Aldo y Nelson López: Dos músicos SUD de Paraguay

Tener un oboe era un sueño para Aldo y Nelson López, pero muy lejano. Su costo y la situación económica los volvía una fantasía. Aún así, su deseo de desarrollar el talento y perfeccionarse, junto con grandes esfuerzos hicieron que eso no fuera un impedimento en sus logros profesionales. El 12 de junio de 2012 sus esfuerzos se vieron premiados. Esa noche fue sin duda una noche inolvidable en muchos sentidos. Sueños convertidos en realidad y un verdadero premio a múltiples esfuerzos; todo concentrado en una misma reunión y en un mismo hecho, algo que no siempre sucede.

Aldo y Nelson López, dos hermanos muy unidos, son parte de una familia humilde y muy numerosa de Asunción, Paraguay. Como sus padres, muy activos en sus compromisos con el Señor, ambos ex misioneros y dispuestos a servir donde se los llame. Siendo Hombres Jóvenes, descubrieron que tenían un don: el de la música.

A los 12 años, Aldo aprendió principios básicos de música y sin tener un piano en su casa, toda vez que pudo, practicó en el piano de la capilla; meses después se convirtió en el pianista de su barrio. A los 14 años quiso encausar sus estudios de piano en el Instituto Municipal de Arte, pero los candidatos eran demasiados y no había cupo. Alguien entonces le hizo notar que había lugar para clases de Oboe, y aunque nunca había visto uno, se anotó, respondiendo al fuerte deseo interior de estudiar música. Cuando terminó sus estudios, consiguió un trabajo, ahorró dinero y sirvió como misionero en la misión Santiago Chile.

Nelson, siete años menor, siguió los mismos pasos de su hermano. Estudió oboe en el conservatorio, fue misionero en la Misión Argentina Neuquén y luego continuó cultivando su talento, con esfuerzo y sacrificio.

Desarrollar su “talento” no fue tarea fácil para ninguno de los dos

Aldo comenta: “Estudiar oboe aquí en Paraguay fue un sacrificio por ser un instrumento totalmente desconocido en esa época (1995) y por carecer de materiales. Todos los materiales que teníamos eran traídos de Europa por mi profesor Gabriel Graziani, que vino de Uruguay contratado por la Orquesta Sinfónica de Asunción, y los oboes eran fruto de una donación del gobierno del Japón para el Instituto Municipal de Arte. Solo se podían utilizar en el local de estudios y no podían llevarse a la casa, lo que hizo muy lento el progreso en mis primeros años de estudio. Después de la misión asistí al Conservatorio Nacional de Música y, por ser mayor de edad, conseguí que se me preste el instrumento más libremente. Sin embargo, estábamos atados a los cambios de política de préstamos de instrumento, durante las vacaciones de verano debía devolverlo y me quedaba sin estudiar por 3 o 4 meses”.

Aldo y Nelson tocan el oboe durante la reunión

Nelson, también recuerda: “Terminé el bachillerato técnico en el Colegio Técnico en Ciencias Geográficas del Instituto Geográfico Militar, cuyo horario era de 06:30 am a 5:00 pm. Como nunca tuvimos la posibilidad de comprar nuestros propios instrumentos, tenía que salir del colegio, ir al conservatorio y estudiar hasta las 10:00 de la noche, hora en que cerraban el edificio. Nuestros padres siempre nos dieron de su apoyo pero las condiciones económicas no eran muy buenas así que teníamos que arreglárnosla solos”.

Tener un oboe era un sueño para ellos, pero muy lejano. Su costo y la situación económica los volvía una fantasía. Aún así, su deseo de desarrollar el talento y perfeccionarse, junto con grandes esfuerzos hicieron que eso no fuera un impedimento en sus logros profesionales.

