Sociedad de Socorro: ¡Una para todas!
Pertenecer a la Sociedad de Socorro se convierte en la mejor escuela de caridad; todas aprendemos a desarrollar la empatía.
Creo que en su visión sobre la importancia de la Sociedad de Socorro, José Smith no debe haber podido imaginar las múltiples facetas que esta organización cubriría para las mujeres SUD.
Cada año conversas y jovencitas, ingresan a esta organización mundial pensando que solamente es un grupo de mujeres que se juntan un rato a ver cómo hacen para que el Evangelio sea una realidad en sus vidas.
Pronto descubren que hay muchas cosas que pueden hacer para cambiar sus vidas, para mejorar sus acciones, para saber elegir mejor, para cumplir con la medida de su creación.
Sin embargo no siempre es fácil sentir que una ‘encaja’ en el grupo. A las mujeres solteras les parece escuchar que en cada clase nunca está ausente la palabra ‘hijos’. A las separadas pareciera que siempre les dan las citas que hablan del matrimonio. No falta la viuda que cree escuchar sólo historias de matrimonios que envejecen juntos. Y las madres solteras llegan a pensar que siempre estarán a mitad de camino. Las que tienen sus familias y luchan por mantenerlas fuertes suponen que sólo escuchan mensajes sobre adolescentes ejemplares.
Estamos tan preocupadas por aquellas cosas que no tenemos o que no resultaron como deseábamos, que no vemos que la Sociedad de Socorro nos ayuda a completar y perfeccionar lo que sí tenemos y logramos por nuestra experiencia en la vida.
Pero ¿cómo vamos a desarrollar todos nuestros dones y talentos si no es mediante la interacción con otras personas?
Afortunadamente para nosotras, hasta ahora ninguna mujer alcanzó la perfección antes de ingresar a la Sociedad de Socorro. Siendo sinceras, tampoco conozco a ninguna que la haya alcanzado con los años, pero sí podemos ver como el evangelio y el asociarnos entre mujeres, nos va puliendo de a poco hasta sacar el mejor brillo de cada una.
El profeta José Smith realmente estaba inspirado al decir:
“Si las hermanas aman al Señor, apacienten las ovejas, no las destruyan.”(1)
Siempre escucharemos a alguna ‘iluminada’ que sugerirá un sistema mejor para organizarnos y hacer las visitas, u otra pensará que sabe que entre las presentes hay mejores capacitadas para ser miembros de la presidencia de la organización.
Cada domingo puede convertirse en un gran desafío si los puntos de vista personales prevalecen por sobre la visión del Señor. Hay domingos en que los gestos de fastidio por comentarios inoportunos, las miradas de resignación sufrida por una clase monótona o las caras de amargura por las respuestas desafinadas, pueden hacer que nuestra mirada se nuble y perdamos la vista del cielo.
Sin darnos cuenta nos estamos pareciendo a las mujeres mundanas, como las que vemos en TV peleándose por el cartel que tendrán en la puerta del teatro. El asunto es que al no ver más allá de de la clase, no podemos percibir lo que realmente importa.
La vista del vaso medio vacío nos coloca en la posición más crítica de nuestra espiritualidad. Carecemos de la opción de ‘nutrirnos’ con la buena palabra, al no entender que todas necesitamos aprender, progresar, equivocarnos, corregirnos y volver a intentar. Muchas veces hasta que nos salga bien.
Frente a una buena clase, preparada con esfuerzo y dedicación nos quedamos con lo que la maestra olvidó decir o hacer. Y nos perdemos la oportunidad de ver que el vaso medio lleno incluye, horas de estudio y dedicación, valor para enfrentar el llamamiento, deseo de aprender una y otra vez.
Aún así el profeta José sostuvo también:
“…es natural en la mujer tener sentimientos de caridad y benevolencia.” (2)
Es ahí cuando el pertenecer a la Sociedad de Socorro se convierte en la mejor escuela de caridad; todas aprendemos a desarrollar la empatía. Es necesario que nos pongamos en el lugar de nuestras hermanas, para saber cómo ayudarlas. También es útil que empecemos a ver más allá de una mujer que viene sola a la capilla, para que veamos que antes de salir de su casa dejó a una familia que no entiende muy bien por qué tiene que ir cada domingo desde las 9 de la mañana. La benevolencia nos ayudará a entender los desafíos de la joven adulta que lucha y se desvive entre sus estudios y su trabajo y además trata de conciliar su papel de mujer sola en un mundo que la presiona a romper los moldes morales.
