El espíritu de la Navidad está para todos
El espíritu navideño mueve los sentimientos más cálidos y tiene la particularidad de tocar los corazones de las personas aunque estas no lo perciban.
Esta época del año mueve los sentimientos más cálidos y los más profundos del corazón. El espíritu navideño tiene la particularidad de tocar los corazones de las personas aunque estas no lo perciban. Algunos empiezan a recordar navidades pasadas con sonrisas en el alma, hasta pueden recordar detalles que parecían olvidados. Los más escépticos pueden sentir que la familia, compuesta de primos y primos de los primos, constituyó un gran aporte en sus infancias.
La esperanza de las fiestas no solo trae el deseo de recibir los regalos pedidos, sino algo más intenso que tiene que ver con esos sentimientos que afloran sólo cuando dejamos que el espíritu de amor toque nuestro corazón. En algunos puede ser el reencuentro con las raíces, aunque más no sea por unos días al viajar a la casa de los padres o juntarse con los amigos de la juventud. En otros es la oportunidad de aprovechar que la puerta sigue abierta y reanudar nuestro compromiso con el Salvador.
“Más no podía hallar solaz,
pues no veía yo la paz” (1)
El pensar que este fin de año llegaba con la idea de que no vale la pena tanto esfuerzo ni tanta decoración, produjo sentimientos de desesperanza con los cuales no estaba familiarizada.
Entonces decidí seguir la premisa del presidente Hinckley de perderme en el servicio, sabía que podría encontrar lo perdido.
“Venid, adoremos
con alegre canto” (2)
Pero no encontré lo que buscaba como imaginaba.
Este último domingo durante la reunión sacramental, al cantar ‘Venid Adoremos’, viajé en el tiempo a mi adolescencia, cuando intentábamos cantar ese himno con mis hermanos haciendo las cuatro voces. Creo que nunca nos salía muy bien, o el piano iba a destiempo (había que leer la música y no perderme en la segunda voz) o mi hermano, en esa etapa en que cambió la voz, nos hacía tentar de risa. Pero nos gustaba juntarnos en el piano y cantar. Cada Navidad que pasamos juntos hacemos lo mismo y como esas veces terminamos riéndonos porque ahora hay que agregar que la letra cambió y los villancicos uno los tiene marcados a fuego, entonces hijos y sobrinos se encargan de hacérnoslo notar.
El recuerdo no me permitió llegar a terminar la primera estrofa que ya estaba con la garganta ‘anudada’ y las lágrimas saliendo, sin poder contenerlas con nada. Pedí en mi corazón que cada uno de mis hermanos pudiera sentir lo mismo que yo ese día, la alegría de tener el evangelio en nuestras vidas y el recuerdo de las fiestas todos juntos. Entonces me di cuenta que mi hermana iba a estar muy lejos de casa, sola y tal vez sin la posibilidad de asistir a la capilla debido a lo particular de su trabajo. Compartí al mediodía la experiencia con mi familia, los chicos pensaron en la tía sin encontrar qué podrían hacer por ella. Grande fue mi sorpresa cuando supe que ese mismo domingo, mi hermana había tenido la oportunidad de asistir a la iglesia en Alemania.
Sin saber nada de alemán, tomó un taxi y fue hasta la capilla para llegar puntualmente a la reunión de la Sociedad de Socorro, y disfrutar del espíritu de hermandad de esas mujeres desconocidas. Fue en la reunión sacramental que escuchó unas palabras en español y rápidamente se sentó junto a dos mujeres peruanas que le presentaron a quien podía traducirle la reunión al inglés. Ella, con auriculares, escuchaba los discursos en inglés que a su vez traducía al español para las peruanas.
Sintió una enorme gratitud al prestar servicio de una manera tan sencilla. Entonces al cantar los himnos, los villancicos que llevaba marcados a fuego, salieron en su idioma natal y revivió los mismos sentimientos de unidad y amor de siempre.
No estaba su familia a su lado, pero sí estaban sus hermanos en la fe, comprometidos a servirse unos a otros, sin importar las diferencias. A miles de kilómetros de sus seres queridos, con 15 grados bajo cero, con nieve que casi le impide llegar, con la única oportunidad que tenía tal vez en meses de ir a la capilla, con el temor que produce el estar en un lugar desconocido, se sintió como en casa y se emocionó de gratitud.
“El son llegó más fuerte ya:
Dios vive y velando está.
El mundo se me transformó;
la noche en día se tornó”.(1)
Todavía me sorprende el saber que el Padre no olvida a ninguno de sus hijos. Que los deseos de nuestros corazones son siempre escuchados. Y que la bendición llegó más rápido que lo que pude haberme ‘perdido en el servicio’.
Es una realidad que el recuerdo del Nacimiento puede ayudarnos a cambiar nuestra mirada. Dejamos de pensar egoístamente en lo que nos falta o en lo que perdimos. Dejamos de ver las ausencias y los errores. Se renueva nuestro deseo de ayudar a otros, de compartir la alegría que el vivir el evangelio trae a nuestras vidas.
Aparecen nuevas fuerzas para cambiar, para seguir en la ruta, para aceptar que tenemos otra oportunidad de seguir al Salvador.
Es que no importa cómo estemos, ni con quien nos encontremos, o lo que estemos haciendo. Solo nosotros decidimos si queremos que la Navidad haga nido en nuestro corazón para sentir su cálida influencia.
Es que…
‘Aunque su nacimiento pasó sin atención,
aún lo puede recibir el manso corazón’ (3)
Entonces las palabras…
“Señor, nos gozamos en tu nacimiento” (2)
llegan a convertirse en una realidad en nuestras vidas.
Notas:
1-Himnos de Sión 133 Campanas de Navidad
2-Himnos de Sión 124 Venid Adoremos
3 Himnos de Sión 129 Oh pueblecito de Belén
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