Liderar nuestra vida y lograr nuestro desarrollo personal se reflejará en las personas con las nos asociamos en los roles de la vida.
La eficacia de un líder se mide por el grado en que afecta la vida de quienes se asocia. Su vida y su ejemplo determinan ese nivel de aceptación que impulsa a las personas a seguirlo. Esta influencia determinante proviene de lo que realmente somos; no por poseer un cargo o llamamiento en particular, por determinada posición, ni por lo que parecemos, sino por las cualidades y aspectos internos que muestran una armonía con lo que decimos, con lo que aconsejamos y con los principios que predicamos. Esto no sólo se aplica a las cuestiones espirituales y morales, sino a todo lo que abarca un desarrollo completo.
Una vez escuché decir: “Sabemos de donde venimos, porque estamos aquí en la tierra y a donde vamos”, en relación al plan eterno, pero no sabemos qué vamos a hacer mañana, qué vamos a estudiar, de qué vamos a trabajar, cómo vamos a llegar a fin de mes y otras cuestiones básicas en nuestra vida. A este aspecto, considero llamarlo “El Líder Interior”. Si este desarrollo no se da, no estamos alcanzando ser un líder completo. Es allí donde deberíamos poner énfasis para no ser sólo una fachada de líder.
A veces falta un plan estratégico para desarrollarnos cabalmente, además de metas y objetivos a corto y largo plazo. Nuestra vida está sujeta a fuertes desafíos y dificultades; la manera en que los enfrentemos, muestra ese desarrollo interior. A fin de poder enfrentar las situaciones que nos presenta la vida, el Señor nos dijo “Si estáis preparados no temeréis” (Doctrina y Convenios 38:30).
En los manuales para líderes de la Iglesia, refiriéndose a los obispados y presidencias de estaca, dice que éstos den el ejemplo de “Bienestar Temporal” esforzándose por ser “Autosuficientes”.
Siempre me impactó una declaración hecha por el élder Bruce R. McConkie en abril de 1972, cuando dijo “la salvación consiste en llegar a ser como Dios…, lo lograremos al aprender a pensar como Él piensa, creer lo que Él cree, y hacer lo que Él haría”. Se resume así el modelo a seguir.
¿Veríamos a un Dios, planteándose dudas sobre su autosuficiencia o sobre otros temas como los planteados? No cabe duda que su desarrollo es completo.
Por supuesto, esto suena abrumador. Hay una gran dificultad en alcanzar ese nivel de perfección en esta vida (Juan 5:48). También hay una lista impresionante de cualidades a lograr que deberían ser parte de nuestras metas, con diligencia y obediencia a los consejos. Tenemos muchos modelos y ejemplos de profetas antiguos y modernos para imitar, y que quizás, a ellos los vemos más cercanos y alcanzables.
El profeta José Smith es un modelo de desarrollo personal basado en la diligencia y obediencia. Él entendió profundamente qué significa avanzar según la manera de Cristo, de gracia en gracia, de logros menores a logros mayores, teniendo claro un modelo a seguir e imitar, valiéndose de los principios que rigen este proceso. Su comienzo fue muy humilde; al igual que Cristo, no pertenecía a una importante familia de la alta sociedad, ni sus estudios fueron cursados en establecimientos educativos reconocidos en su época.
A Cristo le decían “El hijo del carpintero”; no era ni César, ni Nerón, ni Príncipe ni Rey de este Mundo. Se trasladaba a pie, no a caballo, ni en carroza. Sin embargo era el más grande de todos.
El profeta José Smith aplicó en su vida ese plan de desarrollo y se convirtió en un líder sin igual.
Con respecto al Salvador, las escrituras nos dicen “El niño crecía y se fortalecía y se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios era sobre Él (Lucas 2:40). Luego observamos el episodio que se registró a los 12 años, cuando Cristo no sólo conversó, sino también enseñó a los doctores de la ley. (Según la versión traducción de J. Smith).
