Sobrellevando el estrés de la crisis
En una época de estrés y crisis, a veces nos sentimos como Job o como José en la cárcel de Liberty, y nos preguntamos ¿Esto también pasará?
Pareciera que las palabras estrés y crisis han contraído matrimonio en estos últimos tiempos. A las características del estrés de la vida cotidiana, el que sobrellevamos más o menos bien, se le suma la crisis mundial que nos llena de incertidumbre y nos altera un poco más.
Muchas veces escuchamos que debemos actuar con longanimidad, paciencia, mansedumbre y humildad. Esta es una buena oportunidad para ponernos a prueba a nosotros mismos y averiguar cuánto tenemos de estas virtudes.
Longanimidad
Esta extraña palabra que al asistir a seminarios relacionamos con longaniza o elongación por sonar parecidas en nuestros oídos, se refiere a la buena actitud al enfrentar cualquier situación. Claro, no es lo más fácil de lograr. Especialmente cuando el lavarropas se descompuso y nuestro esposo nos advirtió hasta el cansancio “cuiden todo que hay poco trabajo y no podemos malgastar”. Nuestro hijo llega de la escuela con las zapatillas rotas luego de una jugada increíble mientras “gambeteaba” a tres compañeros que luego le cayeron encima terminando de romper las únicas zapatillas que estaban en condiciones.
Nuestra madre, ya mayor, nos llama por teléfono para recordarnos que los próximos tres meses vivirá en nuestra casa (no puede vivir sola y la “compartimos” todos los hijos). Nuestra hija casada, muy angustiada nos avisa que quemó la olla que le prestamos. Y una vecina nos cuenta con alegría desmesurada que se va de viaje a Londres por un congreso del marido, mientras pensamos que daríamos cualquier cosa por participar de un cursito en el Congo Belga, solas.
Mantener buen ánimo requiere de disciplina mental para saber controlar aquellos pensamientos que nos hacen sentir mal. El profeta Joseph F. Smith enseñó que “no [temía] tanto de la influencia de los enemigos de afuera como la de los que llevamos dentro”(1).
Si somos capaces de recordar que las pruebas no serán eternas, si mantenemos nuestra mente ocupada en resolver lo que podemos resolver, si dedicamos nuestro esfuerzo a seguir cumpliendo nuestras responsabilidades sin quejarnos y con alegría, es porque estamos desarrollando “longanimidad” para con todas las cosas. No es fácil en estos momentos, pero es una cualidad divina que podemos alcanzar.
Paciencia
Es la virtud que más fácil perdemos. Casi podríamos decir que se pierde tan seguido como las llaves del auto. Y como las llaves, que siempre se pierden en algún lugar de la casa, la paciencia la perdemos más fácilmente con nuestra familia. Es difícil soportar escuchar por milésima vez el comentario del abuelo de no olvidar comprarle el pegamento de la dentadura postiza mientras resolvemos qué cuenta pagar primero. Resulta casi imposible tratar de ayudar a nuestro hijo pequeño a rearmar su “autito” cuando estamos pensando cómo vamos a preparar la cena para seis personas con tres papas, una taza de arroz, medio pollo y una cebolla.
Sin embargo la paciencia es la cualidad divina por excelencia. Si el Padre no fuera paciente con nosotros, estaríamos completamente perdidos. La paciencia va acompañada de “otra oportunidad”. Si esperamos con fe podremos tener la certeza de que nuestra paciencia se verá compensaba con una bendición.
Pensemos en el pobre de Job. No lo agarró la crisis económica mundial, pero perdió todos sus bienes; no lo picó el mosquito del dengue, pero enfermó muy mal; no perdió a su familia en un avión en medio del océano, pero un tornado tiró abajo el techo de la casa en donde se encontraban sus hijos; no lo estafó Madof con su pensión de retiro, pero sus amigos lo trataron de culpable de vaya uno a saber qué pecados. No somos tan diferentes a Job. Por lo tanto podemos seguir su ejemplo y soportar con paciencia, porque tendremos otra oportunidad.
Mansedumbre
La cualidad de mansedumbre hace referencia a la disposición que tenemos de seguir aprendiendo, de manifestarnos como alguien enseñable. Y una persona que aprende y es enseñable, pone en práctica lo prendido para ayudar a otros.
Cuántas veces nos escuchamos a nosotros mismos decir: “Yo, que ya estoy a la vuelta de la vida no necesito…”.O la frase tan temida por los padres en boca de nuestros hijos: “Vos no sabés nada. Yo la tengo re-clara”. Lo cual es un indicador de que no queremos aceptar que nuestra posición puede estar equivocada y pensamos que no dependemos de nadie para manejar las cosas. En momentos de incertidumbre globalizada el mantenernos mansamente en el camino estrecho y angosto es una demostración de fe y esperanza.
