas de mí misma, al punto de que acrecentaron mi testimonio de que hay alguien que me ama más allá de mis debilidades e imperfecciones. Vinieron a mi mente las palabras de Éter 12:27:

 “y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos”. 

Con simples hechos uno puede sentir ese amor incondicional de Jesucristo. Para Él, siempre seremos valiosos y nos verá con ojos eternos, como nos ha dicho en estos tiempos: “Recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios” (Doctrina y Convenios 18:10). 

Para Él lo somos todo; solo precisamos entender quiénes somos, y el porqué de ese amor incondicional para cada uno de nosotros.

Hacer sentir valiosos a nuestro amigos

Volviendo al ejemplo de las obras de arte, haciendo hincapié que tienen un valor inexplicable para aquellos que conocen. También nuestras vidas toman otro valor cuando nos rodeamos de personas que suman en nuestra vida. Es ahí cuando también nos podemos sentir valiosos  y hacer sentir valiosos a otros. 

Importa, y mucho, cada logro obtenido, no por el halago de un tercero sino por la satisfacción personal de la tarea cumplida. 

El élder Boyd K. Packer recomendó la necesidad de tener siempre presente esta verdad:
“Son hijos de Dios; Él es el Padre de su espíritu. Espiritualmente ustedes son de noble linaje, la estirpe del Rey de los Cielos. Graben esta verdad en la memoria y aférrense a ella” (élder Boyd K. Packer, “A los jóvenes”, Liahona, julio de 1989, pág. 67).

El valor de los buenos amigos
Nuestras vidas toman otro valor cuando nos rodeamos de personas que suman en nuestra vida.

Etiquetado de nuestro valor 

Teniendo en claro el potencial y valor que tenemos como hijos de nuestro Padre Celestial, nuestra vida se mantendrá en relación a nuestra identidad principal. Con esa convicción, será más fácil descartar las etiquetas erróneas que muchas veces nos ponemos e ignorar las que nos colocan otras personas.  Al hacerlo evitaremos el riesgo de caer en el desánimo y abandonar nuestro objetivo principal: la vida eterna.

Jesús fue y es el hijo de Dios. No le afectó que la gente hablara sobre quién era. Lo etiquetaron de muchas maneras erróneas, pero Él tenía claro Su valor y Su misión. Y no se alejó ni un ápice de ella.

En todo honró a su Padre Celestial, al punto que disfrutó de presentarlo: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco, en quien he glorificado mi nombre: a él oíd.” (3 nefi 11:7

El valor de Jesucristo complace a Su Padre
El Padre presenta a Su Hijo: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco…”

El cálculo de valor que importa

Jesucristo también nos dio un ejemplo valioso en esto. Nuestra naturaleza es divina y tenemos las herramientas para compensar nuestra condición humana. Sin importar el lugar en que estemos ahora, nuestro valor lo puso nuestro Padre Celestial. Nuestras fuerzas enteras deben concentrarse en poner al Señor como centro de nuestra vida, cumplir con nuestra misión terrenal y, con esa visión, ayudar a otros a que logren lo mismo.

Con ese esfuerzo genuino, honramos y glorificamos Su nombre y Él se complacerá en presentarnos cuando crucemos el velo. No escuchemos a quienes no están capacitados ni autorizados para cotizar nuestra alma.  

Y hablando de escuchar, ese ruido es el micro que viene. ¡Me tengo que ir! 
¡Hasta la próxima!

Nuestro valor lo pone nuestro Padre Celestial
Nuestra naturaleza es divina

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