Madre: manantial de cualidades
Al cerrar los ojos y pensar en este ser maravilloso y admirable se agotan las palabras para hablar de sus cualidades
Hace varios días estuvo presente en mi vocabulario la palabra “genuino”, y obvio que me puse a investigar que significa, de donde proviene, y quien podría llegar a llenar esa palabra que solemos usar, pero pocos conocen su significado real.
La palabra “genuino” proviene del latín “genuinus”, que significa natural, propio o innato. Esta palabra, a su vez, está relacionada con “gignere”, que significa engendrar o dar a luz. En su origen, el término hacía referencia a algo que era auténtico, propio de su naturaleza, sin alteraciones ni falsificaciones.
Con el tiempo, “genuino” se empezó a usar para describir algo o alguien que es verdadero y sincero, es decir, que no está disfrazado ni falseado, manteniendo su esencia original o natural. Es decir, una persona genuina es alguien que se muestra tal como es, sin pretensiones ni máscaras.
Se caracteriza por su autenticidad, actuando de manera coherente con sus valores, creencias y sentimientos. No intenta ajustarse a las expectativas de los demás ni aparentar lo que no es.
No me demoré demasiado en saber a quién se aplicaba sin problemas esta palabra. Antes de terminar de investigar supe quien era una persona genuina; solo podía pensar en una que cumplía con cada una de esas características: es la persona a quien suelo llamar “Mamá”, ella misma.
El haber investigado el significado de esta palabra, no solo me llevó a pensar en quien encajaba en ella, sino que se vino automáticamente a mi cabeza la imagen de mi madre. Tal vez a vos te haya pasado o te pase lo mismo. Y no pasa solo por todo lo que le toca llevar a cabo. Sin duda alguna existe un vínculo más fuerte que en cualquier otra relación, ya que nos cargó en su vientre desde un principio y fue parte de cada día de nuestro crecimiento.
Si bien es cierto que aun no he sido madre, he podido ver que no es nada fácil la tarea, ya que produce cansancio, las piernas se hinchan, aparecen náuseas, se agregan kilos, se alteran rutinas y ya nunca más sus vidas serán lo que eran antes. El instinto materno nunca se apaga.
Me es difícil hablar de mi mamá, y no porque no la ame, sino simplemente porque mi vocabulario se agota y no encuentro palabras que puedan expresar la admiración, el respeto y amor que le tengo.
Son muchos los recuerdos construidos y vividos; tantos que me llevaría miles de horas poder contarlos.
El hablar de las madres me llevó a un poema muy lindo de Dámaso Alonso, “Madre”, que dice lo siguiente:
Tú me levantas, cuando caigo al suelo,
cuando en la lucha desfallezco y canso,
cuando la vida se me vuelve llanto
y en el oscuro mar me pierdo, a ciegas.
Eres mi estrella, mi timón, mi guía,
el puerto donde siempre hallo reposo,
en la tormenta tu luz es la calma
y en la tristeza, tu voz es consuelo.
No hay en el mundo más amor que el tuyo,
ni fuerza que se compare a tu abrazo.
Madre, en ti hallo siempre el refugio
que me salva del miedo y del fracaso.
Esa poesía me enterneció por completo. Ellas son las que nos sostienen, las que mantienen nuestros brazos en el aire cuando nosotros solo queremos bajarlos. Nos conocen y saben lo que queremos y podemos hacer, solo que nosotros no podemos vernos como nos ven ellas.
A veces sentimos que todo nos cuesta el doble, y nada mejor que un buen abrazo y un “vos podés” de una mamá que lo sabe todo para renovar nuestras fuerzas.
Cuando digo que lo sabe todo, es literal. Yo no sé si vos sabés cómo funciona la cabeza de ellas, pero saben donde está cada cosa que le pedimos. Es como si las cosas mágicamente se acomodaran ocupando un lugar solamente conocido por las madres.
Me es curioso comprobar que esta regla no solo se aplica a los objetos que no encontramos sino que también encuentran con sus palabras el lugar que deben acariciar para calmar el dolor de nuestra alma, corazón y/o mente. Saben lo que necesitamos para cada situación. Por más que haya veces que lo que nos digan nos moleste, sabemos que lo que están diciendo es la verdad, una verdad que nos terminará calmando. Sus palabras son como un pócima mágica calma todo dolor.
Nos dan las respuestas que pedimos y las que no, ¡también! Nos enseñan a confiar, a no temer y hacer.
En uno de mis artículos de junio, dije algunas cosas de los padres en ambos roles, que se unen a este de la madre, y es que “Ellos son esos fans que están siempre en las primeras gradas, en los primeros asientos frente al escenario, los primeros en darnos aliento para no decaer; siempre dispuestos a ayudarnos a dar esos pequeños pasos cuando apenas sabemos gatear. Son los primeros en curar nuestro corazón y nuestra alma. Siempre están listos para animarnos, curarnos, sanarnos, abrazarnos, alentarnos, apoyarnos, orientarnos y aconsejarnos. Podría pasar horas describiendo todo lo que hacen por nosotros”. (Papá: Mi Fan número 1 – Estilo SUD)
Sin duda llevan uno de los títulos más lindos y honorables que una mujer podría llevar, y tienen el mismo poder que un Dios, porque pueden procrear; nos crean y crían. Sus tiernas entrañas se llenan de amor 100% genuino, sin importar las consecuencias. Ellas lo dan todo, llevan una capa de heroína invisible.
Al cerrar los ojos solo me vienen ejemplos de este ser maravilloso y admirable que me da paz cuando lo necesito y soluciones cuando menos lo espero. Ella tiene brazos que lo soportan todo y cuando te envuelven en ellos pareciera que no existiera nada más que ese abrazo que lo calma todo y une cada pedacito que parecía que se estaba por salir de lugar. Son sanadores. Y no hay que esperar mucho para pasar tiempo con ellas, para mandarle un mensajito, para decirle un “Te amo”, para agradecerle. ¡No dejemos pasar el tiempo!
Cuando pensaba en esto y en cuidar a nuestras madres, se me vinieron algunas preguntas a la mente y me gustaría que vos también pudieras meditarlas junto conmigo:
- Si pudieras volver en el tiempo, ¿a qué momento con tu mamá te gustaría regresar?
- ¿Cuántas veces sentiste que el tiempo volaba cuando estabas con tu mamá?
- ¿Qué te gustaría decirle a tu mamá si el tiempo no fuera un límite?
- ¿En qué momentos te das cuenta de cuánto tiempo has pasado con tu mamá?
- Si pudieras detener el tiempo por un día con tu mamá, ¿Cómo lo pasarían?
No dejemos pasar más el tiempo y mandemos un mensajito si es que la tenemos lejos. Hablemos con ellas mirándolas a los ojos si es que las tenemos cerca; hablemos con ellas, y no simplemente un “hola o chau”. Dialoguemos, abracemos. Busquemos saber cuáles son las cosas que las hacen felices.
Tomemos tiempo con ellas porque hay una realidad que nadie quiere escuchar, pero es la verdad y si no lo sabias, ellas no son eternas en lo que hace a lo terrenal. No sé qué es lo que estás haciendo, pero no dejes pasar más el tiempo.
Disculpa que termine, pero voy a seguir nuevos recuerdos con mi madre, mientras voy a la heladería abrazando a mi “viejita”. Debo decirte que no hay cosa más tranquilizadora que abrazarla y que me abrace. Ni hablar cuando la veo sonreir feliz. ¡Hasta la próxima!
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