Un corazón agradecido: La Expiación y un compromiso diario con Jesucristo
Mostramos nuestra gratitud por la Expiación con un compromiso diario con Jesucristo de pensar y accionar según los convenios hechos con Él.
En el sur de Chile la geografía está marcada por dos paisajes que corren paralelos: la Cordillera de los Andes de un lado, y las aguas extensas del Océano Pacífico, del otro. La vegetación es exuberante y las lluvias, que la explican, son abundantes e intensas. Ponen a prueba la capacidad de resistencia real de las camperas impermeables de la mejor calidad (si revisan las etiquetas en este tipo de ropa descubrirán una escala de resistencia). Y también, quizás, la resistencia de los misioneros de tiempo completo de la región.
Inquietud generalizada
A menudo, durante mi tiempo allá, me encontré hablando con personas muy amables que creían en Dios. Pero tenían una duda específica, casi una pregunta para hacerle directamente a Él: ¿Por qué existen las injusticias?
Probablemente todos en algún momento tengamos la oportunidad de encontrarnos, a la vuelta de la esquina, en un mano a mano con esta misma pregunta.
En general, todos entendemos que existe una justicia divina que, dicho de forma sencilla, relaciona determinadas acciones con determinadas consecuencias. Así, cuando vemos a una muy buena persona lograr nuevos éxitos o recibir buenas noticias, nos alegramos y le reconocemos su trayectoria y esmero. Pero la vida ha demostrado, una y otra vez, no siempre responder a este esquema simplista. Lo que vemos en definitiva son diversas realidades, como si se tratara de un amplio abanico de posibilidades, que incluyen personas malas que prosperan y personas buenas que sufren, pero también dolores e incapacidades, tragedias, adversidad y maldad. Incluso la vida de una sola persona puede experimentar más de una de estas situaciones a lo largo del tiempo.
Encrucijada de respuestas
Tal parece que la pregunta, que implica muchas facetas, no es fácil de responder para todos en una sola escena. Y no es tampoco en ese intento donde vamos a ocuparnos en estas líneas. Todas las dudas pueden motivar búsquedas inspiradas o no.
José Smith dijo: “Hermanos, vosotros sabéis que un barco muy grande se beneficia mucho en una tempestad, con un timón pequeño que lo acomoda al vaivén del viento y de las olas” (Doctrina y Convenios 123:16).
Las dudas que tengamos bien pueden ser como un mar en tempestad. Dirigir nuestros pensamientos de forma correcta en ese mar puede conducirnos a acercarnos a Dios y a descubrimientos maravillosos en nuestra mente y nuestro corazón.
Jesucristo y nuestro bienestar
Así que es importante establecer prioridades de pensamiento y saber, en primer lugar, que Jesucristo se preocupa y vela por todos nosotros, sea cual sea la tierra donde estén, sea cual sea su nacionalidad, tribu, lengua o pueblo.
“Porque ninguna de estas iniquidades viene del Señor, porque él hace lo que es bueno entre los hijos de los hombres; y nada hace que no sea claro para los hijos de los hombres; y él invita a todos ellos a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres; y se acuerda de los paganos; y todos son iguales ante Dios, tanto los judíos como los gentiles”. (2 Nefi 26:33)
Jesucristo y el poder de Su expiación
Él siempre piensa en nosotros y si acudimos a Él, nos fortalece en nuestras aflicciones. Ciertamente conoce las situaciones personales de cada uno de nosotros. Debido a esta faceta de Su carácter es que se nos permite e invita a todos a acudir a un poder mayor, incluso hasta ser librados.
“Supongo que gran cantidad de miembros de la Iglesia están mucho más familiarizados con la naturaleza del poder redentor y purificador de la Expiación que con su poder fortalecedor y habilitador. Una cosa es saber que Jesucristo vino a la tierra para morir por nosotros, lo cual es básico y fundamental respecto a la doctrina de Cristo; pero también es necesario que reconozcamos que el Señor desea, mediante Su expiación y por medio del poder del Espíritu Santo, vivir en nosotros, no sólo para guiarnos, sino también para darnos poder” (Elder David A. Bednar, Liahona abril 2012, pág.14).
