Debemos adoptar una posición de liderazgo eficaz para preparar a los jóvenes para que puedan decidir en los cruces de caminos que enfrentan
Los programas y actividades de hombres y mujeres jóvenes, siempre han sido motivo de mi análisis y reflexión. La pregunta es “¿Realmente alcanzamos a entender la influencia que esto representa en la vida de los jóvenes?”
En el año 2012 apareció en nuestra Área, el programa “EFY”, Especialmente para la Juventud (hoy PFJ o FSY, según el área). Esta maravillosa actividad que genera la participación de varias estacas en una conferencia de la juventud especial nos revela que realmente los líderes de la Iglesia también están preocupados por el desarrollo de buenas actividades para los jóvenes.
Este modelo ya comprobado, tiene el objetivo principal de crear un ambiente de revelación, donde los jóvenes sean permeables a asumir cambios de rumbo y decisiones importantes en su vida. Esto puede comenzar con buenos hábitos diarios. Un ambiente en el que tanto los hombre y mujeres jóvenes como los jóvenes adultos solteros, sean fortalecidos en sus esfuerzos de “Venir a Cristo”.
Tanto el lugar, como la participación de cada uno en las actividades especialmente preparadas, y un excelente equilibrio con el estudio del evangelio, producen una experiencia espiritual única. Es una fórmula comprobada que debe surtir efecto en ellos, ayudando a su crecimiento espiritual y su permanencia firme en el evangelio, a través de metas, con el apoyo de nuevas y duraderas amistades, obteniendo una mejor comprensión del servicio a los demás y de su “valor individual”.
De allí salió nuevamente mi preocupación: ¿Los líderes y padres podrán continuar esta labor, aprovechando esta herramienta, que genera impulso y gran entusiasmo en los jóvenes?
Cuando personalmente viajo por una ruta o autopista, aun habiéndola recorrido anteriormente, y llego a un cruce de caminos, siempre se presenta la duda “¿Debo doblar?, ¿Para cuál de los lados?, ¿O sigo derecho?”
El título ‘En el cruce de caminos’, me parece simbólicamente el lugar, donde algunos jóvenes pueden quedarse parados, decidiendo que dirección tomar.
El presidente Thomas S. Monson dijo en una oportunidad: “El recorrido de la vida, no es una autopista sin obstáculos o barreras; más bien, es un camino en el que se encuentran bifurcaciones y encrucijadas” (Liahona enero 1987, págs. 40, 41).
Las escrituras están llenas de alegorías sobre los caminos; los correctos, los anchos, los angostos. Isaías explica la diferencia entre los de Dios y los de los hombres. El Señor mismo en el Sermón del Monte nos advierte de no tomar el camino equivocado y también señala “yo soy el camino”.
Proverbios, nos recuerda el valor de instruir al niño en ellos, para que no se aparte. Moisés recibe consejo de su suegro Jetro, sobre cómo llevar a cabo el liderazgo diciéndole “muéstrales el camino por el cual deben andar” (Éxodo 18:20).
Me gusta mucho la escritura de Salmos 32:8: “Te haré entender y te enseñaré el camino en el que debes andar”, y finaliza haciendo énfasis: “Sobre ti fijaré mis ojos”.
Hay un poema, que pone el punto justo, en lo que estoy tratando de explicar. Este poema de autor desconocido para mí, nos deja un mensaje único, se llama “En el cruce de caminos”:
El se encuentra solo en el cruce de caminos,
La luz del sol baña su rostro;
No tenía miedo al camino desconocido,
Estaba preparando para emprender una carrera febril.
Pero el camino se extendía hacia el Este, y el camino se extendía hacia el Oeste,
Y nadie le dijo qué camino era el mejor.
Por tanto, tomó el camino equivocado y eso hizo que se extraviara
hasta que perdió la carrera y la corona de la victoria.
Finalmente, calló en una terrible trampa
Porque nadie se encontraba con él en el cruce de caminos.
Otro día, un nuevo muchacho
Se encontraba en la misma encrucijada:
Hizo una breve pausa y eligió el camino
Que le llevaría a la mejor opción.
Y el camino se extendía hacia el Este y el camino se extendía hacia el Oeste
Y allí había alguien, para mostrarle cuál era la mejor elección.
Así que tomó el de la derecha y avanzó,
Y consiguió ganar la carrera y la corona de la victoria.
Hoy camina por una amplia carretera
Porque aquel día, había alguien con él, en el cruce de caminos.
