Metas y Resoluciones
La llegada de un nuevo año, siempre nos impulsa a establecer metas y resoluciones, que por lo general tienden a mejorarnos y progresar.
Este año, tal vez impulsado por la recomendación de Moroni (7:48), me he propuesto ver y señalar los mejores rasgos en el carácter y personalidad de mi prójimo. Considero que será otra manera de manifestar caridad –amor puro de Cristo–, y seguramente, tanto el dador como el receptor, serán edificados espiritualmente y se establecerán lazos de convivencia más fuertes. Además se ha comprobado, que para encontrar defectos y debilidades en otros, no se necesitan virtudes especiales.
El élder Neal A. Maxwell, expresó una idea similar cuando dijo: “Podemos agregar, al almacén de autoestima de cada uno, elogios merecidos y específicos más frecuentemente; recordando también que aquéllos que están sin aliento por hacer la segunda milla, precisan un merecido elogio, así como los que han caído necesitan ser levantados”. (Conferencia General, octubre 1979).
León Tolstoi (1828-1910), el gran escritor ruso, escribió un cuento muy breve, que expresa de manera elocuente, esta misma idea. Lo llamó “El perro muerto”:
“Jesús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo pasar adelante a sus discípulos para preparar la cena. Él, impelido al bien y a la caridad, internose por las calles hasta la plaza del mercado.
Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas que contemplaban un objeto en el suelo, y acercose para ver qué cosa podía llamarles la atención.
Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había servido para arrastrarle por el lodo. Jamás cosa más vil, más repugnante, más impura se había ofrecido a los ojos de los hombres. Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con desagrado.
–Esto emponzoña el aire –dijo uno de los presentes.
–Este animal putrefacto estorbará la vía por mucho tiempo –dijo otro.
–Mirad su piel –dijo un tercero– no hay un solo fragmento que pudiera aprovecharse para cortar unas sandalias.
–Y sus orejas –exclamó un cuarto—son asquerosas y están llenas de sangre.
–Habrá sido ahorcado por ladrón—añadió otro.
Jesús los escuchó, y dirigiendo una mirada de compasión al animal inmundo:
–¡Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas! –dijo.
Entonces el pueblo, admirado, volviose hacia El, exclamando:
–¿Quién es éste? ¿Será Jesús de Nazaret? ¡Sólo Él podía encontrar de qué condolerse y hasta algo que alabar en un perro muerto…!
Y todos, avergonzados, siguieron su camino, prosternándose ante el Hijo de Dios”.
Este es sólo un cuento, surgido en la imaginación de un espíritu sensible como Tolstoi, que cuando conoció la Iglesia, dijo: “Si el mormonismo es capaz de mantenerse sin cambios en el tiempo, será una influencia poderosa para la humanidad”.
“Si el mormonismo es capaz de mantenerse sin cambios en el tiempo, será una influencia poderosa para la humanidad…”
Leon Tolstoi
En Su vida real, durante su ministerio, Jesús manifestó esta característica. Recordemos su encuentro con Natanael: “He aquí, un verdadero israelita, en quien no hay engaño” (Juan 1:43-47). Señaló un rasgo sobresaliente de su personalidad, a pesar que momentos antes, éste había puesto en duda su misión divina: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”, le dijo a Felipe.
Por razones de trabajo, cierto día llegué a la ciudad de Melo, capital del Departamento Cerro Largo en Uruguay. Cuando tenía tiempo libre, siempre visitaba sitios históricos y museos del lugar. Fue así que conocí la casa natal de la gran poetiza Juana de Ibarbourou (1892-1979). Cuando ingresé y vi, en su huerto, la vieja higuera que había inspirado la hermosa poesía que yo había recitado y estudiado en mi niñez, sentí una gran emoción, porque tiene un gran mensaje:
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos, que nunca
con apretados capullos se viste…
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
“Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto”.
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡Qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
“Hoy a mí me dijeron hermosa”.
Al obrar de esta manera, veremos milagros en los comportamientos, cuando tratemos a las personas “no sólo como son, sino cómo pueden llegar a ser” (Goethe). El destacar sus aspectos positivos en primer lugar, los puede impulsar a superarse porque aumentará su autoestima, y nosotros experimentaremos el gozo prometido, “por ser un instrumento en las manos de Dios”. (Alma 29:9)
¡Hasta la próxima!
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