El manejo sabio de las expectativas
La manera más sabia, efectiva y segura de manejar nuestras expectativas es mantenernos cerca de Jesucristo para que nos guíe y fortalezca.
La Exaltación es “el máximo estado de felicidad y gloria dentro del reino celestial” y es el motivo por el cual hemos venido a la tierra. No vinimos para ser millonarios, ni ingenieros, médicos o famosos. Lograr ese objetivo requiere mucho esfuerzo, desarrollo personal y perseverancia. Un manejo sabio de las expectativas es fundamental para no desenfocarnos.
Ordenanzas y convenios
Las ordenanzas y convenios nos abren puertas, marcan el camino a seguir y nos proporcionan herramientas fundamentales para avanzar hacia la máxima recompensa a la que podemos aspirar. La longitud de la senda y el relieve es variable, pero sin duda nos lleva a destino.
Como hijos de Dios, todos tenemos el potencial para recorrer esa senda y alcanzar el galardón máximo. Depende enteramente de nuestras decisiones y esfuerzos.
Ser perfectos
Al tener la Exaltación como objetivo a menudo establecemos expectativas muy elevadas. Al escuchar y leer “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos, es perfecto” (Mateo 5:48), elevamos aún más la valla.
La perfección trasciende nuestra vida terrenal.
El Señor se puso como ejemplo de perfección pero luego de Su resurrección, cuando dijo a los nefitas: “Por tanto, quisiera que fueseis perfectos así como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (3 Nefi 12:48). La senda de los convenios es parte de la eternidad y no exclusiva de la etapa terrenal.
Desafíos terrenales
Por otro lado, la vida terrenal presenta desafíos que son parte de nuestro progreso eterno. Nos ayudan a desarrollar carácter, cualidades y ganar conocimiento. Formamos familias, prestamos servicio y disfrutamos de una gran variedad de experiencias que nos enriquecen y nos ayudan a desarrollar nuestro potencial. Tenemos que estudiar, trabajar y competir.
Al ser miembros de la Iglesia tenemos la oportunidad de tener llamamientos y servir en distintos lugares. Muchas veces no tenemos idea de cómo se hacen ciertas cosas, pero aceptamos, dispuestos a cumplir con nuestras responsabilidades.
Tenemos familia, estudio, trabajo, llamamiento, desarrollo personal y espiritual y todo esto lo hacemos mientras transitamos la senda de los convenios.
Cada área genera expectativas y siempre con el mismo interrogante: Cómo saber si son muy altas, correctas o muy bajas.
Una palabra resalta ante nosotros: Equilibrio.
Lograr un equilibrio en las expectativas de las distintas áreas de la vida puede ser desafiante, pero es posible con un esfuerzo consciente e inspirado. Aquí destaco unas pocas pautas que pueden ayudar:
- 1. Una regla inamovible: Ninguna expectativa del área terrenal puede generar conflicto con el objetivo principal: la Exaltación.
- 2. Priorizar y establecer límites: Conviene analizar cuáles son las áreas de nuestra vida más importantes en este momento y asignarles un tiempo y energía en consecuencia. Establecer límites claros puede ayudarnos a gestionar las expectativas y evitar dispersarnos demasiado. El día tiene 24 horas.
- 3. Flexibilidad y adaptabilidad: La vida es impredecible y eventos inesperados pueden trastocar totalmente nuestros planes. Ser flexible y adaptable puede ayudarnos a sobrellevar estos cambios sin sacrificar el equilibrio.
Control de las expectativas
Tener altas expectativas en la vida puede ser tanto motivador como abrumador. Mientras que aspirar a lo mejor puede impulsarnos a lograr grandes cosas, también puede generar un estrés significativo cuando nos enfrentamos a la presión de cumplir con ellas.
Si una expectativa es alta o no, varía en cada persona, por lo que sería improcedente generalizar. Pero es bueno saber que algunos signos son característicos de expectativas muy altas, y al reconocerlos, es prudente analizar un ajuste:
Signos de Altas Expectativas
- 1. Establecer objetivos irrazonablemente altos para uno mismo en el tiempo establecido.
- 2. Constante Sensación de Agobio. Sentirse constantemente abrumado por la necesidad de cumplir o superar expectativas.
