Las pruebas en nuestra vida

Las pruebas son parte de esta vida y siempre estamos expuestos al artístico golpeteo del cincel manejado diestramente por el Maestro escultor

El curso de la vida nos lleva por senderos variados que nos ofrecen distintos desafíos que van cincelando y formando nuestro carácter y personalidad. Usualmente pensamos que esos momentos son claves en la vida de los jóvenes, y es cierto. Sin embargo, dichas experiencias no sólo marcan a nuestra juventud, sino que todos estamos expuestos siempre al artístico golpeteo del cincel manejado diestramente por el Maestro escultor. Y así es como todos tenemos la posibilidad de ir mejorando continuamente en toda etapa de nuestra vida.

Cada uno de nosotros tiene la oportunidad y el gran desafío de ser expuesto a infinidad de experiencias, muchas veces generadas y/o buscadas por nosotros mismos, pero muchas otras veces somos probados en campos que no esperamos ni buscamos (Éter 12:27; 2 Corintios 12:7-10). Él es muy sabio y conoce perfectamente aquellas zonas de nuestro ser en las cuales debemos mejorar.

A veces, son pruebas inmensas las que debemos afrontar; otras, en cambio, son situaciones aparentemente intrascendentes, pero que al Señor le deben decir mucho (DyC 95:1-2) y también nos van marcando e influyen en nosotros según nuestra reacción y actitud hacia ellas.

Hay elevados principios doctrinales en nuestra religión que nos anticipan cuán prestos y listos debemos estar para estos momentos difíciles. Vivimos en Su presencia en nuestra existencia pre terrenal, y ya no podíamos continuar progresando en esa esfera.

Entonces, y acorde al Gran Plan de Felicidad que el preparó para nosotros, fuimos enviados a este mundo justamente para ser probados y demostrarle adonde podíamos llegar. El Señor puede llamarnos (y ya dijo que ‘nos llamará a todos’) a soportar aflicciones y tribulaciones para que podamos alcanzar el nivel que deseamos.

A cada uno nos llegarán; no sabemos los momentos ni cuántas serán. Además pueden ser de índole muy diversa.
Hablando de esos momentos, es obvio que cuanto mejor sea nuestra armonía y relación con Él, más simple será la batalla para salir adelante y continuar exitosamente nuestra experiencia terrenal para demostrarle que podemos vivir eternamente en Su presencia.

Las pruebas requieren una buena relación con Jesucristo
El templo permite apartarnos de las cosas del mundo y nos ayuda en nuestra relación con Jesucristo

El verdadero Santo de los Últimos Días es aquel que es capaz de apartarse de las cosas del mundo a fin de alcanzar la aprobación de Jesucristo. Esta frase que la releo y por breve luce muy simple, no es nada fácil pero les aseguro que tampoco es imposible.

¿Cómo hacemos para apartarnos del mundo estando en él?

Los profetas antiguos y los contemporáneos nos han dado consistentemente dos consejos claves.

En primer lugar, ajustar nuestras vidas a los ideales del evangelio de Jesucristo. Para ellos es fundamental conocer y escudriñar su doctrina. En segundo, ser siempre un buen ejemplo, permitiendo que la luz pura del evangelio irradie para iluminar el camino de los demás. ¿Se dan cuenta de la trascendencia y significado de este requisito?

Los profetas nos han enseñado que el santo verdadero es aquel que renuncia al mal y “soporta” valientemente toda aflicción y pesar por la causa de Cristo.

Insisto con mi interrogante, ya que esto pareciera ser una demanda demasiado exigente: ¿Cómo lo puedo lograr?

Algunas ideas…

  • Comprendiendo con seguridad que la vida aquí en la tierra es un período de probación (Abraham 3:24-26)
  • Entendiendo que las tribulaciones son un medio que Dios tiene para purificar a su pueblo elegido. La recompensa luego no tendrá límite aunque nuestra mente no la entienda en su magnitud (DyC 58:2-4)
  • Permitiendo que la adversidad y las aflicciones nos acerquen al Señor. Es absolutamente esencial que entendamos que el verdadero santo llega a ser una “nueva criatura” en Cristo; que obtiene y retiene el perdón y se esfuerza por aparecer aprobado de Cristo en todo momento (DyC 122:9).

La palabra latina sanctus, de la cual deriva el vocablo santo, encierra el sentido de pureza y santidad. Les invito a leer en El Libro de Mormón, Mosíah 3:19 y meditar sobre aquellos rasgos del ‘hombre natural’:

“Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo de Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre“.

Las pruebas nos perfeccionan

Comparemos ahora dicha figura con la de un verdadero Santo de los Últimos Días. Nos daremos cuenta entonces qué es lo que constituye la santidad, algo en lo cual todos estamos empeñados en obtener. La Deidad y los profetas nos han dicho explícitamente que las tribulaciones nos ayudan a producir las características de un verdadero santo.

Muchas veces no comprendemos las implicancias que hay en las palabras del Señor “los probaremos” (Abraham 3:25). Aunque la vida terrenal es una prueba para la humanidad y los hombres no conocemos el “para qué”; no es así con Dios. Él sabe que es por las pruebas que nos perfeccionamos y alcanzamos nuestro objetivo.

Sé que si superamos esta etapa enfocados en Sus prioridades y somos capaces de inclinarnos hacia Él cuando nos toque pasar por el horno de la aflicción, obtendremos la recompensa final.

El verdadero Santo de los Últimos Días es aquel que es capaz de apartarse de las cosas del mundo a fin de alcanzar la aprobación de Dios.

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