El Libro de Mormón es nuestra historia

Crecemos en un mundo lleno de historias por descubrir que se entrelazan con la nuestra y el Libro de Mormón arroja una luz inspiradora.

Una de las maravillas de la vida es que crecemos en un mundo lleno de historias por descubrir, y nuestra propia narración de vida se desenvuelve entrelazándose con relatos individuales, familiares, contemporáneos e institucionales. Cada una de estas voces moldea nuestra comprensión del lugar y el momento histórico que habitamos y así forma parte de nuestra propia historia. El Libro de Mormón se erige como otra de estas grandes voces, emergiendo del polvo para arrojar luz sobre nuestra historia.

Sea esto reconocido o no, somos parte de este legado. Sus historias, bendiciones y advertencias nos alcanzan hoy. Con sabiduría profunda, Moroni, en su despedida, nos dejó algo que quería que supiéramos clara y directamente: somos parte de Israel. Este libro también es nuestro. Debemos leerlo como si nuestros ancestros nos hablarán desde el polvo. 

Sí, ¡está hablando de nosotros!

“Sabed que sois de la casa de Israel” (Mormón 7:2) Esta declaración de Mormón en el Libro es poderosa. Él fue casi el último escritor de los registros espirituales y familiares que, por mandamiento del Señor, se conservaron durante generaciones como un legado sagrado. Estos relatos, que ahora forman parte de las escrituras, son la historia de una familia que eventualmente se dividió en dos grandes pueblos: nefitas y lamanitas. 

Casi al final del relato, su hijo Moroni describe una devastadora escena de guerra, en la cual se reconoce vulnerable y obligado a esconderse para salvar su vida. En esa difícil situación e impulsado por el Espíritu de profecía, Moroni revela un gran misterio sobre nuestra identidad, para todos aquellos a quienes ese libro llegara “en el propio y debido tiempo del Señor”(3 Nefi 5:25): somos de la casa de Israel. Quizás Moroni sabía también que no siempre íbamos a poder desprender este conocimiento solo leyendo el relato. Y significa que, independientemente de cómo lleguemos a formar parte de esta casa—por linaje o adopción—podemos considerar estos registros como nuestro legado familiar y espiritual sagrado. Es escritura, sí, pero también es el registro de nuestra propia familia, siglos atrás.

Somos parte de la casa de Israel por nacimiento o adopción, y las historias de estas  personas y familias forman parte de nuestra historia a través del convenio que compartimos con ellas.

Gracias a la hermana Church

Dando un salto en el tiempo, quiero compartir una experiencia relacionada con una misionera con la que serví en Puerto Montt como parte de mi servicio misional durante varios meses y de quien aprendí mucho. La hermana Keaton Church, cuyo espíritu poderoso me inspiraba profundamente, hacía cosas que siempre me llamaban la atención: bailaba cada mañana, compartía sus historias de éxito, y nunca dejaba pasar a una persona sin hablarle, ya fuera en la calle o en el colectivo. De hecho, pueden imaginarnos hablando con cada persona en cada colectivo que tomábamos ¡incluso con el chofer! Ella tenía una gran capacidad para activar la fe y fue una misionera de fe. Gracias a su fe en el Señor, obró milagros, y me enseñó un aspecto más profundo de lo que significa creer.

Este relato es importante porque lo que sigue es una experiencia sagrada, del que solo voy a compartirles una de las más lindas partes, y que se la debo a la instrucción y ejemplo de la hermana Church. Ella me contó una experiencia profundamente espiritual con un familiar que había fallecido. En un día de proselitismo, ella pidió y sintió la influencia y compañía de ese familiar, lo que transformó su comprensión de las relaciones con nuestros antepasados y fortaleció su fe en el plan de salvación. Esta historia me tocó el corazón, especialmente porque mi hermano mayor había fallecido solo unos meses atrás, y yo sentía el dolor y el vacío de su inesperado fallecimiento.

Mi hermano caminó conmigo

El miedo que sentía desapareció rápidamente, y pronto me di cuenta de que podía intentarlo. Recordé que el Señor gobierna todas las cosas y que, acudiendo a Él, no había forma de fallar. Al día siguiente, después de nuestro estudio personal y antes de salir a la rutina misional, oré al Señor con sumo respeto, pidiéndole que, si era posible y según Su voluntad, permitiera que mi hermano me acompañara ese día en el proselitismo, para trabajar juntos.

No voy a detenerme en los detalles, pero hubo señales maravillosas y sagradas para mí. La más hermosa fue escuchar en mi mente la voz de mi hermano alentándome a que caminara más rápido, que hablara con más entusiasmo y que no me desanimara cuando me ignoraran. Ojalá pudiera describir mejor lo que sentí al escucharla.

Esa noche, mi oración fue muy reverente y silenciosa. Estaba llena de gratitud. Poco me sale decir en palabras lo que esa experiencia significó para mí. Ese día quedó clavado en mi corazón, porque caminé con mi hermano Néstor, aunque él estaba del otro lado del velo. Compartí esta experiencia con mi familia, y ahora también con ustedes, para que supieran los milagros que obra Dios. Nuestra familia del otro lado del velo permanece cerca de nosotros, más de lo que imaginamos.

La Promesa

¿No sería fascinante descubrir un linaje que nos conectara directamente con Jacob, el hijo de Lehi? ¿O con Sam? ¿O tal vez con Zoram? Quizás de esta manera sí podríamos leer el Libro de Mormón con otros ojos. El Señor puede ayudarnos a retroceder lo suficiente en el tiempo para descubrir nuestro legado. En ese proceso, encontraremos personas, historias y tesoros, y mucho de lo que somos está en aquellos que nos precedieron. Somos parte de ellos.

Nuestra familia también es la del Libro de Mormón. Quiero decirles que estamos rodeados de ángeles—nuestros antepasados que obraron en favor de esta misma causa. No hay nada que temer.

Nuestros hijos y nietos deben saber que el Libro de Mormón también es su historia, y que, cuando ya no estemos con ellos, también nosotros seguiremos caminando a su lado mientras dure su jornada en la tierra.

La promesa que se nos ha hecho y les quiero compartir es que trabajar en nuestra historia familiar nos permite estar rodeados de ángeles que estarán a nuestro servicio (Regocíjense en el don de las llaves del sacerdocio- Russel M Nelson- Abril 2024). Hay maravillas esperando en ese camino. ¡Empiecen hoy!

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