- 3. Ansiedad y Estrés. Experimentar ansiedad y estrés prolongados relacionados con el logro de las expectativas.
- 4. Aislamiento. No poder disfrutar de las relaciones debido a la obsesión por cumplir con las expectativas elevadas.
- 5. Pensamientos negativos. Ideas, creencias o percepciones que tienden a enfocarse en lo desfavorable, lo pesimista o lo negativo. .
- 6. Sensación de fracaso. Tristeza, desilusión, vergüenza o falta de valía personal por no haber logrado el objetivo
Ante la aparición de alguno de estos signos, es importante analizar las causas y hacer ajustes. No tomar medidas podría tener impacto en la salud mental provocando problemas de estrés crónico y ansiedad, problemas de autoestima, depresión, aislamiento social, etc.
Posibles ajustes a realizar
- 1. Ajustar la expectativa. Enfocarse en metas más alcanzables para evitar presión innecesaria.
- 2. Buscar apoyo. El consejo y la orientación de amigos, familiares o profesionales con más experiencia en el área pueden ayudar en el ajuste..
- 3. Técnicas de atención plena y relajación. Incorporar prácticas de atención plena y técnicas de relajación para controlar el estrés y la ansiedad.
- 4. Buscar ayuda profesional. Si los signos persisten, siempre es conveniente buscar ayuda profesional.
Es importante manejar con inspiración estas expectativas y esforzarnos por lograr un equilibrio saludable para mantener una buena salud mental mientras transitamos la senda de los convenios.
El estrés y la ansiedad en el pasado
Este tema del estrés y la ansiedad, aunque en estos tiempos pueda tener más incidencia, tiene raíces que se remontan a muchos años atrás. El rey Benjamín, luego de dar una serie de instrucciones y marcar un modelo de conducta a su pueblo, recomendó:
“Y mirad que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón; por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden”(Mosíah 4:27).
Algo similar el Señor le dijo a Oliverio Cowdery, en su afán por traducir:
“No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas y los medios proporcionados te permitan traducir; más sé diligente hasta el fin” (Doctrina y Convenios 10:4).
Uniendo ambas instrucciones, se destacan “prudencia y orden”, “no ir más aprisa o trabajar más allá de sus fuerzas”, y “ser diligentes”.
Prudencia y orden
La impaciencia es una característica distintiva de estos tiempos. La constante disponibilidad de la información instantánea, las entregas rápidas y las respuestas inmediatas han contribuido a una sociedad cada vez más impaciente. La búsqueda de atajos es cada vez más común.
En lugar de buscar logros inmediatos, es importante aprender a valorar el proceso, establecer metas realistas y reconocer que el éxito en la vida requiere tiempo, esfuerzo y perseverancia. Al establecer un “orden secuencial” en nuestros logros, podemos cultivar una mayor satisfacción personal y una sensación de logro real.
Es muy importante entender que los efectos de la impaciencia pueden afectar nuestra salud mental y la de nuestra familia. Por lo tanto, debemos ser pacientes y respetar el consejo de “prudencia y orden” al fijar nuestras expectativas.
“La paciencia —la capacidad de aplazar por un tiempo nuestros deseos— es una virtud preciada e inusual. Queremos lo que queremos y lo queremos ya. Por tanto, la idea en sí de la paciencia puede parecer desagradable y, a veces, amarga. No obstante, sin paciencia no podemos agradar a Dios; no podemos llegar a ser perfectos. De hecho, la paciencia es un proceso purificador que refina el entendimiento, aumenta la felicidad, centra la acción y ofrece la esperanza de la paz”.
(Dieter F. Uchtdorf, Conferencia General abril 2010, “Continuemos con paciencia“)
No corras más aprisa
No es saludable ni sostenible tratar de ir más rápido de lo que nuestras capacidades nos permiten o trabajar más allá de nuestras fuerzas. A menudo, la sociedad actual fomenta una mentalidad de prisa y trabajo excesivo, lo que puede llevar a agotamiento, estrés y una disminución en la calidad de vida. Es bueno establecer límites saludables, escuchar las necesidades de nuestro cuerpo y mente, y priorizar el bienestar a largo plazo sobre la urgencia a corto plazo.
Al establecer estos límites, también promovemos un entorno familiar más equilibrado, donde se valora el bienestar y la conexión emocional por encima de las demandas del trabajo.
