Discípulos de Cristo
En ese fantástico y aspirado grupo también estamos nosotros (o deberíamos estar), los que hemos aceptado Su palabra
En ese especial grupo de los Discípulos de Cristo también debemos estar nosotros, los que hemos entrado en la senda de los convenios.
Este tema me resulta apasionante y desafiante, fundamentalmente al pensar que cuando estamos hablando de ‘los discípulos de Cristo’, no nos referimos particularmente a Pedro, Santiago y Juan, ni a José Smith, David O. McKay, Gordon B. Hinckley o Thomas S. Monson. En ese fantástico y aspirado grupo también estamos nosotros (o deberíamos estar), los que hemos aceptado Su palabra, hemos entrado en la senda de los convenios mediante las aguas del bautismo y luego el ‘bautismo de fuego’. Tal conocimiento debe llevarnos a ciertas consideraciones para tener presente siempre. Reflexionemos.
¿Cuál es la promesa del Padre Celestial a quienes les sigan como Sus discípulos?
- Heredarán 100 veces más
- Ganarán la vida eterna
¿Qué ha dicho Él acerca de qué hacen Sus discípulos?
Él ha sido simple y contundente en la respuesta: ‘Los discípulos de Cristo deben tener un amor e interés constante por sus semejantes’ – Creo innecesario indicar quienes son nuestros semejantes, pero una palabra puede resumirlo: Todos.
¿Cuán importante es para Dios cada individuo que estuvo, está o estará aquí en la tierra?
Impresionante Su respuesta, ya que no excluye a nadie cuando dice que todos somos importantes (Doctrina y Convenios 18:10) y que Su meta primordial es que todos nosotros volvamos a Él en el futuro (Moisés 1:39).
Meditando en lo que yo significo para Él, y basando mi análisis en las escrituras, encuentro que pacté con Él que yo ‘estoy dispuesto a llorar con los que lloran y consolar a los que necesitan de consuelo y ser testigos de Dios…’. También, noto que es interesante dar la dimensión correcta a Sus promesas: 1) ser redimidos por Dios, 2) ser contados con los de la primera resurrección, 3) ‘para que tengáis vida eterna’ (ver Mosíah 18:8-9).
Una última reflexión sobre el último párrafo. En momentos de duda y aflicción que todos pasamos, me he preguntado (casi cuestionado), ¿cuán dispuesto están el Señor y/o el Padre a bendecirme?
La clara respuesta la he obtenido con las experiencias de vida y lo certifican las escrituras: ‘Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá’, y termina el pasaje diciéndonos ‘… ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden?’ (Mateo 7:7-11).
Mis amigos, es cierto, muchas veces caemos en la desesperación por la angustia propia de los problemas y las acechanzas del maligno que busca aprovechar cada momento. Pero a mí, tarde o temprano, y entiendo que no manejo ni comprendo los tiempos del Señor, las respuestas siempre llegaron en forma contundente. También es cierto que es solamente por medio del Espíritu que podemos calibrar y darnos cuenta de las muchas bendiciones que recibimos de los cielos.
El profeta José Smith nos ha dejado una enseñanza muy fuerte respecto a la importancia de la rectitud: ‘Cuanto más recta se vuelve una persona, más compasión siente hacia los necesitados’.
Interesante, esto abre mi mente y corazón para darme cuenta que es lo que “yo” tengo que hacer para ser un siervo más útil en Su reino (ver Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 292).
No quisiera terminar esta editorial sin esta reflexión: Siento que muchas veces ayudo a aquellos que es fácil o cómodo ayudar. ¿Qué pensará Él de esta actitud de mi parte? La base de la doctrina que hemos abrazado está en las escrituras y la voz de Sus profetas. Entonces, si analizamos Mateo 25:31-40, nos damos cuenta enseguida a quienes debemos ayudar: otra vez, la palabra mágica: Todos.
El Evangelio es fascinante y conduce a la perfección. Un par de veces menciono en este escrito la palabra “todos” y aplica perfectamente al sentido de la doctrina de Cristo. Sin embargo, Él nos ha enseñado repetidamente durante Su ministerio, y lo enfatizan hoy Sus profetas vivientes, que el “Uno” es lo que realmente importa para la salvación y obtención del galardón mayor. Él nos dejó maravillosas enseñanzas en algunas de Sus parábolas:
- La Oveja Perdida Mateo 18:10-14
- La Moneda Perdida Lucas 15:8-10
- El Hijo Pródigo Lucas 15:11-32
La situación está muy clara: Los Discípulos de Cristo hoy en día –es decir, nosotros–, deben estar interesados en cuanto a la salvación de cada uno de sus hermanos y hermanas. Ruego que nos sintamos profundamente felices al darnos cuenta las tareas y responsabilidades tan caras y gloriosas para Él, que ha delegado en cada uno de nosotros, hombres y mujeres del Reino.
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