Las Pascuas que cambian nuestras vidas
En la época de Pascua recordamos la historia de Jesucristo con los matices que necesita cada familia, con la calma de saber que, gracias a Él, todo puede ser superado.
Cuando se acerca esta fiesta religiosa tan particular para el mundo cristiano, muchas son las imágenes que vienen a mi mente; entre ellas las clases de la Primaria con una dedicada maestra que con figuras y un paño (el famoso franelógrafo) nos relataba la historia tan impactante y asombrosa. Cada alumno colaboraba con alguna figura en particular y nadie quería ser el romano que atravesaba el costado del Cristo. Pero todos querían pegar en el paño al ángel que anunciaba su resurrección o hacer subir a Jesucristo a los cielos.
Cada año cientos de hogares SUD se suman a la tan particular tradición de relatar la historia con los matices que necesita cada integrante de la familia. Será la heladera el lugar que representará el Monte Calvario, en donde las figuras de los manuales de los niños, se moverán relatando la historia. Durante algunos días dibujos de pequeñas manos llenarán la misma heladera con los diferentes momentos captados por esas cabecitas tan perceptivas. Otras familias estudiarán juntas el alcance de la expiación compartiendo puntos de vistas, haciendo preguntas y aclarando dudas. Los hijos adolescentes comienzan a descubrir cuánto tiene que ver este evento con sus vidas.
¡Más que la navidad y sus regalos! Seminarios les abre la puerta a conocimientos y experiencias que los ubican en su propia perspectiva eterna.
Cuando nuestra familia está formada por personas adultas, el meditar y estudiar las palabras de los profetas modernos, nos ayuda a crecer juntos en el testimonio del cambio que produce en nuestras vidas el saber que somos perdonados, aliviados y que estamos en el camino de regreso al hogar. Sin embargo, muchas veces nos perdemos entre las actividades que programamos para el fin de semana largo. Los encuentros con amigos, las salidas familiares, alguna actividad en la capilla, son todos muy necesarios en este mundo en que corremos tanto.
La oportunidad del reencuentro familiar o del descanso nos ayudan a bajar un cambio, a reubicarnos en nuestro lugar, a disfrutar del ocio familiar que tantas oportunidades ofrece para pensar, divertirse y conversar juntos – o compartir silencios.
La época de la Pascua, no es una festividad ‘tan festiva’ como la Navidad. A veces trae a flor de piel a nuestros miedos e incertidumbres. A la angustia que viene al transitar el camino de regreso, en el esfuerzo de vencer nuestros vicios. Al desánimo que produce el luchar contra las presiones que nos inducen a volvernos egoístas mirando sólo nuestra conveniencia. A la tristeza que sobreviene con el recuerdo de nuestros seres queridos.
Pero la Pascua trae la calma de saber que todo puede ser superado, o sobrellevado de una mejor manera. Romper nuestras cadenas, es un camino interesante. Nos da la oportunidad de ver cuántas personas están dispuestas a ayudarnos.
Resistir lo que ofrece el mundo como ‘felicidad inmediata’ nos permite descubrir que aún cuando la presión no deje de existir, somos lo suficientemente fuertes para seguir adelante sin miedos disfrutando de una felicidad más profunda.
El trabajar en la iglesia sintiéndonos instrumentos en sus manos, nos ayuda a desarrollar caridad en todo momento. Aún en los difíciles. Así la tristeza se convierte en esperanza.
Entre los gastos por comprar huevos de pascua para la familia, llenarnos de chocolate hasta que la terapia de golosinas satisfaga nuestro hambre físico, sin culpas, y la alegría que produce el sentirnos unidos por un Salvador que decidió aceptar su parte en el plan para ayudarnos, me encanta sentir que somos muchos los que disfrutamos de la Pascua como una reunión de esperanza y amor. Con miles de personas en diversos lugares que cantarán el domingo ‘Cristo ha resucitado’ una vez más, pero cada vez con un sentimiento más intenso de amor y gratitud.
Como dijo una amiga en su saludo para pascuas: ‘Felices Pascuas y que encuentres la paz que Él nos dejó’. Tal vez ese sea el mejor saludo que podamos recibir, el recordar sus palabras y su preocupación por cada uno de nosotros.
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo.”
Juan 16:33
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