La adversidad nos hace crecer
Dios sabía que íbamos a enfrentar, en esta vida terrenal, buenos y malos momentos, incluyendo todo tipo de adversidad, dolor e injusticias. Es difícil para nosotros, en nuestra mente mortal y finita, aceptar y comprender los propósitos que este tipo de experiencias pueden tener en nuestra vida. Sin embargo, se nos ha enseñado en las escrituras que ciertamente los tienen. Tanto la adversidad como la oposición cumplen los grandes propósitos de Dios, entre ellos –el mayor– de permitirnos el crecimiento hasta ser capaces de cumplir la medida ‘de la estatura de la plenitud de Cristo’ (Efesios 4:13).
¿Cuál es “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”? Los invito a pensar en esto.
Un corazón agradecido
Un lunes entré a un negocio pequeño, una mezcla de bazar, librería y algo más. Me entretienen mucho este tipo de locales, así que decidí que iba a disfrutar de esos pasillos. En la entrada, vi un cartel que decía “Si el niño rompe, el papá paga”. Me hizo pensar en el respaldo que naturalmente ofrecen los padres, el cual incluye cuidado constante. Haciendo un salto, también pensé en el gran apoyo y cuidado constante que nos da nuestro Padre Celestial, incluso cuando cometemos “daños en la tienda” o nos equivocamos en esta jornada de la vida terrenal. Él siempre está ahí para nosotros.
Por supuesto que Dios no justifica, ni puede justificar, ningún acto de maldad, en cualquier grado, ya sea cometida por nosotros o sobre nosotros. Él es un Dios de justicia y comprende todas las cosas. El punto interesante acá es que nuestro Padre Celestial, siendo un Dios justo y no pudiendo tolerar la injusticia en ningún grado, mandó a Su Hijo a que pague todas nuestras errores y sufrimientos. Podemos acceder a Su poder sanador con la condición del arrepentimiento de corazón. ¿Qué nos dice esto sobre cómo Él es?
Pablo señala:
“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Romanos 8:32)”
Jesucristo, nuestro abogado y mediador
Con respecto a las buenas personas de Chile que nos hacían esta pregunta, me esforcé por compartir una dosis del amor del Padre. Un señalamiento, al menos un indicio del carácter profundamente amoroso y bondadoso del Padre de nuestros espíritus. Él está más cerca nuestro de lo que imaginamos.
Jesucristo, espera que acudamos a Él, no solo para reparar los “daños en la tienda” que podamos hacer en nuestra jornada en la tierra sino también para crecer. Es nuestro gran abogado y mediador. Desea que el don del progreso eterno sea nuestro y que creamos en Él confiando en que nunca estamos solos, pues tenemos respaldo. Nuestro Padre, el Dios Todopoderoso, se ha encargado ya de saldar toda deuda mediante el Salvador y Su expiación. Nunca nos desampara, porque hijos suyos somos.
Por lo que, tanto si hemos vivido injusticias, si nos han ofendido o dañado profundamente; si estamos enfrentando situaciones que parecieran estar totalmente por encima de nuestra capacidad de sobrellevarlas, o si nosotros mismos hemos dañado nuestra relación con Jesucristo, incluso si ya nos hemos defraudado a nosotros mismos, la respuesta a toda la amargura de ello es que tenemos un Libertador, un Sanador; el Salvador, y que podemos hallarlo, (y lo hallaremos) cuando lo busquemos con todo el corazón (Véase Jeremías 29:13).
Compromiso diario con Jesucristo
Durante el mes de diciembre nos unimos al mundo cristiano y celebramos su nacimiento. Entre marzo y abril recordamos durante la Pascua Su sacrificio y Su expiación. Pero cada día del año debemos mostrar un corazón agradecido reforzando nuestros compromisos con Él en los distintos convenios realizados. Cada uno de nuestros días puede ser diferente. Tan solo tenemos que tener presente que es debido a Él, y a Su expiación que toda injusticia puede ser superada. Toda debilidad, aflicción y adversidad puede ser remediada y sanada. Ciertamente somos vencedores por medio de Aquel que nos amó y nos ama. De modo que, día a día, es a Él a quien recordamos, veneramos y seguimos.
Lo hacemos al procurar por correr nuestro enfoque, a menudo anclado en nuestros desafíos y reconducir nuestra mira hacia Jesucristo. Al esforzarnos por dirigir nuestra mente y corazón hacia Él, podremos, por Su poder, hallar el premio de la paz, consuelo, justicia y sanación. La consoladora promesa es que, para los que amamos a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para nuestro bien (Doctrina y Convenios 90:24). ¡Gracias a Él!
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