De la Efervescencia de la Alegría a la Profundidad de la Felicidad
La alegría es un destello brillante pero pasajero mientras que la felicidad ilumina de manera más constante nuestra experiencia de vida.
Todo comenzó una tarde cuando, mientras navegaba en las redes sociales viendo videos, encontré un juego diseñado para conectar personas a través de preguntas. Al intentar adquirirlo en línea, resultó que estaba sin stock, ¡agotado!. Este contratiempo me inspiró a crear una versión casera del juego.
Un juego casero
Conseguí un recipiente de color blanco con tapa violeta y comencé a escribir tanto preguntas cerradas como abiertas, abarcando una amplia variedad de temas. Debo admitir que, aunque esas preguntas eran relevantes en su momento, hoy en día necesitarían una actualización. Además, el conocerlas de memoria ha mermado su efectividad. Sin embargo, en su momento, estas preguntas fomentaron hermosos momentos de conexión entre amigos y familiares.
Preguntas que descubren
Me he dado cuenta de que estos juegos de preguntas y respuestas profundizan nuestro conocimiento mutuo, revelando facetas inesperadas de los participantes. Preguntas como ‘¿Qué resaltarías de la semana que pasó?’ o ‘¿Cuál es tu mayor miedo?’ nos invitan a explorar nuestro interior. Jugando vamos descubriendo respuestas y percepciones que, quizás, nunca antes habíamos considerado.
Cuando incorporamos en nuestro plano actual preguntas vinculadas a nuestro pasado, estas pueden incitarnos a reconsiderar nuestra existencia misma. Nos enfrentan a áreas que, quizá por meses o años, hemos decidido ignorar o evitar, motivados por el temor a modificar nuestra trayectoria y la necesidad de ajustar nuestra dirección. Es posible que nos descubramos caminando por senderos que no conducen a un destino claro, brindándonos únicamente una falsa sensación de seguridad.
Reflexión sobre la felicidad y la alegría
El planteo que a menudo surge, de manera implícita, es el siguiente: ¿Somos felices? Estas dos simples palabras tienen el poder de impulsarnos a reevaluar la vida que estamos viviendo, transformando así una charla casual y superficial entre amigos en una conversación profunda y llena de significado.
Hoy te invito a que te hagas un tiempo y te preguntes: ¿Soy feliz? Si bien es cierto que podemos mirar en cualquier paisaje natural podemos descubrir miles o incluso millones de colores distintos, es clave entender que la esencia de esta diversidad cromática se origina en tres colores primarios: rojo, azul y amarillo. Todas las variaciones que percibimos no son más que matices derivados de estos colores fundamentales.
De la misma manera, y partiendo de esta premisa primero y antes de hacerme la pregunta, es esencial que defina de manera sencilla ‘¿Qué es la felicidad?’, y no limitarme únicamente a identificar aquello que no me proporciona felicidad.
Diferencias entre la felicidad y la alegría
Esta experiencia me llevó a reflexionar: ¿Cuál sería la diferencia entre la felicidad y la alegría? A menudo tendemos a utilizar estos términos como si fueran sinónimos, cuando en realidad son conceptos similares, pero distintos.
Alegría, emoción efímera
La alegría es una emoción efímera y de corta duración, que surge repentinamente en respuesta a estímulos específicos o eventos positivos. Puede ser recibir una buena noticia, disfrutar de un momento agradable o celebrar un logro. Esta emoción, aunque puede ser intensa, suele desvanecerse rápidamente. Esto evidencia que es típicamente una reacción inmediata y directamente vinculada a una causa externa.
Por ejemplo, el nacimiento de un hijo me llena de felicidad porque es una experiencia irreemplazable y única. Nada en el mundo podría igualar o sustituir esa sensación.
Por otro lado, adquirir el automóvil de mis sueños me puede producir gran alegría. Sin embargo, es un sentimiento que podría replicarse en el futuro con la compra de otro vehículo que quizás me atraiga aún más.
Felicidad, estado más duradero
La felicidad, por otro lado, se entiende como un estado más duradero y complejo, no limitado a una reacción inmediata ante eventos concretos. Se fundamenta en aquellas cosas insustituibles que valoramos profundamente, las cuales, a pesar de estar presentes hoy, podrían no estarlo mañana. Este sentimiento suele derivarse de un sentido de satisfacción o plenitud en varios aspectos de la vida. Incluye el bienestar personal, la realización de metas y la armonía en las relaciones interpersonales. Por tanto, la felicidad es más bien vista como una condición general o estado de ser.
