Cuando el Salvador dio el mandamiento: “Por tanto, id, y haced discípulos todas las naciones” (Mateo 28:19), la abrumadora responsabilidad de comunicar eficazmente se convirtió en una realidad. Desde la restauración del evangelio en esta dispensación, se ha invertido mucho dinero, innumerables horas y esfuerzos dedicados para declarar este mensaje de buenas nuevas.
La temible responsabilidad de alcanzar y motivar a cada persona, se hace cada vez más aparente cuando tomamos en cuenta al individuo. Consideremos las consecuencias si fracasamos en nuestro propósito. En el diario Deseret News apareció el párrafo siguiente:
JOVEN SENTENCIADO
Las Vegas (AP). Un joven de dieciséis años de edad fue sentenciado a muerte tres veces consecutivas el lunes, después de aceptar la culpabilidad de los cargos de asesinato de tres empleados bancarios. El joven fue acusado de asesinar a balazos al gerente del banco y a dos cajeros. los tres fueron muertos durante el robo de $35.000 en un banco de las Vegas.
El joven sentenciado fue bautizado y confirmado como miembro de la Iglesia cuando tenía ocho años de edad. Asistió la Escuela Dominical, la Primaria y poseía el Sacerdocio Aarónico. Después de leer acerca de los asesinatos, el obispo dijo tristemente: “¿Dónde fracasamos en nuestro intento de comunicarnos con él?”
La comunicación no significa simplemente decir o escuchar algo. Nunca en la historia ha habido tanta gente que tenga tanto conocimiento de lo que está sucediendo en el mundo. En su sentido vital, la comunicación significa comunión, el compartimiento de ideas y sentimientos.
La palabra proviene del latín communicare –”compartir”, y la comunicación es el acto de compartir o impartir una parte de algo.
La comunicación ha sido definida como “el arte de informar y persuadir a otros”.
La habilidad de comunicar no es algo congénito; tenemos que aprender cómo adquirirla, frecuentemente en la manera difícil.
Afrontamos un problema de comunicación cada vez que declaramos la guerra contra los poderes del adversario y tratamos de ayudar a los miembros de la Iglesia a vivir de acuerdo con los principios del evangelio.
Supongo que podemos consolarnos un poco al reconocer el hecho de que el Maestro tuvo sus problemas de comunicación, a pesar de poseer un gran entendimiento para con la gente. en una ocasión Jesús le hablaba desde una barca a la gran multitud que se encontraba en la playa. En el curso de sus palabras relató la parábola del sembrador, y cuando terminó, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué les hablas por parábolas? El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.” (Mateo 13:10-11) Entonces dijo que los oídos de estas personas eran algo sordos y que sus ojos estaban cerrados.
“Pero bienaventurados vuestros ojos”, dijo el Salvador a sus discípulos, “porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.” (Mateo 13:16) Entonces continuó su sermón, relatando otras parábolas adicionales.
Quizás los discípulos se sentían demasiado avergonzados para interrumpir nuevamente, porque Jesús les había dicho que a ellos les era dado saber los misterios del cielo; pero cuando la multitud se había despedido, “acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola…” (Mateo 13:36)
Si el Maestro creyó necesario repetir y explicar a fin de comunicar eficazmente el mensaje, supongo que no debemos sentirnos desalentados cuando fracasamos en nuestro intento de comunicar eficazmente en la primera explicación.
La comunicación eficaz es esencial para la motivación positiva. El líder debe educarse primero a sí mismo, desarrollar entusiasmo y perfeccionarse en la habilidad que desea enseñar (comunicar). Entonces debe proyectar o transmitir su sentimiento en el tema, hasta que éste sea compartido por el seguidor. Este es el proceso más eficaz de la motivación.
La comunicación eficaz siempre incluye tres ideas principales: debe ser clara, concisa y debe confirmar.
1. Nuestra presentación debe ser clara.
La primera regla de la claridad es tener una meta u objetivos bien definidos; saber lo que deseamos lograr a través de nuestra comunicación. A menos que podamos definir esta meta claramente para nosotros mismos, es probable que nuestro auditorio no la entienda y sea motivado por ella.
Otro modo de mejorar la claridad es mediante el uso de ilustraciones. Siendo que las palabras tienen diversos significados para diferentes personas, la definición adicional mediante ilustraciones pertinentes, es generalmente de gran ayuda.
Una de las ilustraciones es a través de las palabras y movimientos, tales como las parábolas, las cuales Jesús convirtió en una parte importante de casi toda situación de enseñanza. Las utilizó tan a menudo que los evangelistas registran en una ocasión que “sin parábolas no les hablaba” (Marcos 4:34).
Jesús explicó que Él utilizó las parábolas en sus enseñanzas, porque transmitían a las personas la verdad religiosa exactamente en proporción a su fe e inteligencia. Para el ignorante, la parábola contenía interés en la historia y cierto valor en su enseñanza; para el espiritual, le transmitía mucho más, incluyendo los misterios o secretos del reino de los cielos. Por tanto la parábola es aplicable para el hombre sencillo como para el educado; enseña a la gente a encontrar la verdad divina en las cosas comunes.
Íntimamente relacionadas a las parábolas se encuentran las breves comparaciones que el Maestro solía usar para ilustrar ideas tales como:
“Vale más que muera un hombre, que dejar que una nación degenere y perezca en la incredulidad”. (1 Nefi 4:13)
“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19).
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).
“Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:20).
Las historias ilustrativas proveen de otros medios excelentes de enseñanza para demostrar la claridad. Es fácil para la gente proyectarse a sí misma en historias de personas reales y sus experiencias. El Señor usó este método muy a menudo; en el caso de la ofrenda de la viuda, ilustró una lección acerca de la verdadera ofrenda: “…esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21:3-4).
