Herramientas para la vida
En cierta ocasión se le pidió a mi nuera que dirigiera los himnos en la reunión sacramental. Pocos minutos después, mi nieto se escurrió de los brazos de la abuela y fue a pararse al lado de su madre. El niño, de tres años, primero movió los brazos siguiendo los movimientos de la madre y luego tomó un himnario que había en el banco detrás suyo, lo abrió y miró el contenido de símbolos y palabras, primero al derecho y luego al revés.
Al verlo, me quedé pensando que con sus tres años tenía motivos para no entender lo que observaba. Él sabía que ese libro se usaba para cantar, pero obviamente su lectura y comprensión excedían su conocimiento.
Lo que también me quedó claro fue que el mero hecho de tener las herramientas, en ese caso el himnario, es insuficiente para el logro de un fin dado si no se tiene el conocimiento necesario para su uso. Esto que, en apariencia, es una obviedad, constituye para muchos el principal motivo de sus tropiezos.
Muchos habremos podido comprobar lo importante que resulta ser el uso constante de las herramientas necesarias en diversos ámbitos de la vida, porque la práctica añade seguridad al conocimiento, cimentando los escalones que constituyen la base del progreso.
No importa el medio en el que uno deba desarrollar su actividad, todos requieren el uso adecuado de los útiles correspondientes; uso que en la mayoría de los casos no puede ser transferido de un ámbito a otro.
Por ejemplo, piensen en usar un destornillador para pelar fruta… ¿Exagerado? Tal vez, pero ¿cuántas veces hemos andado a los tumbos al usar incorrectamente nuestras herramientas de vida? Esto sucede porque su uso inapropiado puede llegar a producir mayores problemas que los que existían previamente.
Nos lleva a pensar en tres aspectos a tener en cuenta: primero, conocer la situación a la que nos enfrentamos; luego, qué herramientas serán adecuadas para resolverla y, finalmente, el modo correcto de usarlas.
Al no realizar esa clase de análisis, que requiere estudio, tiempo y esfuerzo, lo que hacemos es enfrentar los desafíos con un mecanismo de prueba y error. En algunos casos simples, poquísimos, esto podría dar resultado. Pero son la excepción y no la regla.
Quienes trabajan en servicios técnicos saben que esto es así y por eso usan manuales de despiezo y comprobaciones, provistos por los fabricantes de equipos de diversa índole, que los guían en los análisis para solucionar los problemas a la hora del trabajo. Pero ese recurso, que termina siendo una herramienta más, aunque valiosa, no reemplaza el conocimiento que poseen, ganado con el estudio, que se va agigantando a medida que “escudriñan” dichos manuales y los llevan a la práctica.
En realidad, el conocimiento en sí mismo es la herramienta de mayor valor. Por algo se nos dice que “es imposible que el hombre se salve en la ignorancia”.
Las Escrituras son claras al indicar también que “la fe sin obras es muerta” y nuestra insistencia por poner en práctica las enseñanzas del evangelio tiene un valor inestimable porque sólo con la teoría y las buenas intensiones nos enfrentaríamos al fracaso, al menos en el aspecto más importante de nuestra existencia, que es ser contados entre aquellos que alcancen la vida eterna.
De manera que el Evangelio constituye un conjunto de herramientas diseñadas para elevar la calidad de nuestra vida justamente con la mira puesta en alcanzar ese objetivo final del Plan Maestro, el cual “es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”. Su uso correcto y constante en el tiempo, implica acercarnos a un modelo de vida superior y al aplicar las leyes que lo gobiernan estamos adecuando nuestra existencia aproximándola a aquella que el Señor mismo vive, preparándonos para morar en Su presencia.
Si mi nieto o cualquiera de nosotros, quisiera aprender a usar adecuadamente un himnario, que puede representar a cualquier otra herramienta, no tendrá más opción que seguir los pasos de tantos otros que han tenido éxito mediante un esfuerzo personal que los ha llevado del estudio a la práctica constante a lo largo de su vida. En este sentido, por mi trabajo, tuve la oportunidad de escuchar a renombrados artistas expresarse con una frase casi común a todos ellos: “un cuarto de talento y tres cuartos de esfuerzo…”.
De la misma manera que esa actitud se tornó imprescindible para el logro de sus aspiraciones, debemos comprender que ninguno está exceptuado de seguir un camino similar de estudio, trabajo y práctica constante en cualquier emprendimiento que se encare. En particular, en el rumbo que le demos a nuestra vida.
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