La mansedumbre no significa quedarse quieto esperando. Implica acción. Aquella que viene de continuar ejerciendo nuestras responsabilidades en la iglesia aunque nos hayan echado del trabajo. La que nos motiva a cuidar de la familia asignada para ministrar aunque la sequía nos haya arruinado la cosecha.
Siempre tenemos algo que aprender, debemos estar dispuestos y averiguar qué más necesitamos saber: “Debemos elevar nuestro corazón en oración a Dios, nuestro Padre Celestial, pidiendo Su misericordia y que nos guíe y dirija por la inspiración del Espíritu Santo, que nuestra mente se ilumine y se nos abra el entendimiento a fin de comprender Su intención y voluntad”(2), dijo Wilford Woodruff.
Humildad
Muchas veces pensamos que somos humildes porque reconocemos al Padre Eterno como tal. Pero la humildad también requiere de una actitud frente a lo difícil y de acción en cualquier circunstancia. El ir por la vida atropelladamente, sin mirar al costado del camino; el tener la idea de ‘no puedo ayudar a los demás cuando yo no tengo con qué mantenerme’; el pensar que estamos mejor en nuestra casa que en las reuniones de la iglesia son una manifestación de orgullo, lo contrario a la humildad.
Si reconocemos que necesitamos Su ayuda y la de sus hijos, estaremos mejor preparados para no pensar que la pérdida de trabajo es sinónimo de pérdida de dignidad o abandono de parte de los cielos.
No nos convirtamos en nuestras propias piedras de tropiezo al pensar que ‘todo está perdido’, como dice la canción. El Señor ofrece más que su corazón; ofrece su ayuda, guía y consuelo.
Como anticipándose a cualquier crisis mundial el élder Orson Whitney nos recuerda:
“De cada circunstancia aprendemos algo, y contribuye al desarrollo de cualidades tales como la paciencia, la fe, la fortaleza y la humildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que soportamos, sobre todo cuando lo hacemos pacientemente, edifica nuestro carácter, nos purifica el corazón, nos magnifica el alma y nos hace más sensibles y más caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios. Y es mediante los pesares y el sufrimiento que adquirimos la instrucción por la cual vinimos acá” (3).
Ahora casi todos nos sentimos mal. El que no se siente como Job, cree estar padeciendo sus males en la cárcel de Liberty, o piensa que los grillos que se comieron la cosecha de los pioneros fueron más benévolos que los recaudadores de impuestos. Así como los que vivieron en el pasado, nosotros aprendemos por las circunstancias que no podemos manejar.
Poner en orden las prioridades puede ser un comienzo:
- Las que nos deben preocupar: hacer un presupuesto más ajustado; mantener el plan de almacenamiento; reducir gastos innecesarios; pago del diezmo íntegro.
- Las que conviene tener en cuenta: cuidado de nuestra salud (incluye recordar la Palabra de Sabiduría tratando de descansar y dormir lo suficiente); rendimiento escolar de nuestros hijos.
- Las que nos hacen bien: tomarnos tiempo para nosotros mismos, nuestra familia y amigos. A veces es hablar un rato con un amigo, o participar activamente de una actividad de la mutual de nuestros hijos.
- Las que nos benefician mentalmente: El servicio a los demás que ayuda a enfocarnos mejor en nuestras cosas. El dedicarnos con empeño en nuestros llamamientos nos proporcionará la oportunidad de ver que no somos los únicos desesperados que intentamos perseverar hasta el fin. También el leer un libro o disfrutar una película en la TV o dedicarnos a nuestro pasatiempo favorito para ofrecerle un recreo a nuestra mente.
Tan importante como mantenerse en el camino, es hacerlo con buen ánimo. Viendo qué cosas sí podemos hacer, qué tenemos aún y cuáles no estamos dispuestos a perder. Todavía soy obediente, todavía soy capaz de ayudar a otros, aún puedo ser mi propio agente y no perder mi autodominio, soy lo suficientemente humilde para pedir ayuda, a pesar de todo puedo mantener el sentido del humor, aún soy dueño de mis actos y responsable de mi fe.
“Esto también pasará”, cambia de sentido si tomamos la iniciativa de no perder el buen ánimo ni la esperanza. En algún momento por las leyes del mercado la crisis cambiará de rumbo y estaremos mejor.
Tal vez con menos ingresos, pero salimos aprendiendo a nadar en medio de una tormenta. Y eso no lo hace cualquiera!!!
Referencias
- 1- Joseph F Smith Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia, pág. 400
- 2- Wilford Woodruff Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia.. pág. 115
- 3-Elder Orson F. Whitney, citado en Improvement Era marzo 1966, pág. 211
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