Descubriendo la plenitud a través del servicio
Al prestar servicio encontraremos la verdadera felicidad y nos sentiremos tan plenos que desearemos vivir esta experiencia muchas veces.
En el relato de la viuda que deposita las dos blancas –una moneda de baja denominación en relación a lo que los otros ponían– ella no dio lo que le sobraba, sino que puso TODO lo que tenía, y eso lo volvió más valioso a los ojos del Señor.
Y con esa simple y corta historia, es que te quiero poner en sintonía con lo que vas a leer, algo que nos sucede cotidianamente en nuestros días.
El élder Gerrit W. Gong, en la conferencia de octubre de 2023, y la hermana Cristina B. Franco, en la conferencia de octubre de 2018 coincidieron en un concepto en sus mensajes, y que a pesar de los cinco años entre una y otra, no perdió actualidad: “vivimos en un mundo egocéntrico/egoísta”.
Vivimos sumergidos en una constante lucha de egos, donde las maldades afloran, pocos procuran el bienestar del prójimo e incluso en ocasiones, ni siquiera el bien propio se pone en primer lugar. A menudo nos encontramos con personas que tampoco en su propio hogar encuentran refugio.
Hoy en día, las preguntas “¿A quién puedo ayudar?”, “¿Estoy dando todo al Señor?”, se han reemplazado por “¿Qué gano yo?” o, sin pregunta alguna, se escucha “No tengo tiempo para ello” como una negativa a servir.
Necesitamos mejorar nuestras actitudes, nuestros pensamientos y la forma en que nos dirigimos a los demás. Cuando mostramos respeto hacia los demás, comenzamos a disminuir el egocentrismo y el egoísmo. Al actuar con amor sin juzgar podremos cumplir con lo que dijo el élder David B. Haigh –y que cita el élder Lynn G. Robbins en su mensaje “Ser 100 por ciento responsable”: “El hombre determinado encuentra la manera, el otro encuentra una excusa”. Es fundamental contar con determinación para poder encontrar soluciones a los retos que puedan surgir en nuestros llamados a servir. Un amor sincero por las personas nos dará la fuerza necesaria para mantenernos enfocados en el objetivo y no rendirnos.
Al relacionarnos con el otro a través del servicio, se elevarán nuestros pensamientos. Nuestros problemas y preocupaciones quedarán en segundo plano.
Precisamos amar de manera más rápida y el amor implica ciertos sacrificios, aunque al hacerlo no lo consideremos como tales. Tal vez tengamos que renunciar a comodidades, tiempos o a nuestras posesiones.
Debemos recordar –como enseñó el Rey Benjamín–, “que cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosiah 2:17). Y Él valorará cada segundo que usemos en bien de otros.
Es probable que al servir, encontremos soluciones a nuestros problemas y que las cargas se vuelvan más livianas y/o cambie nuestro punto de vista. Cuando estamos en acción, conocemos al Señor, porque a menos que sirvamos, nunca lo conoceremos bien y al servir en Su Obra es que podremos amarlo aún más.
Cuando estaba en la misión, uno de los primeros himnos que aprendí en portugués fue el himno 141-“¿En el mundo he hecho un bien? , que se relaciona con este tema. Quiero invitarlos a que se hagan esa pregunta ahora: ¿Han hecho a alguien un bien?. Si responden que sí han ayudado de alguna manera a alguien, los felicito, pero les aviso que aun el día no ha terminado y que todavía hay muchas más oportunidades de poder elevar y bendecir a quienes nos rodean. Si la respuesta es “no”, les tengo una muy buena noticia. El día aún continúa y están a tiempo de abrir los ojos y el corazón para hacerlo.
Cuando hablo de abrir los ojos, me refiero a ser capaces de ver más allá de lo que normalmente vemos y ampliar nuestro campo visual. Y un corazón dispuesto a hacerlo por amor y sin esperar algo a cambio. Como dice en Doctrina y Convenios 64:33: “Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes”.
No se precisan acciones inalcanzables para lograr que el mundo de alguien sea un mundo mejor. Basta la simple acción de despegar nuestra vista del teléfono celular y mirar a nuestro alrededor, y es ahí donde nos daremos cuenta de las oportunidades preciosas que dejamos pasar. Quitemos de nuestra mente la etiqueta de “Ocupados” cuando en realidad nos hallamos sumidos en cosas que carecen de importancia.
Las oportunidades que tenemos, en verdad son ilimitadas, pero son perecederas. Jesucristo requiere de nuestra ayuda; la tuya, la mía, la de nosotros, para elevar a Sus otros hijos, siendo nosotros herramientas en sus manos. Nuestro servicio personal convierte el mundo de la persona a la que ayudamos en uno mucho mejor.
El presidente Monson dijo: “Recordemos siempre que el manto que llevamos como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es un manto de comodidad, sino un manto de responsabilidad” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia – Thomas S. Monson, Cap. 20)
Como el presidente Russell M. Nelson, “pensemos de manera celestial”, y al hacerlo, podremos ver con el ojo del amor y encontrar oportunidades en vez de excusas, al momento de servir.
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”–dijo el Señor (Lucas 9:24). Aquellos que solo viven para sí mismos, se marchitan; sin embargo, quienes se pierden en el servicio hacia los demás, florecerán más de lo que uno puede imaginar.
El presidente David O. McKay dijo: “La felicidad más grande del hombre proviene de perderse a sí mismo para beneficio de los demás” (Conference Report, octubre de 1963, pág. 8).
Refiriéndose a aquellos que se esfuerzan por prestar servicio a sus hermanos y contribuyen a mejorar las condiciones de este mundo, el presidente Thomas S. Monson comentó: “¿Han notado que esas personas tienen una sonrisa más radiante? Sus pasos son más seguros. Ellos tienen un aura de alegría y satisfacción, pues uno no puede participar en ayudar a los demás sin recibir uno mismo una rica bendición” (Thomas S. Monson, “Our Brothers´ Keepers”, Ensign, junio de 1998, pág. 39).
Cuando estamos al servicio de nuestro prójimo, no seleccionamos entre aquellos que nos agradan y aquellos que no nos agradan; es en ese momento que empezamos a conocer mejor al Señor y a entender Su amor. Al consagrarnos al servicio, comenzaremos a experimentar la verdadera felicidad, la cual no se basa en nuestro propio mérito, no es momentánea y perdura en el tiempo. Nos sentiremos tan plenos que desearemos vivir esta experiencia muchas veces.
No perdamos más tiempo en excusas y ocupaciones irrelevantes. Sigamos el ejemplo de Jesucristo y perdámonos en el servicio hacia los demás. Solo así encontraremos la verdadera felicidad y floreceremos más de lo que podemos imaginar. ¡El poder transformador del servicio está en nuestras manos!
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