Me pregunto, después de reflexionar sobre estas palabras, ¿qué cosa más importante podemos hacer como padres y como líderes de los jóvenes, que estar con ellos en sus Cruces de Caminos?
Deseo compartir parte de mi historia personal, en los años de mi juventud, y el gran trabajo de excelentes hermanos que entendían este mensaje, que estuvieron junto a mí, en mis cruces de caminos. Recuerdo claramente cuando fui ordenado Diácono, en el Sacerdocio Aarónico. Los sentimientos invaden mi corazón de agradecimiento hacia aquellos que me prepararon, más allá de mis padres. Recuerdo con mucho amor el trabajo previo de las líderes y maestras de la Primaria y agradezco su dedicación y esfuerzo. Al entrar en el salón de la Primaria, donde nos reuníamos, el piano tocaba siempre un himno, pero el que impactó fuertemente fue “Soy un hijo de Dios”.
Creo que el Señor puso ángeles para instruirme, como Moroni lo hizo con José Smith, que repitieron muchas veces las mismas cosas. Estos tenían la forma de maestras y maestros de la Primaria, de asesores de cuórumes, de presidentes de los Hombres Jóvenes y de obispos.
A pesar de que muchos de estos buenos hermanos no tenían títulos académicos, tenían una cultura profunda, basada en los principios más valiosos. Aunque no tenían muchos años de miembro, y que hablaban con un marcado acento italiano, gallego o alemán, tenían muy claro el objetivo de su llamamiento. Tenían también la actitud correcta; deseaban hacer “excelentemente” lo que el Señor les había pedido. Ellos impactaron en mi vida.
Al entrar en el Sacerdocio Aarónico, recibí instrucciones y conocimiento para saber trabajar en la presidencia del cuórum. Me llamaron como presidente y me enseñaron la responsabilidad de presidir, me ayudaron a entender mis responsabilidades, y la manera de trabajar con los demás miembros del cuórum. Más adelante fui ordenado Maestro y también fui presidente del cuórum. El asesor continuó con esa visión clara, de hacer un Líder de mí. Me enseñó a dirigir las reuniones de presidencia y de cuórum, a hacer una agenda, poner metas y planear actividades con los miembros del cuórum. Me ayudó a entender que debemos trabajar juntos, bajo la inspiración del Espíritu Santo; a trabajar para ayudar a cada joven a acercarse a Cristo.
En el salón donde nos reuníamos había dos cuadros que siempre recordaré y que de alguna manera actuaron como metas y símbolos de lo que quería. Uno tenía una pintura del Plan de Salvación o Plan de felicidad desde nuestra salida de la preexistencia, hasta nuestro regreso al Padre. El otro tenía una pintura del Templo de Salt Lake City, con una pareja joven, ella con vestido de novia saliendo del templo, con la leyenda “La Vida Feliz”.
Al llegar al cuórum de presbíteros, empecé a trabajar con el obispo, como su ayudante, visitando a los jóvenes en la lista y desafiándolos, o motivándolos a recibir las bendiciones que vienen a través de la actividad en la Iglesia y su participación en las actividades de los jóvenes. En ese tiempo aprendí valores y principios a través del servicio. A pesar de mi juventud, los principios de liderazgo que tuve oportunidad de aprender, me dieron mucha seguridad para el trabajo misional, tiempo después.
En esa época, nos habíamos organizado con los misioneros, como cuórum de Presbíteros, para dividirnos y salir a trabajar juntos, y también bautizar cada semana. Allí entendimos la escritura de Doctrina y Convenios: “En sus ordenanzas se manifiesta el poder de Dios” (DyC 84:20). Algunos pudimos hacer muchos bautismos antes de salir al campo misional; el espíritu en el barrio fue muy especial.
Al regresar de la misión años después, siendo obispo del barrio y también como presidente de estaca, traté de trasmitir esta experiencia personal a los líderes de los jóvenes. Mi intención fue, ayudarles a entender el tamaño de la responsabilidad que tenemos.
Recuerdo un mensaje de preocupación del presidente Kimball en una conferencia general:
“Nos preocupa hermanos, la necesidad de proveer a nuestros jóvenes, en forma continua, de oportunidades significativas para desarrollar su alma en el servicio al prójimo. Generalmente los jóvenes no se inactivan en la Iglesia como consecuencia del exceso de significativas responsabilidades; no hay joven que haya sido testigo personal de la forma en que el evangelio se pone en acción en la vida de la gente, que dé la espalda a sus obligaciones en el reino y las abandone.
