La canción del amor que redime
El amor redentor es un amor correspondido, es el amor de Jesucristo, que fue quien llevó a cabo el sacrificio expiatorio, el de la redención.
El profeta Alma, el Hijo de Alma, en tres versículos de su libro habla de la canción (nosotros le llamaríamos himno) del amor que redime. En el pueblo de Zarahemla, Alma dejó el asiento judicial para dedicarse exclusivamente al sumo sacerdocio del santo orden de Dios “a fin de predicarles la palabra de Dios para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes, y para abatir, por medio de la palabra de Dios, todo el orgullo y las artimañas, y todas las contenciones que había entre su pueblo…”, con lo cual mostró que el camino recto de un pueblo no se logra tanto por medio de la sana justicia, la que él administraba en el asiento judicial, como por el despertar en el corazón y en la mente del pueblo el deseo de ser, cada uno, recto, humilde y misericordioso. Y les recuerda la experiencia de los del pueblo del rey Noé que siguieron a Alma, su padre, que había sido un sacerdote del inicuo rey, y que fue convertido por las palabras de Abinadí; cómo ese pueblo fue rescatado del infierno, diciendo: “¿Fueron quebrantadas las ligaduras de la muerte, y desatadas las cadenas del infierno que los tenían atados? Os digo que sí; fueron desatadas y sus almas se ensancharon, y cantaron del amor que redime. Y os digo que son salvos” (Alma 5:9).
En ese mismo capítulo dice (Alma 5:26): ”Y ahora os digo hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?” No es la canción la que redime; sino el amor; en el Libro de Mormón en inglés dice: “reediming love”, que con una traducción más clara que la que actualmente tenemos, yo pondría: ”cantar la canción del amor redentor”.
Y en Alma 26:13, Alma pone en boca de Ammón, cuando este se gloría en el Señor: “He aquí, cuantos miles de nuestros hermanos ha librado Él de los tormentos del infierno, y se sienten movidos a cantar del amor redentor,…”.
El amor redentor es un amor correspondido, de otra manera no llega a ser redentor. Porque, por un lado, es el amor de Dios que ha dado a su hijo unigénito; como dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Señalo la doctrina aquí expresada que la vida eterna es para el que cree en el Salvador. Y es el amor de Jesucristo, que fue quien llevó a cabo el sacrificio expiatorio, el de la redención: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. (Juan 15:13).
Pero también ese amor redentor comprende al amor correspondido por nosotros hacia Dios el Padre y hacia el Hijo, sin el cual la redención, aún cuando ya ha sido hecho el sacrificio expiatorio, es ineficaz, porque no se concreta. En la sección 20 de Doctrina y Convenios dice: “Y sabemos que es preciso que todos los hombres se arrepientan y crean en el nombre de Jesucristo, y adoren al Padre en su nombre y perseveren con fe en su nombre hasta el fin, o no podrán ser salvos en el reino de Dios. … y también sabemos que la santificación por la gracia de nuestros Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera, para con todos los que aman y sirven a Dios con toda su alma, mente y fuerza”.
La evidencia de esa correspondencia en el amor se manifiesta por medio de la obediencia: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”, dice Juan 14:15.
En las escrituras citadas del libro de Alma, por el contexto en cual están insertas, al hablar del canto, se hace referencia al concepto expresado por el Señor en Doctrina y Convenios 25:12: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza”. Y como toda oración es una expresión de reconocimiento, de agradecimiento y de ruego al Padre en los cielos. El himno N° 57 de nuestro himnario: “El amor del Salvador” ¿no es acaso una canción del amor que redime? Sus estrofas dicen:
Tal como el sol es el amor del Salvador.
Su luz penetra nubes de dolor.
Alumbra nuestra vida hacia su hogar,
Y en su mansión podremos descansar.
Nos habla Su espíritu al corazón;
Es nuestra guía en la aflicción.
Da esperanza ante duda y temor;
Nos une a Dios con lazos de amor.
Escucha, Padre, nuestra humilde oración.
Te damos gracias por la redención.
Acataremos, Dios, tu sempiterna ley,
Por gran amor por Cristo, nuestro Rey.
¿Se puede cantar este himno sin tener los mismos sentimientos que Alma expresa al hablar al pueblo de Zarahemla? Y como este, tantos otros, por ejemplo el himno N° 112: “El Padre tanto nos amó”.
No sabemos cuán distinta era la música de las canciones que usaban los santos de Zarahemla de los himnos que nosotros entonamos actualmente, pero el mensaje tiene que haber sido el mismo, porque la doctrina era la misma y cantaban al mismo amor y a la misma redención, con la diferencia de que para ellos era un acontecimiento que habría de suceder y para nosotros ya aconteció.
Al no haber conocido a Alma me lo imagino expresándose como el presidente Boyd K. Packer, a quien sí conocí, que tan enfáticamente ha hablado sobre la música en la iglesia. Por ejemplo cuando dijo, refiriéndose a la música y a la adoración:
“La música es de enorme importancia en nuestros servicios de adoración. Creo que quienes escogen, dirigen, presentan y acompañan la música, influyen más en el espíritu de reverencia en nuestras reuniones de lo que lo hacen quienes hablan. ¡Que Dios los bendiga!”
“La música puede crear una atmósfera de adoración que invita al espíritu de revelación y de testimonio”.
“Un organista con sensibilidad que toca un suave preludio musical del himnario apacigua nuestros sentimientos y lleva a nuestras mentes a la lírica que enseña las cosas apacibles del reino. ¡Si escuchamos atentamente se nos enseñará el evangelio, porque los himnos de la restauración son, en efecto, un curso de doctrina!”
El sacrificio ya fue hecho, sus beneficios están a nuestro alcance, pero los recibimos si completamos nuestra parte de correspondencia en ese amor redentor, y seguramente nuestra voluntad estará dispuesta para hacerlo si oramos o, lo que es lo mismo, cantamos para lograrlo, es decir, si estamos dispuestos a cantar la canción del amor que redime, proclamándolo, agradeciéndolo e implorándolo.
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