La arqueología y el Libro de Mormón
Se estima que en el corazón de Mesoamérica estuvieron el 90% de los sitios arqueológicos existentes durante el período del Libro de Mormón.
Durante nuestro llamamiento en el Centro de Capacitación Misional (2000-01) en la ciudad de Guatemala, tuvimos el privilegio de vivir en el corazón de Mesoamérica; término utilizado para identificar la floreciente cultura maya, en un vasto territorio conocido hoy como el sur y sudeste de México (península de Yucatán), Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y algunas zonas de Costa Rica y Nicaragua. Abarca el período llamado preclásico: 2500 AC a 1500 DC., y se estima que el 90% de los sitios arqueológicos existentes durante el período del Libro de Mormón, estuvieron en ese lugar. El resto se encuentran en Sudamérica, principalmente en Perú y Bolivia.
Entre las ciudades más imponentes construidas en ese período, figuran Palenque (México), Tikal (Guatemala) y Caracol (Belice), emplazadas en medio de la selva y Copán (Honduras) entre las montañas.
Afortunadamente tuvimos oportunidad de visitar Tikal, con una extensión de 572 km2, el más grande de los 3.000 sitios arqueológicos mayas de Guatemala, que con el tiempo se constituyó en un centro de matemática, astronomía y arte, que les permitió concebir el Calendario de 365 días, comparable al gregoriano que usamos en la actualidad. Se encuentra dentro de un parque nacional en plena selva y se estima que tuvo 300.000 habitantes. Para caminar desde un grupo de edificios a otro, hay que atravesar bosques lluviosos, en compañía de monos aulladores, aves de toda clase y otros animales de la zona. Encontramos enormes templos, con frecuencia piramidales, con tallados de relieves sobre la piedra, que demuestra que poseían una gran destreza. Vimos también palacios, plazas abiertas, terrazas y canchas de deportes. Fue todo un desafío subir a las torres, de entre 45 y 70 metros de altura…
Recientemente fue descubierta otra ciudad oculta bajo la selva del período preclásico, que llamaron Ichcabal, al sudeste de la península de Yucatán, con tesoros desconocidos del esplendor de la civilización maya.
Cuando Jacob bendijo a sus hijos, reservó para José y sus descendientes la bendición más significativa: “Rama fructífera es José, rama fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro…Hasta el término de los collados eternos, serán sobre la cabeza de José” (Génesis 49:22,26).
Los descendientes de José, Lehi e Ismael, vinieron al Nuevo Mundo, en cumplimiento de la profecía. Lehi salió de Jerusalén con su familia y al llegar al océano, construyeron un barco. En sus registros, no aclara dónde llegaron, pero sabemos que la llamaron “la tierra de Nefi”. No dice que encontraron otros pueblos, pero tampoco indica que no los hubiera. Podemos decir con autoridad, que en la actualidad, los descendientes de la tribu de José, especialmente de Efraín, están preparando todas las cosas para la Segunda Venida del Salvador.
Evidentemente se trataba de “las otras ovejas”, como enseñó el Señor. (Juan 10:16; 3 Nefi 15:21-24)
No es de extrañar entonces, que al dedicar el Templo de la ciudad de Guatemala, el 14 de diciembre de 1984, el presidente Gordon B. Hinckley pronunciara estas palabras: “…nuestro corazón se hincha de gratitud porque te acuerdas de los hijos e hijas de Lehi, de las muchas generaciones de nuestros padres quienes sufrieron enormemente y vagaron por tan largo tiempo en la oscuridad, has escuchado sus lamentos y has visto sus lágrimas. Ahora se abrirán para ellos las puertas de la salvación y la Vida Eterna”.
La arqueología es una manera de hacer historia y de entender cómo vivieron los pueblos de la antigüedad que ya no existen. Su misión es recuperar los restos de materiales que han sido preservados, estudiarlos y relacionarlos entre sí.
El Libro de Mormón, que en año 1982 se le agregó el subtítulo: “Otro testamento de Jesucristo”, no es un libro de historia, ni de geografía, ni lo pretende ser, a pesar de que relata hechos históricos y habla de lugares geográficos específicos (Alma 22:27-34). Lo esencial fue trasmitir un mensaje espiritual: “Es un volumen de escritura sagrada semejante a la Biblia. Es una historia de la comunicación de Dios con los antiguos habitantes de las Américas y contiene la plenitud del evangelio eterno.” (Introducción) Estos registros sagrados –“palo de Judá” y “palo de José”— se complementan y forman un testimonio unificado de que Jesús es el Cristo (Ezequiel 37:15-19; 2 Nefi 3:12 y “Guía de Estudio”, pág. 114).
¿Dónde sucedieron los acontecimientos que relata el Libro de Mormón?
Una de las hipótesis que más se acerca al estudiar la geografía y la cultura del lugar, es Mesoamérica, especialmente Chiapas, el sur de México y Guatemala. El Istmo de Teotihuacán, sería “la estrecha lengua de tierra” (Éter 10:20) o “la angosta faja de terreno” (Alma 22:27).
En los días del rey Mosíah, se les mandó que salieran de la tierra de Nefi y llegaron a Zarahemla. Allí encontraron a otro pueblo, los mulekitas, que también habían escapado de la destrucción de Jerusalén a mano de los babilonios, poco después de Lehi. Zarahemla estaba junto a un río grande, Sidón (Alma 22:27), que algunos arqueólogos mormones suponen que es el río Grijalba de México.
Muy cerca de la ciudad capital de Guatemala, se asienta Kaminal-juyú (las tierras altas). Allí se encontraron rastros de escrituras, de aproximadamente 600 AC. De acuerdo a estudios realizados, podría tratarse de las tierras de Nefi.
El malvado rey Noé tenía sacerdotes. Uno de ellos fue Alma, padre, que se convirtió por medio de Abinadí y posteriormente fue bautizado en “las aguas de Mormón”, que se supone es el actual Lago Atitlán. Geográficamente es una buena posibilidad.
Reitero, son solo hipótesis. No es doctrina, pero es un esfuerzo de profesionales que estudiaron prolijamente el terreno. Los mencionados, son sólo algunos ejemplos.
Nunca necesité apoyarme en “evidencias externas”, para saber que el Libro de Mormón en verdad es “otro testamento de Jesucristo”. En sus páginas existen casi 4.000 referencias de Él y lo mencionan con más de 100 títulos diferentes. Sin embargo, siempre me interesaron los estudios serios realizados por personas idóneas.
Recomiendo dos vías infalibles para tener un testimonio del Libro:
- “…si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta experimentar con mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros…” (Alma 32:27)
- Recurrir al Señor, “con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo.” (Moroni 10:4-5)
Hasta la próxima!
Ref.: “Exploring the Lands of the Book of Mormon”, por Joseph L. Allen, Ph.D.
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