La adoración en la reunión sacramental
Por el Élder Russell M. Nelson, del Cuórum de los Doce Apóstoles (en el 2003) – Actualmente Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
La reunión sacramental es la reunión a la que asistimos para participar de la Santa Cena, renovar nuestros convenios y fortalecernos espiritualmente.
Las reuniones sacramentales se deben planear y dirigir con objeto de ayudarnos a recordar al Señor y Su Expiación.
Los obispados y las presidencias de rama tienen muchas responsabilidades que se pueden delegar, pero no pueden delegar la responsabilidad de las reuniones sacramentales. Por lo general, ellos presiden y de esa manera son responsables tanto del espíritu como del contenido de dichas reuniones. Por tanto, mis enseñanzas sobre las reuniones sacramentales tendrán un particular interés para los obispos y los presidentes de rama y sus consejeros, así como para los miembros de la Iglesia que participan en estos servicios semanales.
El fundamento doctrinal
La reunión sacramental es la reunión de barrio o rama a la que asistimos como familia, que es la unidad básica de la Iglesia. Las familias y los miembros deben llegar al centro de reuniones mucho antes de que empiece la reunión sacramental. Tal como el Señor lo ha mandado, asistimos para participar de la Santa Cena y renovar nuestros convenios.
Él instituyó la Santa Cena para que recordásemos Su Expiación. Al terminar la última cena, especialmente preparada para la Pascua, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a Sus Apóstoles, diciendo: “Tomad, comed” (Mateo 26:26). “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Entonces tomó la copa, pronunció una oración de agradecimiento y la pasó a los que se encontraban reunidos alrededor de Él, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20), “derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). “Haced esto… en memoria de mí. Así pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis” (1 Corintios 11:25–26). De esta manera, vinculó la Santa Cena con Su inminente crucifixión.
Dios había declarado: “Esta es mi obra y mi gloria, llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre (Moisés 1:39). Entonces, el Hijo de Dios voluntariamente dio Su vida para llevar a cabo la voluntad de Su Padre. De esa manera, la inmortalidad llegó a ser una realidad, y la vida eterna una posibilidad para todos los que vivieran en la tierra.
Conmemoramos Su Expiación de una manera muy personal, llevando a la reunión sacramental un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Es lo que tiene más realce en nuestra observancia del día de reposo (véase D. y C. 59:8–13).
Las oraciones sacramentales han sido reveladas por el Señor (véase Moroni 4:3; 5:2; D. y C. 20:77, 79). Hacemos convenio de tomar sobre nosotros el nombre de Jesucristo y guardar Sus mandamientos; comemos el pan partido en memoria de Su cuerpo; tomamos el agua en memoria de Su sangre que fue vertida por nosotros; y testificamos que siempre nos acordaremos de Él. La promesa es que siempre tendremos Su Espíritu con nosotros. ¡Qué bendición!
Cómo planificar la reunión sacramental
Teniendo esas doctrinas en cuenta, los obispados y las presidencias de rama deben planificar las reuniones sacramentales con detenimiento a fin de mantenerlas centradas en el Señor y Su Expiación, Su ejemplo y las doctrinas del Evangelio.
Las invitaciones para discursar deben hacerse con bastante antelación e incluir una descripción clara del tema y del tiempo asignados, así como un ofrecimiento de ayuda. Entre los que dan la oración debe haber miembros que no suelen hacerlo. Eviten la costumbre en la que el esposo y la esposa oren en la misma reunión. Esto da a entender, sin querer, un mensaje de exclusión hacia aquellos que son solteros. Y recuerden: las oraciones no son sermones.
A los misioneros que salen al campo misional se les puede dar la oportunidad de hablar en una reunión sacramental, pero a sus familiares y amigos no se les invita a hacerlo. Dos o más misioneros que parten para la misión pueden dirigir la palabra en la misma reunión. A los misioneros que regresan, y que hayan servido honorablemente, se les debe invitar a hablar en una reunión sacramental y conceder tiempo para compartir experiencias espirituales y su testimonio.
Las reuniones sacramentales son una ocasión para que los jóvenes hablen brevemente acerca de temas del Evangelio que se les hayan asignado. En otras ocasiones, el presidente de estaca asignará a los miembros del sumo consejo dirigir la palabra.
