Conocimiento en acción: la clave para el crecimiento personal
Buscar y adquirir conocimiento es un mandato para toda la vida pero nos da la responsabilidad de ponernos en acción y alcanzar la excelencia
Muchas veces pensamos que al finalizar los estudios terciarios y/o universitarios quedamos calificados para el éxito. Sin embargo, la excelencia en nuestras acciones llegará únicamente con la práctica continua del conocimiento.
Navegando por las redes hace unos meses, leí una historia que me pareció interesante y guardé el texto. La enseñanza volvió a mi mente unos días atrás cuando escuché hablar a una persona X, en los pasillos de un lugar X.
El cuento es el siguiente:
Caminaba un día con mi padre, cuando de pronto me preguntó:
-Además del canto de los pájaros, ¿oyes algo?
-Sí, le contesté. El ruido de una carreta.
-Muy bien, -me dijo-. Y está vacía.
-¿Vacía? ¿Y cómo lo sabes, si no la hemos visto?
-Muy fácil: por el ruido. Cuanto más vacía está, mayor es el ruido que hace.
Desde entonces, cuando veo a alguien interrumpiendo, siendo inoportuno, alabándose de lo que tiene y menospreciando a otros, me parece oír la voz de mi padre: “Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace”.
Reflexión sobre el conocimiento
Es triste que venga este recuerdo a mi mente al escuchar hablar a una persona, pero es muy real. ¿Cuántas veces escuchamos a la gente maltratar a los demás o alabarse ubicándose en un lugar superior al otro? ¿Cuántas veces se habla demasiado y no se dice nada? Mientras meditaba en esto, vino la inevitable pregunta: ¿y yo? Desde mi juventud he intentado (con mucho esfuerzo, debo decir) seguir la admonición de Nefi de aplicar las escrituras a nosotros mismos (1 Nefi 19:23).
De esta manera cada vez que escucho una enseñanza o leo y medito alguna escritura o las palabras de mis líderes, busco aplicarla a mi misma y en ese ejercicio aprendo a conocerme más. ¿Y yo, Padre? ¿Soy así? ¿Hago eso o aquello? ¿Me comporto correctamente ante tal circunstancia? ¿Soy lo suficientemente obediente?
En cada oportunidad en la que he preguntado con humildad y con un deseo sincero de obedecer, nuestro amoroso Padre Celestial me ha permitido ver un poco más claramente y me ha indicado en qué debo mejorar o cambiar.
Conocimiento que nutre
Pensando en este pequeño cuento y en la realidad de que todos podemos ser mejores en cada situación, llegaron varias preguntas: ¿Cómo podemos evitar ser personas vacías? ¿Podemos tener una cabeza llena, un corazón lleno, un espíritu lleno? ¿Pero llenos de qué? ¡De amor! pensé al instante. Sí, un corazón lleno de amor y de misericordia por todas las personas, de fe, de mansedumbre, de humildad, etc.
Listo, es sencillo (jajaja, decirlo es sencillo, aunque no tanto hacerlo). Aunque sé que es sumamente valioso lo que abrigamos en nuestro corazón y en nuestro espíritu, me centré en lo que llena nuestras cabezas.
Búsqueda de conocimiento
Elegir con qué llenamos nuestra mente es muy importante. Lo que escuchamos, leemos, estudiamos, miramos y hablamos será parte del bagaje que quedará almacenado en nuestro cerebro.
El Señor ha dicho: “(…) buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe (…)” (Doctrina y Convenios 109:7).
Buscar conocimiento y esforzarnos por aprender es un mandamiento del Señor. Durante nuestro tiempo en la tierra debemos buscar oportunidades de aprendizaje. Debemos dedicar tiempo y esfuerzo al estudio secular y al espiritual.
Aplicar el conocimiento
El contar con una instrucción académica nos ayudará a estar más preparados para enfrentar los desafíos de la vida. Nos capacitará para entender mejor otras enseñanzas, incluyendo las normas y la doctrina del evangelio. Y nos dará las herramientas para tomar mejores decisiones. Al estudiar una carrera profesional o un oficio, abrimos las puertas de nuestro intelecto y las facultades de nuestra mente se expanden.