Un medio excelente para promover la claridad son las historias verdaderas que involucran personas reales.
Otro tipo de ilustración en la que existen palabras y movimientos es la demostración, la cual es de ayuda particularmente cuando se trata de enseñar habilidades con algún elemento mecánico. Los ejemplos de situaciones donde estas demostraciones podrían utilizarse provechosamente incluye el uso eficaz de las ayudas visuales, destreza atlética o método para llevar a cabo una reunión típica de un comité ejecutivo de sacerdocio de barrio.
El antiguo adagio “lo que se ve vale más que mil palabras” podría ser reafirmado por muchos ejemplos: verbigracia, unas manos en actitud de oración, una madre con su hijo.
Los objetivos proveen otro medio para aclarar un mensaje; éstos podrían ser de los alrededores o prendas de vestir, u objetos preparados por el maestro para tal ocasión.
2.- Nuestra presentación debe ser concisa.
Ser conciso significa expresar mucho en pocas palabras. El tiempo dedicado para comunicar una idea podrá variar, dependerá del aspecto complejo del asunto y el conocimiento previo de los miembros del auditorio; pero esta comunicación se mejora cuando cada palabra, frase y párrafo tiene significado y es pertinente al objetivo.
- El bosquejo para hacer una presentación incluye:
Estudiar e investigar hasta estar seguro de tener una información que sea digna de presentarse. - Escribir las ideas en una hoja de papel, sin preocuparse por el estilo.
- Arreglar las ideas en orden lógico.
- Eliminar las, ilustraciones y comentarios que no sean pertinentes a la aplicación. A causa de la dificultad de mantener completa atención, algunos se sienten tentados a incluir material interesante, aun cuando no sea del todo apropiado.
- Cuando se dé por terminada la etapa de organización, redúzcase cada frase al mínimo de palabras necesarias.
- Por último, aprender el material lo suficientemente bien como para presentarlo de la forma que ha sido preparado.
3.- Debemos confirmar lo que hemos enseñado para ver lo que se ha aprendido.
Cuando se escucha a intervalos, se mal interpretan las ideas o el significado de las palabras, se pueden crear conceptos falsos. Por tanto, siempre que sea posible, es importante tener un método de repaso y corrección de impresiones equívocas.
Un negociador descubrió una manera muy eficaz de calmar los agitados argumentos y mejorar la comunicación en las disputas con trabajadores y los empresarios. El árbitro estableció una regla con la cual el representante de los trabajadores no tenía derecho a expresar su punto de vista hasta que no entendiera completamente el punto de vista de los directores y viceversa.
Bien podríamos seguir el ejemplo del rey Benjamín y su pueblo:
“Y aconteció que cuando el rey Benjamín hubo hablado así a su pueblo, mandó indagar entre ellos, deseando saber si creían las palabras que les había hablado.
Y todos clamaron a una voz, diciendo: Sí, creemos todas las palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza y verdad por el Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:1-2).
A través de sus profetas el Señor ha impartido consejo tocante a la importancia de poseer habilidad de comunicar; también ha recalcado la necesidad de la espiritualidad como parte de esta comunicación eficaz.
Sed sinceros y honrados; estamos trabajando con almas preciosas, y la pseudo sofisticación y manipulación no tienen cabida en el reino. Pablo exhortó a los miembros a que comunicaran “siguiendo la verdad en amor” (Efesios 4:15).
Debemos comunicar nuestro amor y preocupación siendo que los sentimientos frecuentemente pueden “ser transmitidos” aun cuando las palabras fallen. “Y se os dará el Espíritu por la oración de fe; y ; y si no recibís el Espíritu, no enseñaréis” (DyC 42:14).
Cuando Moisés fue llamado para sacar a los hijos de Israel del cautiverio, éste reconoció su debilidad como orador o comunicador. No obstante, el Espíritu del Señor estaba con él, quien, después de darle confianza, puso a Aarón como su portavoz, no confiriéndole a éste la responsabilidad de dirigir, sino a Moisés, quien poseía los dotes necesarios de director para llevar a cabo la tarea (Éxodo 4:10).
Pablo nos exhorta a buscar los dones espirituales a fin de que podamos hablar a los hombres “para edificación, exhortación y consolación”. Enseguida dice que la claridad es aún más importante que el don de lenguas. “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (¿Quién será motivado?) “Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire” (Véase 1 Corintios 14:3-9).
Si permitimos que el Señor sea nuestra guía en el desarrollo de nuestra habilidad para comunicar. Él puede ayudarnos a ser humildes, a presentarnos ante gente sincera en el momento adecuado y en una atmósfera donde seamos dignos de confianza y de ser escuchados. Cuando la habilidad de comunicar va acompañada de la espiritualidad, el Señor puede obrar a través de sus siervos para lograr sus propósitos.
Miles de miembros de la Iglesia recién bautizados y los muchos misioneros que les enseñaron el evangelio, son un testimonio viviente de una comunicación eficaz.
Un día de primavera, un joven humilde, motivado por un deseo sincero de saber la verdad, buscó la iluminación de su Padre Celestial. La gloriosa visión que siguió a este acontecimiento, las palabras del Padre: “¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!” –el mensaje del Maestro y el servicio fiel y el supremo sacrificio rendidos por este joven, José Smith, fueron una demostración de la comunicación en su estado más sublime.
Ojalá que este bello ejemplo guíe nuestra manera de pensar y movilice nuestras acciones mientras nos preparamos para comunicarnos eficazmente.
Mensaje publicado en Liahona de marzo de 1970. En ese entonces el Pte. Thomas S. Monson era miembro del Cuórum de los Doce
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