Un comentario que todavía hoy me hace reflexionar

Mientras servíamos con mi esposa como misioneros, vivimos una experiencia que nos llamó la atención. Nos encontrábamos prestando servicio en una ciudad importante por su población y ubicación en Argentina. En un día de preparación concurrimos a un supermercado para proveernos de cosas necesarias para vivir.

En un momento determinado y recorriendo las góndolas de mercaderías, un miembro de nuestra unidad que en ese momento no asistía con regularidad se acercó a nosotros y nos pusimos a conversar. Unos hombres escucharon nuestra conversación y mi esposa escuchó que uno de ellos le decía a su amigo: “el ‘chabón’ habla como ‘dotor’, pero no es ‘dotor’, es mormón; tienen poder en las manos y te pueden curar”.

Cuando mi esposa contó lo que este hombre había dicho, me quedé pensado en el hecho y aún hoy la anécdota en determinados momentos, además de hacerme sonreír, me lleva a la reflexión.

Desconozco las circunstancias por las cuales ese hombre dijo eso pero me doy cuenta de que él, siendo un hombre común, reconocía el poder y autoridad del sacerdocio. ¿Reconozco yo lo mismo? ¿Cómo es mi compromiso ante esta bendición y responsabilidad? ¿Cómo debemos pensar, sentir, y qué debemos hacer al respecto?

Creo que las respuestas son variadas y se atribuyen a cada cual, pero la verdad clara e irrefutable  es que tenemos la responsabilidad de mantenernos fieles, leales y dignos ante el Señor.

En la sección 121 de Doctrina y Convenios se delinean claramente lo que DEBEMOS hacer y lo que NO DEBEMOS hacer con este poder y autoridad.

En el versículo 36 dice que esos poderes “están inseparablemente unidos a los poderes del cielo” y que deben ser “manejados conforme a los principios de la rectitud”. Debemos esforzarnos por vivir vidas rectas. En los versículos 37 al 39 explica las consecuencias de no hacerlo.

Los versículos 41 al 46 nos enseñan en cuanto a las cualidades que debemos cultivar para que ese poder fluya sobre nosotros y bendiga a los que nos rodean.

Reflexionemos cada día sobre nuestras responsabilidades y hagamos las ajustes que el Espíritu nos indique.

No importa cuán grandes sean las pruebas que podamos pasar, o que nos sintamos situaciones difíciles como las que menciona la sección 122 de Doctrina y Convenios, debemos mantenernos enfocados en nuestras responsabilidades, reafirmar nuestro compromiso y recordar las palabras y promesas dadas en los versículos 8 y 9 de esa sección: “El Hijo del Hombre ha descendido debajo de todo ello. ¿Eres tú mayor que él? Por tanto, persevera en tu camino, y el sacerdocio quedará contigo…”

¡Cuántas bendiciones recibimos al vivir en rectitud ante el Señor y cuántas promesas si le somos fieles y leales!

Testifico que estas se cumplen. Individualmente, en mi función de esposo y padre, y como líder, he podido comprobar muchas veces cómo el Señor derrama estas bendiciones sobre nosotros, si nos esforzamos por hacer nuestra parte.

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