Asistamos con frecuencia al templo

El Señor nos invita a que asistamos a Su Casa con frecuencia porque sabe cuánto puede ayudarnos y bendecirnos  durante nuestra visita.

Este es el permanente consejo e instrucción que las  Autoridades Generales de la Iglesia mencionan en discursos de Conferencias Generales, así como en manuales y en cualquier oportunidad que ellos, con amor y fe se dirigen a nosotros, los Santos de los Últimos Días, a fin de motivarnos, alentarnos y para que seamos bendecidos al asistir a estos sagrados edificios.

Analizando el tema busqué en el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra FRECUENTEMENTE y me remitió a la palabra FRECUENCIA que significa: “número de veces que se realiza un proceso a lo largo del tiempo”. La frecuente asistencia es un proceso que realizamos a lo largo de toda la vida.

Considerando con profundidad, espiritualidad y seriedad este asunto es mucho más delicado y comprometido de lo que en la práctica le damos. Con la cantidad de templos construidos en todo el mundo,  sería muy importante que cada uno, introspectivamente, se pregunte: “¿Estoy asistiendo a la Casa del Señor con una frecuencia aceptable a Sus ojos? Si se es sincero y honesto consigo mismo y con Dios, Él le brindará la respuesta por la influencia del Espíritu Santo y sabrá que hacer de allí en adelante.

Esa pregunta me la formulé hace ya más de cuatro décadas y hoy estoy satisfecho con la respuesta de Dios a mi alma y estoy seguro que el Señor espera que continúe en este camino hasta el fin de mis días.

Corría el año 1978 y en un momento de especial inspiración, con mi esposa nos dimos cuenta que no estábamos sellados por las eternidades. Teníamos un dinero obtenido por la venta de una casa y con profunda fe y con el inquebrantable deseo de satisfacer la voluntad divina, resolvimos viajar al templo para sellarnos como familia.

El templo más cercano, y único en Sudamérica, era el de San Pablo, Brasil. Comenzamos a planear el viaje –desde Córdoba a aquella ciudad brasileña eran 48 horas de viaje en ómnibus—y el 20 de marzo de 1979 cumplimos nuestra meta de sellarnos como familia con nuestros tres hijos pequeños. Fueron 10 maravillosos días, plenos de experiencias espirituales, durante los que también pudimos hacer muchas ordenanzas en favor de nuestros antepasados.  

Al regresar a Córdoba hicimos un plan de asistir con frecuencia al templo. Al construirse el de Buenos Aires y acortarse las distancias, la frecuencia comenzó a ser de 4 a 5 veces al año, hasta llegar a una vez por mes.  

Hace dos años fuimos bendecidos con un templo en la ciudad de Córdoba y ahora la frecuencia pasó a ser de una vez a la semana, y lo hacemos como obreros de las ordenanzas. Aprovechamos los eventos especiales de la familia para juntarnos en el templo y disfrutar de las ordenanzas.

El Señor nos invita a que asistamos a Su Casa con frecuencia porque sabe cuánto puede ayudarnos y bendecirnos  durante nuestra visita. Allí comprendemos mejor el Plan de Salvación, recibimos fortaleza, consuelo e inspiración, y sobre todas las cosas, lo conocemos mejor a Él.

Con toda la voz que puedo y con la fuerza de mi ser, testifico que el Templo es la Casa del Señor y que allí nos acercamos más a la Divinidad que en cualquier otro lugar.

No importa cuántos cambios debamos hacer en nuestra vida, obtengamos una recomendación para ingresar al templo y mantengámosla vigente cada año de nuestra vida. Y tomemos la decisión aumentar la frecuencia con la que hoy vamos al templo.

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