Escribiendo a Papá Noel
En el tradicional análisis de fin de año, nuestra carta íntima a Papá Noel compensa temores con anhelos y la valentía para enfrentar desafíos
Querido Papá Noel
Se acerca la Navidad. Estoy sentada mirando por la ventana, con un papel y un bolígrafo en las manos, buscando qué pedirte. El año está terminando, y este es el momento en que muchos comienzan a organizar las fiestas: la lista de compras, con quién pasar la nochebuena. También es tiempo de hacer un balance personal, mirar hacia atrás y reflexionar sobre los logros y fracasos de estos meses.
En reuniones con amigos, compañeros de trabajo o de facultad, siempre surge la misma pregunta: ¿Cómo te trató este 2024? Algunos dicen que no ven la hora de que el año termine; necesitan un nuevo comienzo, nuevas metas. Otros lo catalogan como un buen año, con desafíos que pudieron superar. Las respuestas varían según las experiencias vividas, pero algo es seguro: todos los años nos dejan cicatrices o caricias que nos marcan.
¿Qué significa realmente cambiar de año?
Desde una perspectiva filosófica, el tiempo avanza sin detenerse. Cambiar de año no altera nuestra rutina: seguimos trabajando, estudiando, viviendo. Sin embargo, este cambio tiene un peso simbólico y psicológico importante. Aunque la vida cotidiana continúe igual, el inicio de un nuevo año se siente como una hoja en blanco que nos invita a la renovación. Es un ciclo que cerramos, una oportunidad para reinventarnos.
Este fenómeno está profundamente relacionado con nuestra percepción del tiempo y nuestras expectativas. La sensación de empezar de nuevo nos llena de esperanza, aunque en el fondo sabemos que, al despertar el 1 de enero, las mismas responsabilidades nos esperan.
La conexión con Freud y el miedo
Reflexionando sobre esto, recordé algo que estudié en psicología este año. Freud, el padre del psicoanálisis, diferenciaba entre tres conceptos: el miedo, la angustia y el terror.
- El miedo está relacionado con objetos concretos o situaciones específicas.
- La angustia es más abstracta; surge frente a lo desconocido y nos prepara para
lo inesperado. - El terror, en cambio, paraliza, pues incluye el factor sorpresa que nos deja sin
recursos para reaccionar.
Esto me llevó a pensar en cómo estos conceptos aparecen en mi vida y en las de las personas que me rodean. Aunque todavía no soy psicóloga, puedo reconocer que el miedo es una constante en la experiencia humana. Muchas veces, este surge de la incertidumbre, esa tierra fértil donde los miedos crecen.
¿A qué le tememos realmente?
El miedo puede manifestarse de muchas formas:
- Temor a no cumplir con expectativas profesionales.
- Dudas sobre la carrera elegida o el rumbo tomado.
- Miedo a perder a nuestros padres o no estar presentes en sus últimos
momentos. - Inseguridad frente a una crisis económica o cambios en la sociedad.
Estas incertidumbres nos recuerdan lo vulnerables que somos y cuán poco control tenemos sobre algunos aspectos de la vida. Pero, paradójicamente, también son un motor que nos impulsa a buscar respuestas, tomar decisiones y adaptarnos.
Los miedos y el cierre de año
Al mirar hacia atrás, es común darnos cuenta de que muchos de los miedos que tuvimos se resolvieron casi sin notarlo. Los enfrentamos, los superamos y, con el tiempo, se volvieron más pequeños. Pero no siempre es así. A veces, el miedo crece, nos paraliza y nos hace dudar de nuestras capacidades. Dejamos para mañana lo que nos desafía hoy, y eso solo fortalece nuestros temores.
El verdadero peligro no es el miedo en sí, sino permitir que nos domine. Cuando lo hace, nos aleja de quienes somos y de lo que queremos ser.
Mi deseo para esta Navidad
Por eso, querido Papá Noel, en esta Nochebuena no te pediré cosas materiales. Solo quiero que me ayudes a encontrar la valentía para enfrentar lo que me paraliza, a no postergar lo importante y a recordarme, cada día, que soy capaz de superar cualquier obstáculo.
Con amor,
Fanny
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