Soledad: Cómo aprender de ella y no morir en el intento
Los espacios vacíos en nuestra vida presenta desafíos que nos invitan a mirar hacia el interior y convivir con momentos valiosos de soledad.
Hace un par de meses atrás nos mudamos de departamento, y te imaginaras todo lo que conlleva esa mudanza. No es solo el día del cambio sino que hay un gran estrés en los días previos, tanto en la búsqueda de un nuevo lugar, como también al momento de guardar todo en cajas. Hay que ordenar bien las cosas porque de lo contrario, después uno no encuentra nada.
Cada mañana antes de la mudanza, al momento de despertarme y sentarme en la cama, rodeada de cajas por doquier, solo me daban ganas de dar media vuelta y dormir un rato más o salir corriendo (jaja).
Sabiendo que aún faltaban cosas por guardar y armar las valijas, no tuve más remedio que poner manos a la obra y seguir preparando las cosas para la mudanza.
El desafío de mudarse
El proceso de la mudanza desde que comienza hasta que termina es demasiado trabajo y probablemente ya lo sepas, así que te ahorraré leer cosas que ya sabes y estresan. Pero, lo que sí te contaré es lo que encontré al momento de llegar al nuevo departamento: un lugar vacío, con sólo aberturas y paredes blancas, esperando ser usado, y ansioso por tomar vida a partir de los objetos y personas que llegarán a habitarlo.
En cuanto a mí, al llegar, me invadió un sentimiento de paz y felicidad al tener la llave en mano y descargando las cosas del camión de mudanza. Obvio que no me quedé ahí parada esperando que las cosas se organizaran solas. Nos pusimos manos a la obra y en poco tiempo ya estaban todas las cajas y muebles adentro.
Pero el trabajo no terminaba ahí. Había que acomodar, ordenar e imaginar dónde quedaría mejor cada cosa. Fue un proceso de prueba y error, ajustándonos a los espacios hasta encontrar el lugar ideal.
Un espacio para cada cosa
Todo este proceso de cambio, me llevó una y otra vez al momento de entrar en el nuevo departamento y ver todo vacío, sin que haya un lugar establecido para cada cosa. Con ropa y zapatos por doquier, y la carencia de olores o fragancias familiares. Simplemente espacios, esperando ser ocupados. Pronto, esos espacios comenzarían a llenarse de ruidos, objetos, recuerdos, risas, y mucho más.
Y aun estando cada rincón ocupado y que por donde mires haya cosas, puede que uno sienta la sensación de que puede estar faltando algo. Enseguida agarramos bolígrafo y papel para empezar a hacer la lista de las cosas que nos faltan, asegurándonos que no queden espacios vacíos sin ocupar.
Todo eso me llevó a ver nuestras vidas como departamentos vacíos esperando ser llenados con diferentes experiencias y elementos. Solemos llenarlos con amistades, cursos, decisiones buenas y malas, recuerdos, trabajos, amores, enemistades, redes sociales, deportes, algunas copitas de vino/cerveza, cigarrillo, drogas, y varias cosas más.
Retrocediendo un poco, al momento acomodar los muebles, la ropa, los objetos de cocina, los artículos del baño y del dormitorio, todo fue encajando correctamente. Sin embargo, no todo fue tan fácil como escribirlo ahora. Hubo momentos en los que tuve que ejercer fuerza física para que encajen o simplemente para mover los muebles y dejarlos donde yo quería, asegurándome de que, a simple vista, armonizaran con mis gustos personales.
Al llenar esos espacios de nuestras vidas, muchas veces tenemos que ejercer cierta presión para que encajen adecuadamente y, aun así, no lo conseguimos siempre. Lógico que durante el proceso de acomodamiento, algunas cosas irán mutando para que se encuadren lo más adecuadamente posible en la geografía del espacio interior.
Espacios vacíos
En nuestra vida también hay cosas que hacemos que encajen por más que no van con nosotros, nuestros tiempos, nuestros gustos, nuestros deseos y anhelos. Pero para evitar que ese hueco se convierta en un vacío que nos mira, es que hacemos hasta lo imposible para llenarlo.
Pero hay una pequeña gran diferencia a resaltar entre un vacío y un espacio, y es algo que solemos confundir. El espacio es lo que tengo que ocupar y generalmente no nos molesta; por el contrario, necesitamos espacios por donde movernos y sentirnos cómodos.
Por otro lado, el vacío se provoca al faltar repentinamente algo en nuestras vidas. Este vacío es difícil de llenar porque lo nuevo que intentamos incorporar no encuentra el mismo sabor, ni el olor, ni la forma, ni los sonidos de aquello que se fue o desapareció.
El vacío y la soledad
Alguien dijo una vez que “el problema no son los huecos, sino las cosas que a veces usamos para llenarlos”. Cuán cierto es que a veces buscamos mitigar la sensación que generan esos vacíos, muy parecidos a la soledad, pero que no tiene nada que ver con ella. La diferencia entre el vacío y la soledad es muy grande y hará la diferencia de la manera que saldremos airosos en esta pequeña batalla. La soledad está relacionada con los seres humanos mientras que los vacíos se conectan con las figuras que conforman nuestro alrededor en un amplio abanico de objetos, animales, lugares y personas.