Pero si no hacemos nada con ese conocimiento aunque hayamos sido estudiantes sobresalientes, no lograremos que las cosas sucedan en nuestra vida. Al recibir capacitación, y obrar con ella, seremos una influencia para bien en nuestras familias, nuestros barrios y nuestra comunidad. Es en ese momento, cuando ponemos en práctica aquello que hemos aprendido, que el conocimiento cumple su verdadera función: modificar nuestra vida y la vida de quienes nos rodean .
Conocimiento indispensable
Hemos venido a la Tierra con capacidades que debemos desarrollar aquí, y el valor que le demos a esas capacidades, junto con el tiempo que dediquemos para su desarrollo, nos habilitará para recibir más y avanzar en este camino angosto que nos conducirá a la Vida Eterna.
¡Qué maravilloso es cuando en nuestra mente se arraigan, gracias a la práctica, esos conocimientos que nos costó tanto esfuerzo adquirir! ¡Qué sensación gratificante es la de haber aprendido algo que nos requirió tanto tiempo y práctica!
Aunque todo el conocimiento verídico es bueno, el más importante que debemos procurar obtener es el espiritual. Dedicar tiempo a estudiar y meditar el Evangelio, las enseñanzas de los profetas y la vida del Salvador, es crucial para nuestro progreso. Debemos saber quién es Jesucristo, qué hizo y qué nos pide, ya que nadie puede seguir al amo que no conoce, ni obedecer aquello que no comprende.
Conocimiento para el alma
“… el conocimiento más importante que necesitan adquirir es el conocimiento de las cosas de Dios […].
“Poner el conocimiento espiritual en primer lugar en su mente y en su corazón asegura que confiarán en el Señor y en el Espíritu Santo en su aprendizaje, que todo lo que estudien lo verán a la luz de Su evangelio, y que continuarán aprendiendo profundamente a lo largo de su vida” (Kim B. Clark, “El aprendizaje para toda el alma”)
Cuando ponemos en primer lugar a Dios, y nos esforzamos por obedecerle, todo lo demás se acomoda en nuestra vida y ocupa el lugar correcto. De esta manera obtendremos el tiempo que necesitamos para aprender, habrá lugar en nuestra mente para los nuevos conocimientos y tendremos la capacidad para comprender lo que estudiemos. No importará nuestra edad, ni las circunstancias, ya que el Espíritu magnificará nuestros esfuerzos y ampliará nuestras capacidades.
Conocimiento reservado
Por otro lado, la obediencia abrirá las puertas de la universidad de los cielos reservada para los fieles. ¡Qué maravilloso es saber que podemos ser instruidos por el Espíritu! Que podemos recibir la verdad línea sobre línea y precepto sobre precepto, hasta que la luz se haga cada vez más resplandeciente.
“Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección;
“y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero”.
(Doctrina y Convenios 130:18-19).
¡Qué grandiosa promesa nos ha hecho el Señor de que podremos conocer la verdad de todas cosas si somos fieles, obedientes y dignos de tener la compañía del Espíritu y nos esforzamos por aprender y mejorar!
Si hacemos el esfuerzo necesario podremos cumplir con este mandato del Señor y mejorar nuestra vida.
Comprenderemos entonces que:
- El aprendizaje continuo es fundamental para enfrentar los desafíos que tenemos y los que vendrán.
- Llenar nuestra mente de conocimientos valiosos nos capacitará intelectualmente
- Y nos ayudará a ser herramientas en las manos del Señor para servir a los demás.
El conocimiento trae responsabilidad
Pero la clave para que todo esto suceda, radica en las obras que hagamos con ese conocimiento. La aplicación práctica de esa teoría nos dará la destreza para alcanzar la excelencia y llenar nuestra vida de experiencias gloriosas, de fortaleza, de gozo y de progreso.
“El pecado, pues, está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace” (Santiago 4:17)
El conocimiento y la excelencia
Conocer y exponer la teoría no eliminará el ruido molesto de nuestra carreta. Sucederá cuando apliquemos ese conocimiento en el día a día, en las conversaciones, en el trato a los demás. Cuando esa teoría se vuelva una realidad en nuestra relación con el Padre Celestial y con Jesucristo. Será en ese momento cuando podremos transitar por la vida llenos.
El conocimiento que adquiramos rodeará de excelencia nuestras acciones silenciosas. Lograremos que se nos reconozca al llegar, no por el ruido que hacemos, ni por conversaciones vacías, sino por la suave melodía de un corazón lleno de amor y por un espíritu comprensivo.
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