Aldo, al regresar de su misión, y con la ayuda del Fondo Perpetuo para la Educación, terminó sus estudios como Técnico Superior en Electrónica en la Universidad Nacional de Asunción, pero su talento y amor por la música lo llevaron a dedicarse íntegramente a ella. Ganó varios premios y en el año 2012 tocaba en la orquesta Sinfónica Nacional como 2º oboe y corno inglés con funciones de solista y en la orquesta de Cámara del Congreso de la Nación como 2º oboe. También era profesor de oboe en el Conservatorio Nacional de Música, donde enseña a los principiantes. Como su gran tesoro, menciona haber sido invitado a tocar en la Orquesta de la Manzana el Templo, el 21 de febrero de 2010, gracias a la gentileza del 1º oboe, la Profesora Bonnie Schroeder.

Nelson, en ese momento era Primer Oboe Solista de la Universidad del Norte, enseñaba oboe en el programa artístico ‘Sonidos de la tierra’ y es Director titular de la Orquesta Juvenil de Asunción, Director Invitado de la Orquesta Filarmónica de Asunción y Director Asistente del Coro del Conservatorio Municipal de Asunción.

“Dios nos tiene en cuenta y vela por nosotros; pero por lo general es por medio de otras personas que atiende a nuestras necesidades…”
Spencer W. Kimball

Estos esfuerzos no pasaron desapercibidos por Aquel que tanto nos ama y conoce, y sabe cómo hacer que las cosas sucedan.  En agosto de 2011, Leticia, hermana de Aldo y Nelson, asistió acompañando a su esposo a una capacitación de Jóvenes Adultos Solteros, para ser Consejeros en el programa EFY. Durante uno de los descansos, habló con María Emilia (Negui) Rossini de Walker y contó la historia de sus hermanos. Negui se la comentó a Renée Costa, cerrando el relato con “¡Algo hay que hacer!”. Con un profundo sentimiento de amor, Renée tomó el “Algo hay que hacer” como un compromiso personal, y convirtió las palabras en acción. Escribió a sus amigos en distintas partes del mundo y todo resultó en una reacción en cadena que puso en el medio a muchas personas que se interesaron por ayudar: Sara Paksima, de EEUU y Harriet Bushman, de Inglaterra, ambas viviendo en Kuwait decidieron colaborar; el clarinetista Prelav Petkov dio un concierto a beneficio en Kuwait, y el lutier Ivan Kolev, de Bulgaria, reacondicionó los oboes y los dejó como nuevos. Todos se convirtieron en instrumentos para premiar años de esfuerzo.

Así fue que, diez meses después, en una reunión con cientos de Hombres Jóvenes en Asunción, con la presencia del élder Mervyn B. Arnold, de los Setenta y Presidente del Área Sudamérica Sur, y del presidente David L. Beck, presidente General de los Hombres Jóvenes, el sueño de Aldo y Nelson se cumplió, y tener sus propios instrumentos dejó de ser una fantasía. Emocionados, cada uno recibió “su” propio oboe.

Las palabras de Nelson reflejan su gratitud: “Pude sentir que el Señor aprobó los esfuerzos y sacrificios de toda mi juventud cuando recibí por fin un instrumento propio. Agradezco infinitamente a mi Padre Celestial por haber enviado a personas, a ángeles terrenales que se interesaron en mi, hicieron todo lo necesario para que reciba un instrumento y me dieron una nueva oportunidad para seguir progresando”.

Aldo expresó su emoción al decir: “Me siento sumamente agradecido y bendecido por la generosidad de todas las personas que se involucraron en nuestra historia. Esto significa para nosotros una independencia total de los cambios en las instituciones donde estudiamos o trabajamos y la oportunidad de seguir progresando profesional y laboralmente”.

El ‘talento’ extra

El élder Mervyn B. Arnold calificó la donación como “el talento extra” al que hace mención la parábola de los talentos (Mateo 25:14-29). Estos jóvenes recibieron dones y se preocuparon por desarrollarlos, más allá de los grandes sacrificios que tuvieron que hacer durante el camino.

Sin dudarlo y con un corazón agradecido ambos ejecutaron con maestría algunos himnos a pedido de élder Arnold. Todos disfrutamos emocionados. La música tocaba el corazón. Pero mucho más, la historia de Aldo y Nelson López.

 

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