Puede llamarse a miembros para que den la bienvenida y sirvan como acomodadores; ellos podrían recibir y acomodar a las personas mientras reservan unos cuantos asientos de atrás y próximos a los pasillos para los hermanos que tengan necesidades especiales.
En la reunión sacramental no se deben emplear ayudas audiovisuales como videocasetes y transparencias.
De vez en cuando, los miembros tal vez no puedan asistir debido a enfermedad; en ese caso, el obispo o el presidente de la rama podrían asignar a los poseedores del sacerdocio para que les lleven la Santa Cena allí donde se encuentren.
Una reunión sacramental típica incluirá:
- Música de preludio.
- Una bienvenida y el reconocimiento de la autoridad presidente, y del miembro del sumo consejo, si hay alguien asignado.
- Un himno y una oración iniciales.
- Los asuntos del barrio, tales como:
—El relevo y el sostenimiento de oficiales y maestros.
—El reconocimiento de los niños que son avanzados de la Primaria, de los miembros llamados a la misión o a otras asignaciones, y de los logros de los jóvenes y de las jovencitas.
—La presentación de los nombres de los varones que vayan a recibir el Sacerdocio Aarónico o que vayan a ser avanzados en él, y de los nuevos miembros de la unidad. - La confirmación de los miembros nuevos.
- Un himno sacramental y la bendición y repartición de la Santa Cena.
- Mensajes del Evangelio y música adicional opcional.
- Un himno y una oración finales.
- Música de postludio.
Los que vayan a ser relevados y sostenidos no tienen que ser presentados uno por uno, sino que se les puede presentar en grupo: primero los que van a ser relevados, luego los que van a ser sostenidos en el sacerdocio y después los que van a ser sostenidos en los llamamientos de las organizaciones auxiliares.
Las reuniones sacramentales deben empezar y terminar a tiempo y no deben tener exceso de programación. No es necesario llevar a cabo una reunión de oración antes de la reunión sacramental. Todas las personas que vayan a participar deben estar sentadas en el estrado por lo menos cinco minutos antes de empezar la reunión, de tal manera que estén espiritualmente preparadas para la experiencia de adoración. Durante ese tiempo de quietud, la música del preludio será tenue; no es momento para conversar o transmitir mensajes, sino que es un periodo de meditación acompañada del espíritu de oración mientras los líderes y los miembros se preparan espiritualmente para participar de la Santa Cena.
La música
Los himnos de la iglesia son la música básica para los servicios de adoración y la norma para el canto de la congregación. Se pueden emplear otras selecciones apropiadas para el preludio, el postludio, la música coral y selecciones musicales especiales. Por lo general, el primero y el último himno los canta la congregación. La congregación siempre canta el himno sacramental.
Lo ideal es que cada unidad cuente con un coro al que se invite a cantar con frecuencia. El coro bendice nuestra vida. Mi esposa y yo tenemos recuerdos hermosos de nuestra participación, hace años, en el coro de nuestra pequeña rama en Minneapolis, Minnesota. Cuando el coro se ponía de pie para cantar, había más gente en el coro que en la congregación.
Los pianos, los órganos y sus equivalentes electrónicos son la norma para las reuniones de la Iglesia. Si se usan otros instrumentos, debe hacerse de acuerdo con el espíritu de la reunión. Los instrumentos con sonido más alto o menos propicios para la adoración, como son la mayoría de los instrumentos metálicos de viento o los de percusión, no son apropiados para la reunión sacramental. Si no se dispone de piano, órgano, o de alguien que los toque, pueden usarse grabaciones apropiadas para el acompañamiento.
La canción de los justos es una oración para el Señor (véase D. y C. 25:12). Algunos miembros se sienten renuentes a cantar, quizá por temor. Debemos olvidar nuestros temores y ver el canto como una oportunidad de alabar a nuestro Creador con devoción. La música en la reunión sacramental es para la adoración y no para un espectáculo. No debemos permitir que la música sagrada salga de nuestra vida, ni permitir que la reemplace la música secular.
