El pesebre viviente

Cuando planeemos la actividad de Navidad y fin de año no nos quejemos porque ¡otra vez está el tradicional pesebre viviente!

Entre las muchas tradiciones navideñas que tenemos los miembros de la Iglesia en común, está la representación del nacimiento del Salvador. Desde nuestras primeras clases en la Primaria, sabemos que al llegar a fin de año ocuparemos un lugar en el evento que reúne a todo el barrio porque, obvio, también ¡hay comida!

El armado de la escenografía no varía demasiado. De acuerdo a las plantas que hay en la capilla tendremos un pesebre de eucalipto, de palmeras o de cañas. Una cuna llena de pasto recién cortado y unos cajones que hacen de piedras en donde se sientan los protagonistas, completan el resto.
Lo más desafiante es tratar de que cada actor cumpla con su papel. Casi nunca hablan pero es más difícil lograr que no se distraigan en la coreografía asignada.

Sin importar el papel que debamos representar, ya está inscripto en el ADN de los miembros que a medida que crecemos iremos cubriendo los papeles de actores de reparto hasta llegar al protagónico de María y José.

Por alguna causa aún no descubierta (¿será genética?), las maestras de la Primaria tienen un esquema al repartir el libreto: los más chiquitos, pastores; la varones más grandes, los magos; la nena más alta, la estrella; los que ya están bautizados, María y José (por lo menos, yo lo recuerdo así). El resto son ángeles y el chico más grandote era el dueño del mesón. A veces éste actuaba con una esposa.

Ser pastor es todo un oficio. No cualquiera es hábil en el manejo de “los palos” (de escoba) que sólo se utilizan el día de la representación, por razones obvias. ¿Quién no recuerda a los pastores convirtiendo sus bastones en catalejos que buscan entre el público a los abuelos? (a los cuales saludan con los mismos). Rápidamente se convertían en “armas letales” que iban apuntando a cualquiera y los tiernos pastorcitos eran unos terroristas muertos de risa en el escenario.

No cualquier varón resiste el atuendo pastoril: La túnica, el pañuelo en la cabeza con la vincha de la prima y las sandalias de la hermana. Alguien recuerda la humillación de tener que usar esas sandalias y ante la vergüenza sacárselas para quedar descalzo y escuchar a sus compañeros de trabajo acotar fuera de libreto:”¡Qué olor que tiene éste en los pies!!”

La cosa se complica si la Primaria tiene muchos nenes. Una iluminada maestra sugirió una vez que los más chiquitos fuesen las “ovejitas”. Y si ya era difícil mantener a los pastores juntos, imagínense a cinco ovejitas diciendo “meeee” y andando en cuatro patas esquivando los bastonazos de los pastores…

El ángel y las huestes que lo acompañaban vienen con sus camisones (pocos varones aceptan este papel). No faltó la despistada que al decir todos “Hosanna” dijera:- “¡Oh! Susana”.

La estrella que aparece en el cielo tiene sus variantes según la ocasión. A veces un nene la lleva colgando de una vara cual caña de pescar, lo cual puede provocar algún “estrellazo” en la cabeza de los magos.
Una niña pequeña puede “vestirse” de estrella para recorrer el escenario de lado a lado. Pero la emoción puede convertirla en una “estrella fugaz” que corre buscando a su mamá.
También existe la posibilidad, con alguien más grande, que la estrella se suba a la escalera. Pero ha sucedido que la estrella de pronto desaparecía porque tenía que ir al baño.

Los magos encierran todo un misterio entre el público. Hay que tratar de develar cómo hicieron para transformar la cortina del comedor, el mantel de la cocina, una toalla de mano y ¿un short multicolor? en capas y turbantes brillantes.

Así los inquietos muchachitos son erguidos magos egipcios que caminan pisándose las vestimentas.
Todos los magos siempre quieren descubrir el secreto de los regalos tan bien armados por sus maestras, y los obsequios llegan un poco desarmados a Belén!!!

Los protagónicos de María y José son un hito en la vida de las nenas (a los varones parece que no les interesa mucho). Todas sabemos que por lo menos una vez en la vida seremos MARÍA y lo que más nos interesa es saber quién será José.
Recuerdo que ese gran día me traicionaron los nervios. De repente el ver a los abuelos y tíos entre el público y entrar “de la mano” de José con un almohadón en la panza, hizo que me olvidase del resto de la dramatización. Era incapaz de entender lo que decía la relatora. Hasta que el grito en el micrófono me despertó: “- Y DIO A LUZ UN NIÑO… ¡DALE MARÍA!!!”

Por entre el cortinado del escenario alguien me pasó un “bebito” que no era con el que había ensayado.¡Era un osito de peluche!!!! ( “una” angelito dueña del bebito, no quiso prestarlo) Por supuesto al ver al oso me asusté y lo miré con espanto envolviéndolo rápidamente en pañales.

Cuando alguna madre ofrece a su bebé para el papel central, la cosa se complica un poco más, Con tanta túnica a María se le hace difícil sostener al bebé y ni hablar de si tiene “olor” (algo que ninguna madre puede prever) o si se pone a llorar. Ni hablar si a María se le ocurrió guardar al bebito entre sus ropas. La sacudida de panza con los pies abiertos para que caiga el bebé, no es la mejor imagen de un alumbramiento!!

José es el que se lleva la peor parte: vienen los temidos chistes de sus amigos y un “tiene novia” por tener que darle la mano a María. ¡Si por lo menos hubiera un burro! Pero es difícil conseguir uno de juguete y, aunque una vez transformaron una jirafa poniéndole una cabeza de burro, las patas la delataban, por lo que se escuchó: “¡Mirá!, la jirafa se disfrazó de caballo!!”

Para cuando llega la escena final en que todos cantamos un himno, la postal navideña encuentra a sus personajes muertos de calor, sudando la gota gorda con tanto pañuelo en la cabeza, con el ángel acalambrado de señalar la estrella, la estrella manteniendo el equilibrio desde la escalera (razón para nunca repetir la experiencia), los pastores sin los bastones porque alguna maestra optó por evitar un accidente, los magos con las rodilla doloridas, José divirtiéndose mientras patea a los magos y María ensimismada en su rol de madre, acomodando por enésima vez al bebé en el pesebre porque las inquietas ovejitas encontraron divertido sacar el pasto y revolearlo por el aire.

Del otro lado padres, abuelos y tíos sacan todas las fotos que pueden y ya empiezan a hablar del “memorable” pesebre. El más lindo de todos porque están sus nenes y en medio del himno, sentimos una emoción extraña al pensar en la magnificencia del acto que representaron los nuestros.
Pasaron más de 2000 años y todavía se nos presenta como un regalo de los cielos el saber estas cosas y sentirlas como nuestras.

Cuando planeemos la actividad de fin de año no nos quejemos porque ¡otra vez está el pesebre de la Primaria! Más allá de los avatares que cada representación trae, es la única vez en la vida que los chicos tomarán el lugar de los testigos del nacimiento del Salvador. Durante muchos años recordaran que estuvieron ahí y que fueron pastores o ángeles. Yo, ¡fui María!

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