Carros de mano… modernos
Si bien es cierto que el pasado quedó atrás, debemos aprender y aprovechar sus enseñanzas, sean éstas positivas o negativas.
Si bien los carros de mano son parte del pasado, debemos aprender y aprovechar las enseñanzas que dejaron, sean positivas o negativas.
El 29 de setiembre de 1990, en horas del mediodía, un grupo de hombres del Sistema Educativo de la Iglesia, representando a más de 90 países, subimos a la cima del monte llamado “Big Mountain”, y observamos el Valle de Lago Salado, hoy convertido en una hermosa y pujante ciudad. El 24 de julio de 1847, 162 años antes, el Presidente Brigham Young, enfermo de “fiebre de la montaña”, también se asomó desde allí, pero vio un yermo, sin embargo con voz profética dijo: “Es suficiente. Este es el lugar”.
Ese día, fuimos testigos del cumplimiento de la profecía de Isaías: “Y acontecerá en los postreros días que será establecido el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes…y correrán a él todas las naciones… y vendrán a él muchos pueblos.” (2:2-3) Y especialmente cuando dijo: “Se alegrarán el desierto y el erial; y el yermo se regocijará y florecerá como una rosa.” (35:1).
Además, resultó ser el refugio tan esperado por los santos, luego de sufrir tan injusta y cruel persecución en Ohio, Misuri e Illinois. Recuerdo que cantamos el himno “¡Oh, está Todo Bien!” (pág. 17, Himnos de Sión), cada uno en su propio idioma, con admiración y gratitud hacia aquéllos hombres y mujeres que nos habían precedido, con tanta fe, valor y sacrificio. “Aunque morir nos toque sin llegar, oh, qué gozo y paz.”
A la semana siguiente, al llegar al pie de la ladera, en una playa adyacente, vimos no menos de 40 réplicas de Carros de Mano. Nos dividieron en grupos de cinco: dos tirando, otros dos empujando y el quinto arriba del carro. Intercambiándonos lugares durante el viaje. Partimos en distintas direcciones, todos teníamos que escalar el monte con un recorrido variado. La duración fue de aproximadamente tres horas. Antes de partir, tuvimos tiempo de revisar y meditar sobre las diez compañías que salieron con el mismo vehículo hacia el oeste, entre 1856 y 1860. Especialmente las de Martin y Willie, que quedaron atrapadas por las intensas nevadas producto de un invierno que se adelantó, y lamentablemente muchos miembros murieron durante la travesía. En nuestro breve recorrido, pasamos por estrechos y empinados senderos, tuvimos que remover ramas y árboles caídos y cruzar riachos y aún pequeños pantanos.
Regresamos cansados, transpirados y hasta embarrados, pero en ningún momento nuestras vidas corrieron peligro. Habíamos revivido en escala mínima, la etapa final de la llegada al Valle de aquéllas compañías. Sin embargo nos alcanzó para valorar su fe, manifestada en “cada paso” y el valor en pos de un ideal, que los impulsó, sin duda, a emprender tamaña epopeya.
Se habló y escribió mucho sobre ellos y seguirá por generaciones, por aquello de que “los pueblos que olvidan su pasado, comprometen su futuro”. Si bien es cierto que el pasado quedó atrás, debemos aprender y aprovechar sus enseñanzas, sean éstas positivas o negativas.
Simbólicamente, las “cargas” de nuestros carros de mano, son muy diferentes a las de nuestros padres. Las circunstancias han cambiado y las presiones aumentado. Recuerdo que en el ejército nos enseñaban que para vencer a un enemigo, debemos conocer de antemano, sus armas y estrategias. Estamos enfrentados con el mismo Adversario que se rebeló contra el Padre en el principio (Abraham 3:28) y como sabemos, “es el autor de todo pecado” (Helamán 6:30).
Con la ayuda de las Escrituras y los profetas modernos, podemos reconocer sus principales armas: 1) tentaciones, 2) persecuciones y 3) aflicciones. Es interesante notar, que Cristo fue sometido a cada una de ellas:
- Luego de su prolongado ayuno fue “tentado por el diablo”. En todos los casos lo rechazó diciendo: “Vete, Satanás, porque escrito está…” (Mateo 4:10), manifestando Su conocimiento de las escrituras.
- Fue traicionado, arrestado y abandonado (Mateo 26:47-56), pero antes, en sus Bienaventuranzas, tuvo tiempo de advertir a sus discípulos:”Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10).
- Su padecimiento en Getsemaní es incomprensible para nosotros (Mateo 26:36-46; Juan cap.17; DyC 18:11), “…padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro…” (DyC 19:18).
Sus estrategias son también muy conocidas y a menudo caemos en sus sutiles insinuaciones: 1) El orgullo, 2) el desánimo y 3) la dilación:
- El orgullo no sólo es falta de humildad, sino que la persona que la posee “hace que la gente esté en contra de Dios y de los demás y se cree superior a los que le rodean y hace su propia voluntad en lugar de la de Dios…” (Guía para el Estudio de las Escrituras, pág. 155). Caminan como los nefitas de la antigüedad “con el cuello erguido y la cabeza en alto…” (Jacob 2:13).
- El desánimo es una estrategia en la que sucumbimos a menudo y por lo general, no indica falta de capacidad, sino de valor. Tenemos que superar esos estados de ánimo, valga la redundancia, con la ayuda del Señor: “…y me buscaréis y me hallaréis cuando me busques con todo vuestro corazón.” (Jeremías 29:13)
- La dilación, es el acto de postergar todo lo que puede ser hecho ya. La persona que posee esa característica, simplemente no consigue hacer las cosas. Recuerdo que el Presidente Spencer W. Kimball, tenía un cartelito frente a él en su escritorio que decía: “Hazlo, ahora”. El cumplir en tiempo y forma con nuestras metas y compromisos, nos permitirá avanzar y ser reconocidos como personas responsables.
Si la carga resulta pesada o liviana, en gran medida, dependerá de nosotros.
No debemos olvidar que “debemos estar anhelosamente consagrados a una causa buena… y efectuar mucha justicia; porque el poder está (en nosotros) en ellos…” (DyC 58:27-28). Ahí está la clave. Si la carga resulta pesada o liviana, en gran medida, dependerá de nosotros.
¡Hasta la próxima!
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