Cómo dirigir la reunión sacramental
Los obispados y las presidencias de rama tienen la responsabilidad no sólo de planificar estas reuniones, sino de dirigirlas, lo cual deben hacer con reverencia. En la congregación hay quienes ruegan por los susurros y la comunicación delicados de los cielos; el establecer un espíritu de reverencia les ayudará a recibir esa comunicación. Recuerden: la reverencia invita a la revelación.
Los encargados de dirigir la reunión deben comenzar extendiendo una cordial bienvenida; sería más apropiado dejar los anuncios detallados para otro momento. Puesto que invitamos a todos a venir a Cristo, los amigos y vecinos siempre son bienvenidos, pero no se espera que participen de la Santa Cena. Sin embargo, no se les prohíbe; ellos deben escoger. Esperamos que a los que lleguen por primera vez siempre se les haga sentir bienvenidos y cómodos. Los niños pequeños, como beneficiarios sin pecado de la Expiación del Señor, pueden participar de la Santa Cena como preparación para los convenios que harán más adelante en la vida.
Nuestras reuniones siempre se dirigen por medio del Espíritu (véase D. y C. 46:2). De vez en cuando tal vez suceda algo inesperado que el oficial presidente desee aclarar o corregir según le indique el Espíritu. De lo contrario, no es necesario realizar ningún comentario adicional después de que hable el último discursante.
La bendición y la repartición de la Santa Cena
Los obispados y las presidencias de rama presiden el Sacerdocio Aarónico en los barrios y las ramas. Ellos, junto con los asesores de los cuórumes del sacerdocio, tomarán toda precaución para que la Santa Cena esté preparada mucho antes de la reunión y para que su repartición esté minuciosamente planificada. Los que bendicen la Santa Cena deben presentar su mejor aspecto y estar vestidos apropiadamente. Las camisas blancas no sólo lucen bien, sino que son un discreto recordatorio de otros ritos sagrados, tales como el bautismo y las ordenanzas del templo, durante los cuales también se usa ropa blanca.
Las oraciones sacramentales se deben ofrecer de tal manera que resulten comprensibles , ya que el que ora está dando expresión a los convenios que los demás están haciendo. Se espera limpieza y pureza de corazón de parte de los que tienen el privilegio de bendecir la Santa Cena. La autoridad presidente es el primero en recibir la Santa Cena.
La reunión de ayuno y testimonio
Las reuniones de ayuno y testimonio se llevan a cabo una vez al mes, normalmente el primer domingo. Por lo general, ese día se bendice a los bebés. Después de la Santa Cena, el hermano que dirige da su testimonio en forma breve y luego invita a los miembros a que testifiquen brevemente y de corazón acerca del Salvador, de Sus enseñanzas y de la Restauración. Los padres y maestros deben ayudar a los niños a aprender lo que es un testimonio y cuándo es apropiado expresarlo. Los niños más pequeños deben aprender a compartir sus testimonios en el hogar o en la Primaria hasta que tengan la edad suficiente para testificar sin que se les ayude en la reunión de ayuno y testimonios.
La participación personal
Cada miembro de la Iglesia es responsable del enriquecimiento espiritual que proviene de la reunión sacramental. Cada uno debe cantar con un corazón agradecido y, después de una oración o de un testimonio, responder con un “amén” audible. En forma personal, meditamos en la expiación de Jesucristo; reflexionamos sobre el significado de Su sufrimiento en Getsemaní y de Su crucifixión en el Calvario. Durante ese momento, cada uno de nosotros debe “probarse… a sí mismo” (1 Corintios 11:28) y reflexionar en los convenios personales que ha hecho con el Señor; es el momento de meditar en las cosas sagradas de Dios.
De todo corazón, doy gracias al Señor por la reunión sacramental y por todo lo que ha significado en mi vida. Repetidas veces ha renovado mi fe y me ha permitido renovar mis convenios semanalmente, ayudándome a mí y a mi esposa a vivir y criar a nuestra familia en la gloriosa luz del Evangelio.
Adaptado de un discurso pronunciado en la reunión mundial de capacitación de líderes celebrada el 21 de junio de 2003. Publicado en Liahona agosto 2004
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