Dar nuestro mensaje en la reunión sacramental
Unas pocas sugerencias pueden ayudarnos a cumplir con excelencia la asignación recibida de dar un mensaje en la reunión sacramental
Sin importar cuán bien hayamos preparado nuestro mensaje para la reunión sacramental, pararse frente a la congregación es una gran responsabilidad por todo lo que implica:
- “Los discursantes dan testimonio de Jesucristo y enseñan acerca de Su evangelio por medio de las Escrituras. Los mensajes deben edificar la fe y ser acordes con el carácter sagrado de la Santa Cena” (29.2.1.4 Las reuniones de la Iglesia, Manual General)
- Desarrollar el tema asignado por el obispado
- Identificar lo que el Espíritu desea que digamos
- Llegar al corazón de las personas
- Cumplir con el tiempo asignado con exactitud
Por supuesto, si es nuestro primer o segundo discurso, la responsabilidad se mezclará con nervios y será muy normal que nos tiemblen las piernas los primeros minutos. Pero a medida que avancemos, nos iremos relajando. La preparación previa tomará ventaja y hará que las ideas fluyan en forma clara.
En el artículo “Sugerencias para preparar un mensaje para la reunión sacramental” podemos encontrar muchas ideas que nos ayudarán a llegar bien preparados al momento previo a tener que pararnos. Ahora quisiera mencionar algunas sugerencias para los momentos previos a pararnos frente al púlpito y para pronunciar el mensaje.
Llegar temprano y concentrarnos
Siempre debemos llegar temprano, pero con más razón si tenemos que dar un mensaje. En parte, para que el obispado esté tranquilo en lo que hace al desarrollo de la reunión, pero también para tener minutos valiosos para concentrarnos.
El preludio nos ayudará en nuestro objetivo y podemos volver a orar pidiendo tranquilidad y fluidez para expresar lo que preparamos. Estemos atentos a los sentimientos que vengan a nuestra mente y a nuestro corazón.
Control del tiempo al dar el mensaje
Siendo que debemos cumplir con los minutos asignados con exactitud, es conveniente decidir previamente qué método usaremos para ese control.
- El reloj del salón sacramental no suele ser la mejor idea. Primero, tiene que haber reloj; segundo, tiene que funcionar; tercero, tenemos que recordar la hora que empezamos y cuarto, tenemos que tener buena vista para leer fácilmente la hora.
- Mi sugerencia es que usen su propio reloj, sea pulsera o el del teléfono o de la tablet, en modo vibrador. Para los más tecnológicos, pueden programar un temporizador que les avise 2 o 3 minutos antes que el fin de su tiempo de hablar se acerca.
- No confíen en su memoria; registren de alguna manera la hora que comenzaron y la hora que deben terminar. Cuando uno comienza a hablar y se entusiasma, usualmente pierde noción del tiempo.
Elegir de antemano cómo controlaremos el tiempo es de gran importancia para estar tranquilos al dar nuestro mensaje.
Manejo de nervios
Como mencioné al principio, aun cuando estemos muy preparados y concentrados, es muy normal que sintamos nervios a medida que se acerca el momento de ponernos de pie y comenzar.
- Respirar profundamente varias veces es un buen recurso.
- Mantener una oración en la mente ayuda mucho y confiar en las promesas del Señor es fundamental. (2 Nefi 33:1; DyC (84:85)
- Una vez que ya estamos de pie detrás del púlpito y apoyamos nuestras notas o tablet sobre éste, miremos sonriendo a la congregación y comencemos.
Tengamos presente que no estamos rindiendo examen; estamos exponiendo una serie de ideas que ayudarán a nuestros amigos y hermanos presentes en la congregación. Disfrutemos de ese momento y tratemos de que ellos disfruten también.
El micrófono en nuestro mensaje
Si nadie ajusta la altura del micrófono, es algo que deberíamos hacer nosotros, teniendo en cuenta que es un aparato delicado. Lo ideal es que quede a la altura del mentón o el pecho y a unos 10 centímetros de nuestra boca para que nuestra voz se escuche mejor, sin distorsiones.
Tenemos que hablar con voz normal y clara, tratando de no gritar. La función del micrófono y el equipo de sonido cumple la función de llevar nuestra voz a cada miembro como si estuviéramos hablando frente a ellos.
Si el micrófono es muy sensible puede captar ruidos de papeles sobre el púlpito, así que tengamos cuidado con todo lo que movemos sobre éste.
Podría suceder que el micrófono no funcione ese día. En ese caso, uno deberá esforzarse por hablar un poco más fuerte, sin gritar. El Espíritu hará su parte y el mensaje llegará.
Postura al dar el mensaje
La importancia de la postura al estar frente al púlpito no es un detalle que debamos descuidar. La postura adecuada no solo impacta en la percepción que los demás tienen de nosotros, sino que también influye en nuestra propia confianza y desempeño al hablar en público.