Esperamos que nuestros obispados, quienes tienen una mayordomía especial con respecto a este asunto, se aseguren de la existencia de eficaces actividades de cuórum y de activos comités del obispado para la juventud en cada barrio. A medida que nuestros jóvenes aprenden los principios administrativos del cuórum, no solo pasan a ser una bendición para los mismos, sino que también se preparan para desempeñar eficazmente su futuro papel de padres y líderes de los cuórumes del sacerdocio de Melquisedec. Para ello, necesitan tener algunas experiencias en liderazgo, algunas experiencias en proyectos de servicio, en la oratoria, en dirección de reuniones y aprender cuál es la forma más adecuada de establecer relaciones con las jovencitas.
Estamos desarrollando una generación real, que tiene una misión especial que llevar a cabo. Debemos proveer a estos jóvenes de experiencias especiales en el estudio de las Escrituras, en el servicio al prójimo y en el entrenamiento para ser buenos misioneros. Todo esto, claro está, requiere que dediquemos tiempo al planeamiento y ejecución; exactamente lo opuesto de lo que a veces podemos ver por parte de algunos padres y líderes de la juventud en la iglesia. Tenemos poderosas razones para creer, hermanos, que el impacto del mundo producido en nuestros jóvenes no sólo es mayor de lo que jamás ha sido, sino que se produce más pronto de lo ha sido en el pasado. Por lo tanto debemos llevar a cabo nuestro trabajo de una forma más eficaz y rápida que antes” (Liahona de agosto de 1976, pág. 38).
He visto a muchos excelentes líderes trabajar de manera dedicada con los jóvenes. He sido testigo de muchos milagros: jóvenes que vivían en extrema pobreza pudieron prepararse para salir a una misión, volver, ponerse a estudiar, recibirse , servir en la Iglesia, casarse y servir en importantes llamamientos. He visto a los jóvenes miembros de cuórumes de maestros y diáconos vivir experiencias especiales al arrodillarse con sus compañeros en la clase para ofrecer una oración para ayudar a otro joven con problemas. He visto el desarrollo de una verdadera hermandad que ayudo en gran manera a que todos juntos lograran las metas, como salir a una misión. También el valor de una amistad, como soporte y fortaleza. Los he visto salir a hacer visitas como presidencia de cuórum, y sentir que el poder de Dios estaba allí, algo que jamás lo olvidarán.
El mundo está en una época de cambios muy profundos, quizás la época más compleja de la historia del mismo. Viendo a los jóvenes hoy, pienso. ¿Están preparados suficientemente para este desafío? La buena enseñanza del evangelio a través del Espíritu, que persigue el objetivo de la conversión de los jóvenes es fundamental. La meta debe ser fomentar buenos hábitos, la conducta y el carácter de ellos. Los líderes, maestros y padres, guiados por el Espíritu, pueden hacer que el joven sienta los deseos de seguir los pasos que los lleven a mantenerse fuertes sobre el cimiento de los principios eternos.
Hay buenos hermanos, que piensan que están haciendo un buen trabajo ¿Es suficiente? A veces se ven reuniones de cuórum en las que solo escuchan una clase del asesor, y a veces todos juntos, Diáconos, Maestros y Presbíteros, sin que las presidencias se desarrollen. En algunas unidades, las mutuales se limitan a entretener a los jóvenes con deportes, y, aunque ellos estén conformes, no es suficiente. ¡Hay una visión mayor! Aun cuando con esas actividades, bien supervisadas, en muchos casos se puede desarrollar el trabajo en equipo, hay algo mucho más excelente para hacer. Hay una frase muy sabia que dice “Lo bueno es enemigo de lo excelente”.
Hoy más que nunca es el tiempo de adoptar una posición de liderazgo mucho más firme y eficaz, ya que tenemos solo una oportunidad de preparar a estos maravillosos jóvenes para un futuro, muy difícil de predecir. Y la única manera de prepararlos para el futuro es ayudarles a vivir un muy buen presente.
Según los ayudemos a enfrentar los desafíos que hoy tienen, los prepararemos para decidir correctamente sobre temas trascendentales para sus vidas en unos años. Hoy necesitan conocimientos y experiencias que tengan un impacto inmediato. Hoy están en EL CRUCE DE CAMINOS.