El vacío lo conforma un montón de cosas a lo que no le podemos dar nombre porque se escapan de nuestra comprensión; es una sensación de carencia, de que nos falta algo. La soledad, por otro lado, es más identificable, porque está relacionada con la presencia o ausencia de personas. Puedo estar en un mundo repleto de gente y, sin embargo, sentirme completamente solo como nadie porque nadie percibe mi necesidad, lo que provoca una sensación de vacío.
Sentido real de la vida
Conectar con uno mismo, sin intentar erradicar esa soledad sin antes entenderla, solo hará que la desconexión con el mundo exterior y con nosotros mismos se prolongue. Sin conocer nuestro rumbo, lo que realmente queremos para nosotros, nuestros deseos y metas, esa desconexión se vuelve algo inexplicable. Así, se vuelve más fácil evadir el tema y llenarlo con cosas efímeras, sin llegar a entender el sentido real de la vida.
Y ¿cuál es ese sentido de la vida? Si la soledad no me deja vivir, me invade la incertidumbre y me desconecta del mundo que me rodea. Esto me lleva a refugiarme en una pseudo zona segura, sin conocer ese mundo que está por fuera de mí.
Jesucristo en nuestros planes
Los proyectos de vida, las amistades, la familia o una pareja podrían ser los antídotos contra la soledad. Sin embargo, estas conexiones no llegaran a cumplir ese objetivo si no integramos a Jesucristo en nuestros planes. Primero tenemos que entender que debemos desintoxicarnos de los fantasmas que nos hostigan y persiguen, pero para poder hacerlo primero debemos identificarlos. No se puede pescar una ballena con un anzuelo para sardinas.
En su mensaje en la Conferencia General de abril de 2022, el presidente Russell M. Nelson dijo. “¿Cómo podemos esperar que haya paz en el mundo cuando, individualmente, no procuramos la paz y la armonía? Hermanos y hermanas, sé que lo que estoy sugiriendo no es fácil, pero los seguidores de Jesucristo deben dar el ejemplo para que todo el mundo lo siga. Les ruego que hagan todo lo que puedan por poner fin a los conflictos personales que actualmente se desatan en su corazón y en su vida”.
(Russell M. Nelson, Conferencia general abril 2022, “El poder del ímpetu espiritual“)
En la vida no hay pérdida; se gana o se aprende. La soledad y los vacíos guardan muchas similitudes. Todo es cuestión de aprendizaje. Sin duda no es agradable atravesar estos espacios y/o estados, pero es crucial poder saber quiénes somos. Debemos conocernos para estar en paz con nosotros mismos y poder conectarnos con esos antídotos. Pero, ¿cómo lograrlo si antes no consigue esa conexión interna?
Procurar milagros
Tenemos que recordar que si bien los problemas pueden ser complejos y enredados, el Señor está muy interesado en ayudarnos. El presidente Nelson prometió en el mismo mensaje: “el Señor los bendecirá a ustedes con milagros si creen en Él, “sin dudar nada”. Hagan el esfuerzo espiritual para procurar milagros; oren pidiendo a Dios que los ayude a ejercer ese tipo de fe. Les prometo que pueden experimentar por ustedes mismos que Jesucristo “da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene vigor”.(Russell M. Nelson, Conferencia general abril 2022, “El poder del ímpetu espiritual“)
El Señor puede enseñarnos a través de la soledad mucho más de lo que pensamos, si dejamos de verla como un adversario y comenzamos a considerarla una oportunidad para fomentar el aprendizaje y propiciar cambios. La soledad puede proporcionarnos un entendimiento más claro sobre quienes somos y qué necesitamos para sentirnos completos. A través de la autoaceptación y el autocuidado, podemos desarrollar una relación más saludable con nosotros mismos, lo que reduce nuestra dependencia de factores externos para encontrar consuelo y felicidad.
Aprender de la soledad
Si bien no promuevo la soledad, destaco ciertos aspectos de ella que nos hacen aprender para poder dar ese salto que tanto precisamos, para saber lo que somos, lo que merecemos, saber cómo cuidarnos y comprendernos. En base a ese autoconocimiento, la soledad dejará de ser una fuente de conflicto para nosotros y facilitará esa conexión con los demás, convirtiéndonos en compañeros en lugar de meros revolucionarios de las soledades ajenas. Así se vuelve más sencillo encontrar la felicidad y disfrutar de aquello que tanto deseabas en tu vida, pero que no podías alcanzar.
Gracias al aprendizaje que adquiriste de la soledad, es que pudiste lograr una mayor comprensión del otro y te volviste menos egoísta.
Y después de hablar tanto de la soledad y los vacíos, mi amiga me dijo que no vendrá, dejando una silla vacía para compartir unos mates en la soledad de mi nuevo hogar. Nos vemos!
Los comentarios están cerrados.