Evitemos apoyarnos excesivamente sobre el púlpito y procuremos mantener las manos tranquilas para evitar distracciones.
Mantener contacto visual con la congregación ayuda a mejorar la comunicación con la congregación y nos dará confianza al hablar. Nuestra postura no solo transmite un mensaje visual, sino que también puede influir en la forma en que nuestro mensaje es percibido por los presentes.
Audiovisuales
Recordemos que, de acuerdo a las pautas del Manual General, “Los miembros no deben usar materiales audiovisuales en las reuniones sacramentales ni en la sesión general de la conferencia de estaca” (Manual General 38.8.3 Materiales audiovisuales, Normas y pautas de la Iglesia)
Mensaje escrito
Es una buena idea escribir el mensaje con letra grande, resaltando conceptos y frases claves.
Si optamos por leerlo, un buen recurso para nuestros primeros mensajes, debemos tratar de leerlo correctamente. Pausas estratégicas, matices y variación en la entonación ayudarán a mantener la atención de la audiencia.
Una buena preparación y un buen dominio de lo que hemos preparado nos dará la soltura para despegarnos poco a poco de lo escrito.
No intentemos memorizar el mensaje
Antes que aprenderlo de memoria, conviene que lo leamos correctamente. Es altamente probable que al estar frente a la congregación los nervios nos jueguen una mala pasada, nos olvidemos de algún párrafo y no sepamos cómo seguir.
Rara vez un discurso memorizado alcanza la eficacia y el impacto de uno dado con sencillez, basándose en algunas anotaciones claves.
No predisponer a la congregación
Evitemos comenzar diciendo cosas que predispongan a la congregación. Por ejemplo:
- Pedir disculpas por no haber tenido tiempo de preparar el mensaje
- Pedir disculpas por estar nerviosos
- Anunciar que teníamos un mensaje preparado pero sentimos dar otro. Podría suceder, pero es mejor no decirlo.
- Pedir disculpas por contar una experiencia personal.
Uso de la voz
Nuestro tono de voz debe ser normal, especialmente al comienzo. Esto nos permitirá dar matices a nuestra exposición y enfatizar puntos claves que queramos destacar.
La pronunciación de las palabras debe ser clara para asegurarnos que todos nos entiendan bien.
Es importante hacer pausas que nos permitan respirar y tener el aire para finalizar cada frase sin sentirnos agitados. Además, al hacer pausas, le damos tiempo a los oyentes a procesar lo que estamos diciendo. A veces, hablamos tan rápido que algunos se quedan tratando de comprender lo que dijimos unos segundos atrás y se pierden lo que estamos diciendo.
Evitar pérdidas de tiempo
El comienzo es clave para captar la atención, pero a veces se usan recursos erróneos que nos harán perder tiempo y desorientar la atención de nuestra audiencia. Evitemos:
- Contar historias que no tienen relación
- Chistes o cosas cómicas sin un motivo específico al mensaje
- Saludos y agradecimientos extensos
- Comentarios sobre los mensajes anteriores
Vocabulario en el mensaje
Es importante usar un vocabulario simple y preciso en nuestro mensaje para que todos los miembros de la congregación puedan comprenderlo sin dificultad. Al utilizar un lenguaje claro y accesible, facilitamos la transmisión de los principios y enseñanzas del evangelio, fomentando así la comprensión y el fortalecimiento de la fe de los presentes. Además, el uso de un vocabulario adecuado demuestra respeto hacia la audiencia y contribuye a una experiencia más significativa y edificante para todos los asistentes.
Si no estamos seguros del significado de una frase o palabra, es mejor no utilizarla. Que una expresión sea popular, no significa que sea apropiada para el mensaje. Si tenemos dudas, ¡consultemos!
Testimonio
Es una excelente idea cerrar nuestro mensaje con nuestro testimonio específico sobre los conceptos que hemos expuesto. Nuestra experiencia personal es valiosa y llega al corazón de las personas.
Nuestra responsabilidad al dar el mensaje
Cuando uno da un mensaje en la reunión sacramental desea que sus palabras edifiquen y fortalezcan a todos los miembros presentes. Es probable que alguna frase impacte fuertemente a algunos y a otros les llegue de diferente manera. Tal vez a algunos los conmueva una experiencia o, una cita y a otros la explicación de un concepto o nuestro testimonio.
Nuestra responsabilidad principal es que tanto al preparar como al exponer nuestro mensaje nos esforcemos por tener y merecer la compañía del Espíritu Santo. En esos dos procesos –preparación y exposición– Él pondrá palabras, claridad y poder para que hablemos con “lengua de ángeles” (2 Nefi 32:2-3) que lleguen al corazón de las personas y todos sean edificados con la palabra de Jesucristo.
Los comentarios están cerrados.