No tengo ninguna duda, de que en general, los jóvenes que tenemos, son la generación más brillante, más especial y con más talento que ha vivido en la tierra. Los jóvenes de hoy, nuestros hijos y nuestros nietos pertenecen a esta “generación de la promesa” que los profetas de los últimos días repitieron una y otra vez que fueron los espíritus más selectos en la vida preterrenal. Vendrían hoy, en la época que el Evangelio estaría en su plenitud, con más templos, más misioneros y más necesidad de buenos líderes jóvenes. Estamos en presencia de jóvenes muy especiales. Me atrevo a decir que iguales o mayores que los 2000 jóvenes de Helamán o como Helamán mismo; como Nefi o el Capitán Moroni, como José en Egipto o Daniel ante el Rey Nabucodonosor. Pero no olvidemos que hubo quienes trabajaron con ellos; madres en el caso de los 2000 jóvenes y de igual manera en los otros casos. Personas que no solo lograron la fuerza del testimonio en ellos, sino también el desarrollo de un carácter y de condiciones de liderazgo sobresalientes. Estamos trabajando para el desarrollo de líderes de ese calibre, capaces de influir en la Iglesia, en la sociedad y en los países. Esto necesitamos hoy. ¿Quién tomará ese desafío, sino nosotros? ¿Estamos en condiciones de acercarnos al perfil de esa posición? Tenemos excelentes herramientas para trabajar, pero ¿Cuál es nuestra actitud?¿Cuál es el grado de compromiso, en relación a semejante conocimiento?
Para lograr el desarrollo de ese potencial de nuestros jóvenes es preciso que comencemos hoy mismo. Lo que hagamos hoy determinará el resultado del mañana. Es un gran desafío y el éxito vendrá si conectamos este desafío, con el trabajo diario como líderes, como padres. ¿Cómo se hace? La respuesta es sencilla: con la constante dedicación y teniendo claro el objetivo a lograr. Día, tras día, con la misma técnica, hasta lograr los resultados que esperamos. No nos conformemos con pensar que estamos haciendo un buen trabajo. Creo que necesitamos hacer un trabajo excelente, día a día, con dedicación y constancia. Los jóvenes deben compartir esta visión. Deben saber quiénes son y lo que el Señor espera de ellos. Debemos ayudarles con mucha dedicación a saber que poseen un potencial divino y una misión los aguarda.
Volviendo al principio de esta reflexión, teniendo en la mente al EFY (PFJ-FSY) y analizando lo importante que es para los jóvenes asistir, quisiera citar al Elder Ballard, diciendo: “Hermanos, en la actualidad estamos peleando una batalla que en muchos aspectos es más arriesgada y más peligrosa que la batalla que se libro entre nefitas y lamanitas” (La generación más grandiosa de misioneros , Liahona, noviembre 2002, pág. 46).
Me preocupa ver que quizás, algunos no sepan recibir al EFY (PFJ-FSY) y otros programas como nuevas y eficaces herramientas para ayudar a los jóvenes, a tener esa visión que deseamos. Me preocupa más aun ,el seguimiento de los mismos después del EFY. Valiéndonos de la influencia que recibieron ¿como vamos a sumarnos?¿Sabremos tener eficaces reuniones de cuórum en el Sacerdocio Aarónico? Podemos hacer las cosas de manera que cumplan con el propósito y no simplemente hacer algo por hacer.
Finalizando la Capacitación de Lideres del Sacerdocio y las Organizaciones Auxiliares del 10 de enero del 2004 el presidente Gordon B. Hinckley dijo: “Se me ha citado que he dicho: “Hagan lo mejor que puedan. Deseo hacer hincapié en que debe ser lo máximo de lo mejor que puedan. Somos demasiados propensos a contentarnos con un rendimiento mediocre, cuando somos capaces de hacer las cosas muchísimo mejor” (Informe escrito, pág.22). Una cita muy fuerte, pero que deberíamos meditar al llevar a cabo nuestros llamamientos.
Espero que lo expuesto nos dé un poco de aire fresco, una ampliación de la visión y un renovado entusiasmo en nuestro servicio. No fue, ni es mi intención ser crítico del trabajo que algunos buenos líderes llevan a cabo con los jóvenes. Sinceramente creo que resulta difícil observar este trabajo sin sentir un absoluto respeto y gran valoración por algunos dedicados y nobles hermanos en el pasado y en el presente que, sacrificando mucho y con un fuerte testimonio, dan de su tiempo para lograr influir positivamente en la vida de los jóvenes. No reconocer estos auténticos “Helamanes” sería un terrible acto de ingratitud. Nunca olvidaré lo que algunos de ellos, me hicieron sentir en mi juventud.
Hagan lo mejor que puedan. Deseo hacer hincapié en que debe ser lo máximo de lo mejor que puedan…
Los comentarios están cerrados.