¡Nuestro hijo es Diácono!

Aprendamos bien lo que tenemos que mostrar y enseñar a nuestros hijos para que nuestro mensaje sea el mismo que les daría el Señor.

Cuando nuestros hijos cumplen doce años y se les confiere el Sacerdocio Aarónico, más allá de la emoción que nos embarga por semejante acontecimiento familiar –la ordenación, verlos repartir por primera vez la Santa Cena– empezamos a darnos cuenta que finaliza una etapa de aprendizaje y comienza otra, tanto para ellos como para nosotros. Están entrando a la adolescencia y debemos aprender a ser padres de adolescentes, y si pensaban que serlo de niños era un gran desafío, ¡PREPÁRENSE!

Durante los siguientes años pondremos a prueba nuestra calidad de maestros. Por un lado, al reconocer muchas cosas que tal vez dejamos de enseñarles cuando eran niños; por otro, al tener que poner en práctica lo que tantas veces mencionamos del Profeta José Smith: “Les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”, y luego orar y suplicar que usen bien su albedrío, y si no lo usan bien, ¡volver a enseñar! De haber errores, estar cerca para ayudarlos, contenerlos, enseñarles con amor los pasos del arrepentimiento y dándoles el ánimo para seguir intentando.

Las reglas y la disciplina de nuestro hogar, que cuando eran niños aceptaban fácilmente, seguramente empezarán a ser cuestionadas y las charlas y entrevistas nos exigirán más tiempo y mejores explicaciones. Por otro lado, nos enfrentaremos al tremendo desafío de entender tecnología que nosotros no usamos, al igual que las redes con sus códigos particulares.

Sin embargo, las promesas que tenemos como padres de recibir inspiración y fortaleza se hacen evidentes cuando buscamos ayuda y sabiduría, y vienen a nuestra mente muchas ideas para hacer frente a nuestra graduación como padres (y tíos y abuelos). Seis años después recibirán el Sacerdocio de Melquisedec y entre los dieciocho y diecinueve saldrán a la misión. Cuando regresen, serán mayores de edad y se lanzarán a la vida (aunque por algunos años puedan seguir viviendo con nosotros).

Será conveniente que aprendamos bien las cosas que tenemos que enseñarles, para que nuestro mensaje sea el mismo que les daría el Señor estando en nuestro lugar. Para ello, además de nuestra propia instrucción, hay materiales muy útiles para leer en la Biblioteca del Evangelio.
Entre ellos, destaco los siguientes:

El templo es un lugar de revelación y el presidente Russell M. Nelson dijo en la conferencia de octubre de 2023: “Pasar más tiempo en el templo edifica la fe. Y su servicio y su adoración en el templo los ayudarán a pensar de manera celestial. El templo es un lugar de revelación. Allí se les enseña a progresar hacia una vida celestial. Allí se acercan más al Salvador y se les concede un mayor acceso a Su poder. Allí se los guía para que solucionen los problemas de su vida, incluso los problemas más desconcertantes”.

Esta época tiene la características de presentarnos no solo problemas sino “problemas desconcertantes” y el templo se vuelve una herramienta fundamental para los padres para recibir revelación, fortaleza y guía para entender como hacer frente a situaciones que quizás nunca imaginamos.

“Será conveniente que aprendamos bien las cosas que tenemos que enseñarles, para que nuestro mensaje sea el mismo que les daría el Señor estando en nuestro lugar…”

En la Biblioteca del Evangelio encontramos muchísimos materiales que brindan una importante ayuda para hacer frente a desafíos quizás desconocidos en nuestra época y que pueden llegar a desconcertarnos. Ante situaciones difíciles conviene que hablemos con nuestro obispo o presidente de rama para que nos interiorice más de los recursos que la Iglesia está poniendo al alcance de las familias.

Biblioteca del Evangelio – Ayudas para la vida

Nuestra enseñanza, sea por la palabra o por ejemplo, debe ser correcta. Cuando los jóvenes reciben dobles mensajes, hay conflictos rondando.

También será nuestro papel enseñarles la importancia de ser responsables, del estudio, del trabajo y del servicio. Las palabras no son suficientes y es importante que tengamos actividades conjuntas en las que podamos aplicar lo enseñado.