En Lucas 2:41-52 agrega: “Jesús crecía en sabiduría y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”. A pesar que nada se menciona de los siguientes 18 años de su vida, de allí podemos deducir cómo se preparó para su gran liderazgo, y cómo fue su desarrollo personal.
El presidente Benson dijo, “tenemos en 16 palabras, el relato directo, significativo y comprensible de los 18 años de preparación del hijo de Dios, el Salvador y redentor del mundo. Aquí en un amplio bosquejo, en una oración sucinta (en cuatro puntos) están expresados los cuatro campos principales de la actividad y esfuerzo del hombre (Improvement Era, Junio de 1966, págs. 545-546). A partir de allí el presidente Benson enumeró los 4 campos principales de desarrollo del Señor, y también del nuestro: Mental, Físico, Social y Espiritual. Estos serían los campos de desarrollo para caminar hacia una perfección similar a la de Cristo, hacia un modelo de liderazgo completo.
El desarrollo de nuestro Bienestar Emocional, Físico, Económico y Espiritual son los que nos hacen independientes y capaces de liderar con eficacia a otras personas. Si estudiamos cuidadosamente la vida de los profetas, vamos a sacar muchos ejemplos del desarrollo previo a través de un liderazgo interior, que genera un carácter basado en pensamientos nobles y positivos, sin importar las difíciles circunstancias por las que atravesaban.
Cada uno de ellos puso énfasis en ser industriosos, en la economía y la autosuficiencia. Esto implica un sabio planeamiento, teniendo en cuenta el equilibrio necesario para el desarrollo de una buena educación, profesión u oficios, a fin de poder servir libremente en las responsabilidades que el Señor puso sobre sus hombros.
El Obispo J. Richard Clarke. en la Conferencia General de abril de 1982, dijo: “Del crisol del trabajo emerge la templanza de la personalidad. El trabajo se ha transformado en un distintivo de los mormones, somos conocidos en todo el mundo como una gente enérgica e industriosa”.
Se dice que al presidente Wilford Woodruff le gustaba mucho trabajar… “para él era una bendición, un privilegio… la faena en los cañones, el sudor de la cosecha…eran parte de la economía DIVINA. Sudar era un mandamiento como orar” (Matthias F. Cowley, Deseret News 1909, págs. 644,45).
Me impactó muchísimo, al regresar de mi misión, esa determinación por el trabajo y el esfuerzo. Así fui logrando mis metas, con un concepto profundo en desarrollo personal y sobre todo en la visión de mi potencial divino. No hay nada que sea más tonto de pensar, que uno no es capaz de realizar grandes cosas en esta vida. Creo que eso es una debilidad profunda y no compatible con el conocimiento del evangelio.
Ese concepto de que nada es imposible de llevar a cabo, lo conversé con muchos jóvenes en sus entrevistas de relevo al regresar de sus misiones. Algunos me contaban de la pobreza de sus hogares a los cuales debían regresar, y allí venía el desafío de luchar por eso que parecía imposible. Compartí con ellos ese pensamiento de Lytton (novelista inglés, autor del libro Los últimos días de Pompeya) “¡Sueña oh juventud! Sueña virtuosa y noblemente y tus sueños se convertirán en profecía”. Nada más real que esa frase. Los sueños se convierten en metas y en objetivos a lograr y terminan en realidad; doy absoluta fe de eso.
La mayor alegría, la recibí al ver a muchos de ellos lograr esos objetivos sin apartarse de la visión eterna.
Así queda definida la necesidad de cada uno de nosotros, de hacer énfasis en un desarrollo personal, basado en el modelo del Señor y seguido por los profetas de todas las dispensaciones.
¿Cómo comenzamos este plan de desarrollo personal?
Las escrituras también nos enseñan que hubo una creación espiritual y luego una creación física. Así también en nuestra vida, hay una creación mental y luego una física. Primero debemos definir lo que deseamos lograr y después organizar todos los elementos para lograrlo. Este liderazgo interior es el que hace la pregunta ¿Qué cosas quiero en esta vida?
