La Navidad para mí…
La Navidad es un período del año en el que el mundo cristiano toma una cuota de alegría y felicidad especiales, matizados con imágenes y música distintas al resto del año.
Vivimos estos tiempos contemporáneos a gran velocidad. Casi sin darnos cuenta, los acontecimientos importantes de la vida se suceden uno tras otro y pareciera que cada vez más rápido. Faltan tan sólo unos cuantos días y tendremos el gozo de celebrar una Navidad más. Esto nos permite constatar cuán rápido transcurre el tiempo de nuestra vida terrenal, y que no nos sobra el tiempo para lograr nuestras metas más importantes en esta vida. Reconozcamos que es este un período del año en el cual el mundo cristiano toma una cuota de alegría y felicidad especiales, matizados con imágenes y música distintas al resto del año.
Si bien es cierto que el ambiente festivo y mundanal poco o nada tiene que ver con el espíritu verdadero del significado de lo que conmemoramos, nosotros también nos asociamos al festejo del mundo cristiano, pero debe ser con un ánimo y espíritu diferente. Una reflexión sobre el significado de la Navidad: Él es Jesucristo, el Primogénito y el Unigénito del Padre. Por obediencia y devoción a la verdad Él alcanzó el pináculo de la inteligencia que lo convirtió en un Dios, el Señor Omnipotente, ya en su estado preterrenal. Como tal, se convirtió bajo la dirección del Padre, en el Creador de esta tierra y de innumerables mundos, y fue elegido para venir a este mundo como nuestro Salvador y Redentor.
Entonces, recordemos que estamos conmemorando el nacimiento mortal de un miembro de la Trinidad, o en otras palabras, de un Dios, que vino a esta vida mortal a sufrir en una medida que no podemos entender, sabiendo lo que iba a pasar, absolutamente consciente de lo que sería su sacrificio expiatorio. Sinceramente, mis amigos, conozco muy bien los detalles doctrinales sobre el Maestro, pero aún me cuesta captar la dimensión ‘inmensa’ de lo que Él hizo por nosotros y que, sabiendo todo esto, por obediencia a Su Padre aceptase venir aquí. Recordemos que siendo un Dios, con humildad iba a dejarnos el modelo para que nosotros, sus amigos y hermanos, pudiésemos imitarlo para algún día volver a la presencia de nuestro Padre Celestial.
¿Qué nos ha enseñado Él con este acto sublime? ¡Una demostración maravillosa de amor hacia nosotros y de obediencia al Padre!
En estos próximos días y aun siendo parte de este mundo, esforcémonos por recordar Su nacimiento mortal con honra y devoción sincera.
Los comentarios están cerrados.