Atesorad en vuestra mente
Atesorad constantemente en vuestras mentes, las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre.
Como parte de una capacitación sobre un nuevo curso de Historia de la Iglesia, los Directores del Sistema Educativo, fuimos invitados a participar de un “tour” guiado por el cementerio de la ciudad de Lago Salado.
El propósito era visitar las tumbas y monumentos de algunos líderes de la Iglesia y relatarnos algunos aspectos de su vida que no eran muy conocidos, pero que podrían ser de interés para los jóvenes, ya que mostraban el carácter, la lealtad al Señor y al Profeta y su fe inquebrantable en la verdad restaurada.
Allí estaban aquéllos líderes que habían tenido una gran influencia en mi niñez y adolescencia, tales como los presidentes Heber J. Grant, que presidía la Iglesia cuando me bauticé en el año 1939, George Albert Smith, David O. McKay, Joseph Fielding Smith y otros como J. Reuben Clark, John A. Widtsoe y James A. Talmage. Pero ahora no voy a relatar de ninguno de ellos, sino de un hermano que se convirtió a la Iglesia a los 17 años y que sirvió varias misiones. La primera fue en 1835, dos años después de su bautismo y fue ordenado Setenta. Posteriormente fue apartado como uno de los primeros presidentes de ese Cuórum, en 1845, cuando tenía 29 años.
Al establecerse en la ciudad de Lago Salado, fue elegido Alcalde en 1851. Tenía 35 años de edad. Tres años más tarde, el 7 de abril de 1854, fue ordenado Apóstol y sostenido como segundo consejero al Presidente Brigham Young. Para entonces, tenía 38 años. Se trata de Jedediah Morgan Grant, que murió a los 40 años, cuando su hijo Heber Jeddy Grant, sólo tenía 9 días de vida, y que llegaría a ser el séptimo Presidente de la Iglesia. En sus funerales, el Presidente Brigham Young dijo que “Jedediah había sido miembro de la Iglesia unos 25 años, sin embargo en ese tiempo, él ha dado al Señor 100 años de servicio.”
En la misión, se ganó la reputación de hábil orador. Frecuentemente aceptaba invitaciones para predicar sobre temas o textos que eran seleccionados por quienes lo habían invitado, en el momento que comenzaba.
Con el tiempo fue tema de discusión sobre cuándo y cómo preparaba sus maravillosos sermones. Como respuesta, él respondía que nunca preparaba sus sermones en la forma convencional, como lo hacían otros ministros. “Por supuesto”, decía, “leo y estudio y guardo en mi mente el conocimiento de las verdades del evangelio, pero nunca estudio un sermón específico”.
Sin embargo, las personas no le creían, pues pensaban que era imposible poder predicar de esa manera, sin un cuidadosa preparación. En cierta ocasión, varias personas decidieron probarlo. Le preguntaron si podía predicar de un texto seleccionado por ellos. Además le darían el tema a su llegada al lugar de reunión, de manera que no le darían ningún tiempo para prepararse. Él aceptó.
El lugar seleccionado fue Jeffersonville, el asiento del Condado Tazewell, que en ese tiempo era el lugar de natalicio de John B. Floyd, quien llegó a ser Secretario de Guerra de los Estados Unidos de América y de otros hombres prominentes de la época. El salón elegido fue la Sala de los Tribunales.
A la hora señalada el salón estaba completamente lleno en su capacidad. El élder Grant entró, caminó hacia el estrado, y comenzó la reunión. Al final del segundo himno, un secretario se adelantó y le alcanzó un papel con el tema. Cuando lo abrió, se encontró con un papel en blanco. Sin ninguna señal de sorpresa, sostuvo en su mano el papel y comenzó a hablar:
“Mis amigos, estoy aquí por un acuerdo previo, para predicar sobre un tema que estos caballeros seleccionaron para mí. Lo tengo en mi mano. No quisiera que nadie se sienta o pudiera sentirse ofendido, pues estoy bajo la promesa de predicarles sobre el mismo, y si a alguien hay que responsabilizar deberá ser a aquéllos que lo seleccionaron. De todos los temas éste es mi favorito. Como pueden ver el papel está en blanco (al mismo tiempo lo mostraba a la audiencia).
Ustedes los sectarios, sentados en el estrado, creen que de la nada Dios creó todas las cosas y ahora desean que yo cree de la nada un sermón, como este papel en blanco.
Ustedes creen en un Dios que no tiene cuerpo, partes o pasiones, tal Dios yo lo concibo en blanco como pueden ver que es mi tema. Ustedes creen en una iglesia sin profetas, apóstoles, evangelistas, etc., tal iglesia sería nada como este papel en blanco, en contraste con la Iglesia de Jesucristo. Ustedes han localizado su cielo allende los límites del tiempo y el espacio. No existe en ningún lugar y por consiguiente no es nada y está en blanco, como este papel”.
Y continuó de esta manera, haciendo añicos sus creencias y enseñanzas y luego proclamó los principios del evangelio restaurado con gran poder. Finalizó preguntando: “¿Me he apegado al tema y os he satisfecho?”
Entonces se puso de pie el Sr. Floyd y dijo: “Si Ud. no es abogado, debería serlo.” Luego se dirigió a los asistentes y les dijo: “Ustedes han escuchado un maravilloso discurso; más aún, impresionante. Ahora pongan atención en el vestuario del Sr. Grant”.
De la colecta que posteriormente se realizó, el hermano Grant se pudo comprar un traje, un caballo, la silla y el atuendo completo para montar. Ninguno de los contribuyentes era Santo de los Últimos Días. Sin embargo, algunos de ellos poco después se unieron a la Iglesia. Y todo esto sacado de un sermón cuyo tema era un papel en blanco.
¿De donde obtenía el élder Grant esa habilidad y sabiduría?
Analicemos las siguientes escrituras que nos ayudarán en la respuesta:
“Ni os preocupéis tampoco de antemano por lo que habéis de decir, mas atesorad constantemente en vuestras mentes, las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre.
“…porque este mandamiento es para todos los fieles de la Iglesia que son llamados de Dios al ministerio…
“…Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros.” (DyC 84:85-86,88)
“Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo, que morará sobre ti y morará en tu corazón… éste es el espíritu de revelación. Por tanto, éste es tu don, empéñate en él y serás bendecido, porque te librará de las manos de tus enemigos…” (DyC 8:2-4)
“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39)
“El Señor no revela a una cabeza vacía”. (Elder Neal A. Maxwell)
En conclusión, “¿Quíén subirá al monte de Sión? ¿y quién estará en su lugar santo?”
La respuesta constituye uno de los principales requisitos para emular al élder Grant: “El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.” (Salmos 24:3-4)
De esto doy testimonio personal.
¡Hasta la próxima!
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