Peter Drucker (famoso escritor austríaco de literatura relacionada con el management, gestión de las organizaciones y liderazgo, considerado uno de los líderes más influyentes del siglo XX), afirma: “Administrar es hacer las cosas bien; liderar es hacer las cosas correctas”. Así comenzamos pensando en objetivos; esta es la base para tomar las decisiones importantes, aquellas que afectan nuestra vida. Debemos fijar estos objetivos para cada campo de nuestro desarrollo, con metas cortas y largas, con la voluntad de hacer las cosas, aún cuando no tenemos ganas, recordando los verdaderos valores sin ceder a los impulsos negativos. No poniendo las circunstancias como excusa.
George Bernal Shaw dijo: “La gente siempre está culpando a sus circunstancias por lo que son. No creo en circunstancias. Las personas que triunfan en el mundo son las personas que buscan las circunstancias que desean y si no las hayan, las hacen”.
Otra pregunta sería ¿Qué es triunfar? ¿Qué es el éxito en la vida?
Hay un relato muy interesante del presidente Romney: “Un día se me acercó uno de mis nietos y me dijo: ‘Te he estado observando, y también me he fijado en otros hombres que han tenido éxito en la vida y estoy decidido a tratar de lograr lo mismo. Quisiera entrevistar a todas las personas que pueda, a fin de descubrir qué es lo que las ha llevado al éxito.
Abuelo, de acuerdo con tu experiencia personal, ¿Cuál dirías que es el elemento más importante para obtenerlo?’
Le dije entonces, que el Señor nos dio la fórmula más segura para el éxito cuando dijo: ‘Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas’ (Mateo 6:33)”.
De alguna manera yo también, en determinado momento, hice mi propia encuesta, al igual que el nieto del presidente Romney, y también aprendí de ella la misma enseñanza. Sin apartarnos de esta regla, debemos analizar dónde estamos HOY, cuánto hay para mejorar, para desarrollar y para alcanzar.
Pongamos confianza en nuestro potencial divino, utilizando el albedrío que poseemos. Planeemos, preparémonos para enfrentar todos los desafíos, logrando un fuerte Liderazgo Interior.
Las bendiciones materiales son parte del evangelio. Si hacemos nuestro mayor esfuerzo, lograremos muchas cosas a lo largo de nuestra vida. No todos podemos lograr nuestros sueños en los tiempos que pensamos. A veces los tiempos del Señor no son los nuestros.
Todos podemos ser exitosos, pero va a depender del sacrificio, del precio que estemos dispuestos a pagar. Podemos ser uno de los mejores en donde pongamos énfasis. También podemos sentir la satisfacción de luchar por lo que queremos lograr, y después de todo el esfuerzo, el Señor compensará ese deseo acompañado de todo el sacrificio de dar lo mejor, lo máximo, agregando el resto.
Si tenemos esta actitud, de LIDERAR nuestra alma, de hacer las cosas correctas para ir logrando ese desarrollo personal, esto se verá reflejado en las personas con quienes actuamos y nos asociamos en los roles de la vida.
El presidente David O. McKay escribió: “Cada persona, en mayor o menor grado, afecta las vidas de aquellos con quienes se asocia. Existe una radiación de carácter de cada individuo. Las personas son más o menos susceptibles a esta radiación. Si pudiéramos interpretarlo en forma correcta y plena como lo hizo Jesús, el Gran Maestro, podríamos llegar a una estimación justa de aquellos a quienes conocemos. Esta radiación no viene de lo que la persona pretende ser, sino de lo que en realidad e intrínsecamente es” (Instructor, marzo de 1949, pág. 105).
Este es el desafío, tenemos mucho para seguir caminando, pero sepamos hacia donde; cuál es el lugar a donde nos dirigimos y qué cosas debemos corregir a fin de ir en la dirección correcta.
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