Ser diligentes
La diligencia es una actitud clave para acercarnos a la perfección, ya que implica un compromiso constante con la mejora en nuestras acciones y responsabilidades.
La diligencia se refiere a realizar una tarea con cuidado, atención y constancia. Implica el mayor esfuerzo a nuestro alcance por lograr el resultado deseado. La diligencia nos lleva a la excelencia y cuando esto se extiende a las distintas áreas de nuestra vida, nos acerca a la perfección.
Jesucristo nos pide diligencia
Todos podemos ser diligentes, sin importar nuestra edad, capacidad e inteligencia. El Señor mira la diligencia en nosotros.
Pide a los poseedores del sacerdocio: “Por tanto, aprenda todo varón su deber, así como a obrar con toda diligencia en el oficio al cual fuere nombrado” (Doctrina y Convenios 107:99).
Y da un mandamiento que se aplica a todos: “Y ahora os doy el mandamiento de tener cuidado, en cuanto a vosotros mismos, de estar diligentemente atentos a las palabras de vida eterna” (Doctrina y Convenios 84:43).
En la Escrituras destaca el esfuerzo de los hijos de Mosíah en su preparación para servir: “…se habían fortalecido en el conocimiento de la verdad; porque eran hombres de sano entendimiento, y habían escudriñado diligentemente las Escrituras para conocer la palabra de Dios” (Alma 17:2).
También, hace mención a cómo un grupo de lamanitas marcó la diferencia en medio de la iniquidad: “…se habían convertido a la verdadera fe; y no quisieron separarse de ella, porque eran firmes, inquebrantables e inmutables; y estaban dispuestos a guardar los mandamientos del Señor con toda diligencia” (3 Nefi 6:14).
Nuestra meta debería ser aplicar diligencia en todo lo que hacemos, aprovechando las tremendas ventajas que nos dan los convenios.
Diligencia en la familia
Enseñar a nuestros hijos el valor de la diligencia es fundamental para su progreso y éxito en la vida. Al inculcarles la importancia de ser diligentes, les estamos proporcionando una base sólida para desarrollar habilidades como la perseverancia, la responsabilidad y el compromiso. La diligencia les permite enfrentar desafíos con determinación, aprender de sus errores y esforzarse por alcanzar metas significativas.
Al tener esa actitud desde niños, estarán mejor preparados para superar obstáculos, adquirir habilidades clave y desarrollar una mentalidad enfocada en el progreso y la superación personal.
Jesucristo nos ayuda
Estar cerca de Él y esforzarnos por conocerlo es clave para identificar dónde y cómo debemos mejorar.
“y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).
Jesucristo sabe cómo guiarnos y ayudarnos a transitar la senda de los convenios. Por supuesto, tenemos que ser enseñables y humildes para que, con Su ayuda, podamos transformar nuestras debilidades en fortalezas.
La Santa Cena y el templo
Renovar nuestros convenios cada semana participando de la Santa Cena en la reunión sacramental y asistiendo al templo con la mayor frecuencia que podamos nos ayudará a fijar mejor las expectativas.
“El tiempo que pasen en el templo los ayudará a pensar de manera celestial y a captar la visión de quiénes son realmente, quiénes pueden llegar a ser y la clase de vida que pueden tener para siempre”.
(Russell M. Nelson, Conferencia General abril 2024, Regocíjense en el don de las llaves del sacerdocio”)
Es esencial mantener un equilibrio saludable entre las expectativas personales y el esfuerzo por alcanzar la exaltación. La diligencia, la prudencia, el orden y la paciencia juegan un papel fundamental. Enfocar nuestra vida en Jesucristo y permitir que Él calibre nuestra visión y nos fortalezca, especialmente a través de nuestras visitas al templo, es clave para que semana a semana vayamos avanzando con paso seguro por la senda de los convenios en esta etapa terrenal.
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Lecturas recomendadas
- Dallin H. Oaks, Liahona octubre 2003, “Todo tiene su tiempo”
- Russell M. Nelson, Conferencia General octubre 1995, “La inminencia de la perfección”
- Jeffrey R. Holland, Conferencia General octubre 2017, “Sed, pues, vosotros perfectos… con el tiempo”
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