Muchas veces habrá que mostrarles como hacer las cosas y luego supervisar como lo hacen ellos. Todavía recuerdo muchas horas compartidas con nuestros hijos (y ellos también) realizando juntos trabajos de todo tipo.
Enseñarles a usar ciertas máquinas de carpintería y después verlos como las usaban resultó toda una satisfacción (y no voy a negar que a veces un poco de sufrimiento). Así con otros trabajos propios del mantenimiento del hogar o que el negocio requería.

También fueron importantes para aplicar lo enseñado las actividades recreativas. Desde ir de campamento, jugar al fútbol, ir a pescar o escalar un cerro. Todos esos tiempos juntos brindaron oportunidades para conversar, divertirnos, conocernos y entender situaciones.

Quizás una de las visiones fundamentales que podemos darles durante esta etapa es la importancia que tienen ellos, aún siendo tan jóvenes, al ser poseedores del sacerdocio. Es la edad clave para enseñarles lo que eso significa y ayudarlos a que cumplan con sus responsabilidades. El ejemplo personal es fundamental, seamos padres, abuelos o tíos. Más allá de las palabras sabias que podamos decir, nuestros actos, nuestro compromiso y diligencia en cumplir con nuestros deberes tendrán el poder de llegar directo a la mente y al corazón de nuestros hijos.

Lo que hace grande nuestro llamamiento en el sacerdocio no es recibir sino dar.

Muchas veces escuchamos sobre como se debe respetar a los poseedores del sacerdocio, pero en nuestro caso, como padres, es clave enseñarles como honrar y respetar el llamamiento en el sacerdocio que ellos mismos poseen, y allí entra dignidad, responsabilidad y servicio, no sólo en lo referido a asignaciones de la Iglesia, sino también en el área familiar y de la comunidad. Lo que hace grande nuestro llamamiento en el sacerdocio no es recibir sino dar.

El élder Stephen L. Richards dijo “Por lo general, el sacerdocio se define sencillamente como ‘el poder Dios conferido al hombre’. Creo que esa definición es correcta, pero me gusta definirlo en términos de servicio y con frecuencia lo llamo el ‘plan perfecto del servicio’” (Liahona julio 1992, pág. 54).

El desafío de ser padres de hijos en edad de tener el Sacerdocio Aarónico es muy grande. Dos horas de reuniones el domingo y algunas entrevistas no pueden igualar nuestra oportunidad diaria para darles la visión correcta a quienes tienen el potencial de ser un líder en esta vida y un Dios en la eternidad.

Algunos hermanos pueden ser llamados temporalmente como líderes eclesiásticos de nuestros hijos para apoyarlos en la formación y contención, pero nosotros fuimos llamados como modelos y maestros permanentes de ellos. Debemos tomar conciencia de esa responsabilidad y estar al nivel que la situación actual requiere. El que ellos estén preparados para cumplir con sus misiones terrenales, dependerá en gran medida de cómo nosotros los preparemos para ello.

Líderes jóvenes del pasado

Anterior a los 12 años

  • Noé tenía 10 años de edad cuando recibió el sacerdocio (DyC 107:52)
  • Mormón tenía 10 años cuando Ammarón le dio asignaciones importantes relacionadas con los anales sagrados (Mormón 1:2)

Edad de Diáconos

  • Jesús tenía 12 años cuando habló a los doctores en el templo y respondió sus preguntas (Lucas 2:46)
  • Anthon H. Lund fue llamado a una misión cuando tenía trece años de edad. Más tarde sirvió veinte años en la Primera Presidencia

Edad de Maestros

  • Mormón tenía 15 años cuando fue visitado por el Señor (Mormón 1:15) El mismo año fue puesto como líder de los ejércitos de los nefitas (Mormón 2:2)
  • José Smith tenía catorce años cuando recibió la Primera Visión (José Smith Historia 1:7)
  • Joseph F. Smith tenía quince años cuando fue llamado a servir una misión en Hawai

Edad de Presbíteros

  • José Smith tenía diecisiete años cuando fue visitado por Moroni
  • Matthew Cowley fue llamado a ser misionero a los diecisiete años. Más tarde sirvió como un apóstol.

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