“Al ir aumentando en inocencia y virtud, al ir creciendo en bondad, dejad que se ensanchen vuestros corazones, hacedlos crecer hacia otros; tenéis que ser longánimes y sobrellevar las faltas y errores del género humano.” (3)
José Smith nos alienta a todas a aumentar en inocencia, que no es otra cosa que dejar de pensar siempre mal de las personas. Y a crecer en bondad, la cual nos permite ver a todas con la misma lupa que nos vemos a nosotras mismas. Casi nos ruega que tengamos buen ánimo siempre. ¿Por qué no dejamos de pensar en que la clase es insuficiente para nosotras y empezamos a ver de qué manera podemos ser un buen instrumento en las manos del Señor al participar positivamente en la clase, pensando en cómo podemos ayudarnos a nosotras mismas al ayudar el prójimo?
De todo, lo más difícil es, sin lugar a dudas, sobrellevar las faltas y los errores del otro. Cuando al llegar de la capilla la crítica se convierte en nuestro deporte favorito, o cuando al juntarnos con nuestras amigas no hacemos más que comentar lo mal que salió tal o cual cosa, en realidad estamos alimentando nuestras propias faltas. Estamos vaciando el vaso que con tanto esmero y alegría llenamos cada semana desde que nos bautizamos.
Muchas veces es un esfuerzo, pero es más gratificante volver a casa pensando en cómo influirá en la familia de la madre sola, que practicó la clase con sus hijos, aunque no la haya dado como nosotras lo hubiéramos hecho. O entender que la respuesta desafinada tenía que ver más con una necesidad personal de compartir con sus hermanas en la fe una preocupación personal.
“Todos tenemos que responder a Dios por la manera en que desarrollamos la luz y sabiduría que nuestro Señor nos da para que podamos salvarnos.” (4)
Millones de mujeres en el mundo aprendemos cada domingo las mismas lecciones y discutimos casi de la misma manera cómo aplicar a nuestras particularidades el evangelio salvador. Todas recibimos la misma ‘luz’ pero cada una desarrollará sabiduría según donde tenga la mirada puesta, donde tenga su corazón.
La sabiduría crecerá a medida que cumplamos con el propósito de la Sociedad de Socorro, no dejando que la caridad se pierda entre nuestras tareas cotidianas.
“Si cumplís con vuestros privilegios, no se podrá impedir que os asociéis con ángeles…” (5)
La promesa del Señor, escuchada por las hermanas que dieron forma y carácter a la Sociedad de Socorro, también se extiende a la actualidad.
El profeta José Smith nos dice claramente que la bendición que llega al cumplir con nuestras responsabilidades (las escritas y las que el espíritu nos susurre) nos colocarán en un lugar privilegiado. Nos asociaremos con ángeles para ser mejores obreras, ¿y no somos nosotras muchas veces los ángeles que acuden como respuesta a la oración de la afligida? Nuestras hermanas de la Sociedad de Socorro también son esos ángeles.
El desafío será convertirnos en merecedoras de ese privilegio. Y aunque de seguro no seremos mujeres perfectas, sí somos hijas de Dios que podemos parecernos a Él.
Vale la pena pertenecer a esta organización que nos permite cultivar todas las cualidades divinas, las que nos faltan y las que ya tenemos. Todas nos necesitamos para hacer de la Sociedad de Socorro “la primera, la más importante, la más elevada, la mejor y la más sólida de todas las organizaciones que hay en el mundo” (Presidente Joseph F. Smith)
Vale la pena pertenecer a esta organización que nos permite cultivar todas las cualidades divinas, las que nos faltan
y las que ya tenemos…
Notas:
1, 2, 3, 4, 5: Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia – José Smith
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