Soy feliz cuando tengo la capacidad de lograr los objetivos que me he fijado, buscando un futuro próspero tanto espiritual como materialmente. Asistir a un concierto puede brindarme alegría y contribuir a mejorar mi calidad de vida. Pero el hecho de no poder asistir a otro en el futuro no disminuye mi felicidad. Sin embargo, dejar de alcanzar una meta significativa, como trabajar en mi profesión deseada o alcanzar un logro personal importante, sí afectaría profundamente mi sensación de felicidad.
Entonces, mientras que la alegría puede ser vista como un destello brillante pero pasajero de emoción, la felicidad es más bien una luz sostenida que ilumina de manera más constante y prolongada la experiencia de vida de una persona.
La felicidad en el núcleo familiar
Un tema que quiero recalcar es la felicidad dentro del núcleo familiar. La mayor de todas las felicidades sería vivir juntos en familia por las eternidades y en la presencia de Dios. Pero este objetivo plantea varias preguntas fundamentales, entre ellas:¿Todas mis acciones contribuyen a construir una familia eterna?
El sellamiento de una familia en el templo representa el principio que acabo de mencionar.
Asimismo, una familia que viaja junta de vacaciones, aunque no esté formando lazos eternos por ese hecho aislado, está creando recuerdos gratos que perdurarán por siempre. Es posible lograr la vida eterna a través de la dignidad y excelencia en nuestros actos. Pero no la alcanzaremos si vivimos de festejo en festejo, haciendo caso omiso a los preceptos que aprendemos cada vez que hacemos convenios con el Señor.
Relaciones familiares
Si tomamos a la familia como la mayor de todas las riquezas y como el pilar fundamental de nuestra religión, podremos comprender que tanto las más grandes alegrías como las profundas tristezas pueden surgir dentro del ámbito familiar. Al mismo tiempo, decidiendo correctamente, la suma de experiencias en el tiempo conformarán la felicidad eterna.
Enfocados en ser felices
Permanentemente el mundo nos quiere vender la felicidad de maneras muy tentadoras. Si entramos en el juego, corremos el riesgo de creer que solo se puede ser feliz alcanzando determinadas metas relacionadas con bienes materiales. Nos estaremos olvidando que tenemos promesas del Señor que nos hablan de una visión más elevada:
“No busques riquezas sino sabiduría; y he aquí, los misterios de Dios te serán revelados, y entonces serás rico. He aquí, rico es el que tiene la vida eterna” (Doctrina y Convenios 11:7).
“Y si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios” (Doctrina y Convenios 14:7).
Usando nuestro albedrío
Me hace feliz pensar en conocer algún día al hombre que me llevará ante un altar del Señor, para sellarnos por esta vida y por la eternidad. Pero este mismo acontecimiento también me puede generar angustia si las cosas no se dan como yo esperaba. Juntos tendremos que decidir firmemente cuidar y proteger la sociedad eterna que conformamos.
Sería clave tener en claro que muchas cosas en la vida operan más allá de nuestra voluntad. Nunca perdemos la posibilidad de decidir ante las circunstancias.
Como dijo el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles en la conferencia general de octubre de 2006:
“Los hijos y las hijas de nuestro Padre Celestial hemos sido bendecidos con el don del albedrío moral, la capacidad de actuar y de escoger independientemente. Habiendo sido dotados del albedrío, ustedes y yo venimos a ser agentes, y ante todo hemos de actuar y no permitir tan sólo que se actúe sobre nosotros” (Élder David A. Bednar, Conferencia General octubre 2006, “Y no hay para ellos tropiezo”).
Decisiones y acciones
Nosotros debemos empeñarnos en actuar. La vida, se basa en decisiones y cada decisión que tomemos, nos llevará a distintos puertos.
Muchas cosas pueden darnos alegría y contribuir a su vez a nuestra felicidad. Nuestro objetivo y mayor anhelo es vivir eternamente con nuestras familias, con Jesucristo y nuestro Padre Celestial en las mansiones preparadas para nosotros. Debemos asegurarnos que todos nuestros actos nutran diariamente nuestra relación con cada uno de ellos. Las relaciones no son casuales; se cultivan y se cuidan, porque son eternas y están en directa relación a nuestra felicidad eterna.
Reflexión al final de la jornada
El presidente Thomas S. Monson dijo “No podemos dirigir el viento, pero podemos ajustar las velas”(1) para llegar al puerto deseado.
Querido amigo, te pregunto: Hoy cuando termines la jornada ¿En qué puerto estarás amarrando tu barca? ¡Hasta la próxima!
(1) Thomas S. Monson, “Vivamos la vida abundante”, Liahona enero 2012
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